Vuelve esta semana a nuestros ayeres el infatigable periodista, escritor y escrudiñador en la historia local que fue Carlos García, como lo hizo hace ahora 50 años para agradecer al alcalde que hubiera respondido con una carta a la propuesta, hecha a través de las páginas de Línea, de recuperar el proyecto de remodelación de la plaza de San Agustin una vez que fue retirada la pérgola de la antigua Lonja, instalada en la actualidad en el barrio de San Basilio.
La acción que despejó aquel espacio urbano, y el proyecto de actuación sobre el mismo, fueron un objetivo planteado por Antonio Gómez Jiménez de Cisneros durante su mandato (1957-1964), pero quedó en el aire al dejar el ayuntamiento por ser nombrado gobernador civil de Logroño y de Granada.
Un elemento que siempre se persiguió para la nueva plaza fue un monumento a Salzillo, situado frente a la Iglesia de Jesús, de donde salen sus famosos pasos en la mañana del Viernes Santo. Una muestra de admiración y homenaje a un genio de la imaginería acaso redundante, por existir desde el Domingo de Pascua de 1899 la erigida en Santa Eulalia por el vecindario del castizo barrio, pero entendible, por tratarse de quien se trata y por estar determinado el emplazamiento por el del museo que alberga la obra del escultor murciano.
La escultura de la plaza de San Agustín llegó, pero muchos años después de que comenzara a hablarse de ella y, desde luego, en una versión que cabe suponer muy distante de lo que se les pudo pasar por la cabeza a quienes al ver despejada aquella extensa superficie, imaginaron como algo natural para honrar la memoria del dieciochesco artífice.
Tras la Guerra Civil, ya se había comenzado a valorar la posibilidad de trasladar el monumento de Santa Eulalia a San Agustín, pero se alzaron voces en contra"
Fue el autor, como puede que recuerden algunos lectores, Mariano González Beltrán, que concibió una alegoría en bronce que figura un ser alado con unas gubias en la mano que mira hacia el Museo Salzillo, y fue escogido el año 2007, hará mañana 18 del acto inaugural, por conmemorarse a lo largo del mismo el segundo centenario del nacimiento del autor de la Dolorosa y el Ángel de la Oración, entre otras muchas efigies dignas de mención.
Tras la Guerra Civil, ya se había comenzado a valorar la posibilidad de trasladar el monumento de Santa Eulalia a San Agustín, pero se alzaron voces en contra, con buen criterio, ya que no era de justicia hacer de menos la iniciativa de erigirlo que los vecinos habían desarrollado medio siglo atrás.
Y fue en 1949 cuando el escritor Leopoldo Ayuso expuso en el diario Línea la necesidad de eliminar la lonja que ocupaba el centro de la plaza del antiguo convento de los agustinos, hoy parroquia de San Andrés, y embellecer aquél terreno ajardinándolo y colocando en él la estatua a la que nos venimos refiriendo.
La Lonja fue construida en el año 1910, por lo que, 40 años después, ni era vieja ni hacía temer por su solidez"
Ante todo, denunciaba quien fue presidente de la Asociación de la Prensa la necesidad de construir una moderna Lonja “con las condiciones de amplitud y de acomodo de servicios que está exigiendo nuestra población, especialmente agrícola, desde hace muchos años”.
La Lonja fue construida en el año 1910, por lo que, 40 años después, ni era vieja ni hacía temer por su solidez, pero fue construida en un tiempo muy diferente, y lo cierto era que la ciudad había crecido más que notablemente, pasando en ese tiempo de 125.000 a 218.000 habitantes, lo que llevaba consigo también un gran aumento de los suministros precisos.
La segunda parte, puesto de manifiesto lo inadecuado de la Lonja existente y de su emplazamiento, sería someter a la plaza restante a una remodelación que pusiera de relieve la importancia de dos grandes y valiosos edificios, como lo eran sin duda la citada Iglesia de Jesús y la lindera de San Andrés (antes de San Agustín, como ya se explicó en estos ‘ayeres’).
Afirmaba Ayuso que, desaparecida la pequeña e insuficiente Lonja, por inservible ya en aquel año 1949, había de ser la plaza objeto de especial cuidado por parte del Ayuntamiento, completándose la urbanización de la misma que por entonces se llevaba a efecto, y pavimentando en las mismas condiciones su superficie con unas "espléndidas aceras” que guardaran proporción con el conjunto.
En el centro habría de construirse “un jardín murciano jugoso y verdeante”, y sobre este jardín, “por ser el centro de esa plaza el más digno lugar para el tributo amorosísimo de Murcia", el monumento a nuestro escultor Salzillo"
En el centro habría de construirse “un jardín murciano jugoso y verdeante, donde la flora murciana exhiba permanentemente su riqueza embriagadora”, y sobre este jardín, “por ser el centro de esa plaza el más digno lugar para el tributo amorosísimo de Murcia, el monumento a nuestro escultor Salzillo, convocando para su realización un concurso de carácter nacional”.
Pocos días después, fue el entonces presidente de la Cofradía de Jesús, Emilio Díez de Revenga, quien a requerimiento de La Verdad expuso, entre otras cosas que la plaza precisaba de “amplitud para el público y para el desenvolvimiento de la procesión”, y tras explicar las dificultades que llevaba consigo en aquellos tiempos la salida y la recogida de la procesión, por la aglomeración de público, requería de la futura plaza la buena visibilidad desde todos sus ángulos. “Jardines bajos, aunque con algunos desniveles que permitieran el estacionamiento del público en distintos planos”.
Sobre el monumento a Salzillo, el presidente de la cofradía que conserva y luce sus ocho pasos afirmaba que lo concebía que algo debido que, al tiempo, había de ser algo “sencillo, porque está tan cerca su obra que no necesita más que una demostración perdurable de la gratitud de su Patria para enaltecerlo”. Y concluía: “la importancia del mismo no deberá medirse por su altura ni por su volumen, sino por su belleza, por el ambiente que lo rodee y por su belleza y riqueza de los materiales en que se construya”.
Esos eran los sueños de dos ilustres murcianos en el comedio del siglo XX. La materialización de los mismos tardó en llegar y, como apuntaba antes, no se parece demasiado a lo planteado. Los lectores de estos ayeres habrán de juzgar si para bien o para mal.