Opinión

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Como ayer

Ponerle puertas al Casino de Murcia: de la construcción de la fachada a la destrucción de los cristales

"La mañana del 1 de junio de 1901 se colocó la última piedra de la fachada del Casino y como celebración de que no hubiera ocurrido desgracia alguna durante el proceso constructivo se izó la bandera nacional"

Publicado: 22/05/2025 ·06:00
Actualizado: 22/05/2025 · 06:00
  • Acto vandálico en el Casino de Murcia.
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Igual el destrozo de uno de los cristales de la puerta principal de acceso al Casino de Murcia, hace unos días, fue un acto previo a la conmemoración del 124 aniversario de la colocación de la última piedra de la fantástica fachada diseñada por el arquitecto Pedro CerdánPero lo más probable es que algún desaprensivo, algún asocial, algún lo que sea, surgido de entre la fauna que nutre nuestras calles más céntricas, la tomara, vaya usted a saber por qué, con el Casino.

 

Al leer en las noticias alusivas al caso que se ha subrayado que el cristal vandalizado (como se llama ahora a las salvajadas) no era un cristal cualquiera, porque era el original de cuando se inauguró la fachada y porque se trata de “una pieza artesanal grabada con ácido”, me siento invitado a rememorar en estos ayeres aquellos días del primer año del siglo XX (sí, el primero es 1901, y no 1900). 

 

Fue en la mañana del 1 de junio de aquel año cuando colocó la última piedra en las obras de la fachada del Casino, y con dicho motivo, y como celebración de que no hubiera ocurrido desgracia alguna durante el proceso constructivo, se izó, según costumbre, la bandera nacional.

 

 

Los albañiles y canteros fueron obsequiados con una suculenta comida, consistente en arroz y pava, pasteles de carne, ensalada, pastelillo, café y puros"

 

Dentro de los actos dirigidos a celebrar el acontecimiento, los albañiles y canteros que tomaron parte en la construcción de la fachada fueron obsequiados con una suculenta comida por la Junta Directiva del Casino, consistente en arroz y pava, pasteles de carne, ensalada, pastelillo, café y puros.

 

Firmada la obra por el autor, por lo que invito al lector paseante y curiosón a buscar la firma en la fachada con menos dificultades que la rana de la Universidad salmantina o el astronauta de la Catedral de la misma localidad, la apertura de la puerta principal de la institución a la calle, también principal, de la ciudad, la Trapería, representó un hito decisivo en la historia del Casino, pues se veía cumplido un sueño para el que se había trabajo largos años.

 

Hay que retrotraerse hasta el año 1852, cinco después de la fundación, cuando pasó el Casino desde un palacete en régimen del alquiler en un inmueble propiedad del Marqués del Vado a dos edificios vecinos del anterior, también en la calle Lucas, adquiridos por la sociedad. De modo que la fachada y el acceso secundario que conocemos, al fondo de la calle denominada hoy Radio Murcia, fue el que se usó durante medio siglo.

 

Como narra el arquitecto Juan Carlos Cartagena en su memoria sobre la rehabilitación del Casino llevada a cabo entre 2006 y 2009, estas instalaciones primigenias fueron ampliadas a base de ir comprando nuevo inmuebles y enlazando las sucesivas ampliaciones hasta desembocar en la Trapería. 

 

Fue con esta última ampliación, concluida con la edificación de la majestuosa fachada, como ya se ha indicado, en 1901, cuando se alcanzó la meta propuesta, con lo que el edificio ya no volvería a ser agrandado, a pesar de haber adquirido posteriormente nuevos inmuebles adyacentes y sin perjuicio de la adquisición de bienes muebles, las mejoras en la decoración y, paulatinamente, la adaptación del edificio a las tecnologías de los nuevos tiempos.

 

Fue en 1894 cuando los socios adquirieron el primero de los tres inmuebles con fachada a la Trapería que se consideraron precisos para llevar las estancias del Casino hasta la que ha oficiado siempre como calle Mayor de la ciudad de Murcia.

 

 

La obra, de considerable empeño, se acometió en tiempos de penurias y depresión tras la pérdida de los últimos vestigios del Imperio español en la guerra de Cuba y Filipinas contra Estados Unidos"

 

Fue Pedro Cerdán Martínez, a quien con el tiempo se dedicó la calle que comunica la Trapería con la antigua entrada al Casino, quien proyectó (y firmó), como queda referido, la nueva fachada en 1899, así como la unificación de todo el Casino, como indica Juan Carlos Cartagena, a excepción del lujoso salón de baile que quedó tal y como Berenguer lo había realizado en su momento.

 

La obra, de considerable empeño, se acometió en tiempos de penurias y depresión tras la pérdida de los últimos vestigios del Imperio español en la guerra de Cuba y Filipinas contra Estados Unidos. Los socios redujeron drásticamente los gastos y solicitaron un empréstito por importe de 80.000 pesetas, una novedad en los poco más de cien años de historia de la entidad, que nunca había acudido a otros fondos que no fueran los propios, derivados de las cuotas y del juego.

 

El proyecto de ampliación de Pedro Cerdán Martínez tenía que crear nuevos espacios en la nueva superficie disponible, que fueron el vestíbulo, las peceras, el patio árabe, las salas del semisótano y la sala de exposiciones de la planta superior y la fachada, a la vez que ensamblar lo nuevo con lo preexistente.

 

 

El Casino, en su primitivo emplazamiento, echó a andar el 10 de octubre de 1847, bajo la presidencia del primer ilustre murciano que dirigió la entidad, Juan López Somalo"

 

Cerdán consiguió que todas las estancias quedaran perfectamente conectadas, a la vez que se las dotó de la iluminación natural de la que carecían, mediante la construcción del pasaje este-oeste, perpendicular al inicial norte-sur, ambos con cubierta metálica recubierta de cristal, a modo de calle interior y distribuidor. 

 

Lejos quedaban ya los días en que el Casino de Murcia, en su primitivo emplazamiento, echó a andar. Sucedió el 10 de octubre de 1847, a las 12 de la mañana, bajo la presidencia del primer ilustre murciano que dirigió la entidad, Juan López Somalo.

 

A decir, de la crónica publicada por la prensa, “pronunció un discurso admirable por la valentía y originalidad de su estilo; por la ligereza con que recorrió, sin faltar a la exactitud, la historia de la civilización española; por su modestia en no hacer mención al hablar de los esfuerzos de las compañeros para dar cima a tan ardua empresa, de sus afanes, de sus desvelos, de sus incesantes trabajos; por la prudencia y decoro con que recordó el fin de todas las corporaciones científicas y literarias, cualquiera que fuera el interés que manifestaran sus miembros al inaugurarse”.

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