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Como ayer

Los Belenes murcianos que conquistaron el mundo

"En los talleres de Murcia se conservaban los secretos de aquella entrañable artesanía, y miles de moldes"

Publicado: 04/12/2025 ·06:00
Actualizado: 04/12/2025 · 06:00
  • Torre de los Ayllón o Casa del Reloj, de Puente Tocinos que se convirtió en la Casa del Belén en 2013.
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Siendo cierto que los primeros belenes municipales y las iniciales iluminaciones navideñas se inauguraban en las mismísimas vísperas del 25 de diciembre, con el paso del tiempo se fue avanzando en dirección contraria al calendario para trepar por el camino del Adviento hasta la Purísima y saltando ahora fuera del marco de ese tiempo de preparación para el Nacimiento de Jesús.

La verdad es que ya se veía venir cuando los operarios comenzaron en octubre a colocar adornos luminosos en las calles, y vinieron a confirmarlo los munícipes cuando anticiparon oficialmente el encendido al fon de semana anterior al comienzo del Adviento, apoyando el adelanto al deseo de crear un ambiente favorable para lo que llaman Black Friday, que ha sido el 28 de noviembre, pero ya se estira, a su vez, durante toda la semana, y que igual queda mejor, incluso, enlazando con el Halloween, con lo que nos quedaría un espléndido Black Month, o mes negro en lengua entendible.

Lo cierto es que nuestra Hoja del Lunes de 1975 ya hablaba de belenes el día 1 de diciembre, segundo del Adviento entonces y ahora, con un titular llamativo y contundente: "Belenes por valor de 25 millones ha hecho Murcia este año". Los 25 millones, de pesetas, claro.

 

Se decía que uno de ellos albergaba, por sí solo, unos 18.000 moldes, y que algunos databan del siglo XIX"

 

Eran entonces una decena, taller arriba, taller abajo, los que se encargaban de hacer la provisión de nacimientos a los demandantes, y temían no poder atender la cantidad de peticiones que habían recibido. A razón de una decena de trabajadores por taller, el total de los ocupados en este oficio artesano era de un centenar. En los talleres se conservaban los secretos de aquella entrañable artesanía, y miles de moldes. Se decía que uno de ellos albergaba, por sí solo, unos 18.000, y que algunos databan del siglo XIX.

La cifra de 25 millones en ventas que proclamaba el titular se derivaba de la sencilla operación de multiplicar el coste aproximado de una pieza, cifrado en 250 pesetas, por el número de piezas que se habían fabricado, unas 250.000. Desde el Gremio de Artesanías Varias, que agrupaba a los belenistas, apuntaban que se podía encontrar un nacimiento por 200 pesetas, pero “siempre que sea muy pequeño y no excesivamente artístico”, pero que era frecuente hallarlos de entre 2.000 y 4.000 pesetas, llegando los más caros a las 20.000 o más. Una cuarta parte de la producción se exportaba al extranjero, la mayor parte a Hispanoamérica.

A falta de una feria de artesanía, como la que ocupará desde hoy el Paseo de Alfonso X el Sabio, los belenes se ponían a disposición del público en sencillos puestos callejeros, como relataba por aquellos días Carlos Valcárcel: “Es, precisamente, la plaza de San Bartolomé el lugar preferido de los ambulantes vendedores de tan simpática mercancía. Allí se montan y desmontan, cada día, estos puestos de faldilla blanca, sobre los que de modo abigarrado se sitúan las figuras de barro cocido y policromado”.

 

En 1976 cerró forzosamente el belén de Manuel Nicolás Almansa, nombrado Artesano del Año en 1972, debido a un incendio que lo destruyó por completo"

 

Pese a la alta demanda, se veía improbable, tanto la ampliación de los talleres existentes, por su condición casi familiar, como la aparición de otros nuevos. Más bien, el envejecimiento de los maestros belenistas hacía previsible la desaparición de alguno de los que funcionaban hace medio siglo.

Precisamente, solo unos meses más tarde, en el mes de mayo del año siguiente, cerró forzosamente uno de ellos, el de Manuel Nicolás Almansa, nombrado Artesano del Año en 1972, debido a un incendio que lo destruyó por completo.

Las llamas consumieron todo cuanto se encontraba en el amplio local de trabajo y el almacén. El fuego destruyó figuras de belén, moldes y multitud de materiales por valor de unos dos millones de pesetas. Al parecer fue un cortocircuito lo que ocasionó el incendio. Entre las curiosidades del suceso, el hecho de que el artesano belenista se encontraba en La Condomina, viendo jugar al Murcia, cuando le avisaron de lo que sucedía por la megafonía del campo y que acababa de suscribir un seguro de su taller gracias a la insistencia de un amigo.

Ese mismo año, el tradicional Belén municipal, que se instalaba por entonces en la Glorieta, frente al Ayuntamiento, no estuvo a cargo de un solo artesano belenista, como venía siendo costumbre por entonces. En esa edición, se planteó una exhibición colectiva con la participación de 80 artesanos que se distribuyeron los distintos grupos y piezas que conforman el belén. Esta muestra colectiva permitiría contemplar de una sola vista panorámica más de 150 figuras realizadas por artesanos belenistas que firmarían sus obras para testimonió y recuerdo.

Porque el complemento de este belén colectivo sería que a su terminación pasarían las piezas a formar parte de un museo que se preparaba bajo los auspicios del maestro mayor artesano, Fernández Espejo.

Al incendiado taller de Manuel Nicolás Almansa se le otorgó la responsabilidad y el alto honor de crear el corazón del Belén, o lo que es igual, las piezas que compondrían el Nacimiento.

Según los belenistas, las 150 piezas que compondrían el monumental belén al aire libre sobrepasaría las 400.000 pesetas, pero todos ellos donarían sus piezas para ser expuestas, primero en la Glorieta y pasada la Navidad en el proyectado museo. Y es que hubo un tiempo en que no todo funcionaba a golpe de talonario

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