Opinión

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El eurocristiano tibio

La sinrazón de la moción de censura

"La moción fracasaría y Sánchez, que ahora parece debilitado, saldría muy reforzado porque quedaría claro que sigue contando con los mismos apoyos que lo hicieron presidente"

Publicado: 07/12/2025 ·06:00
Actualizado: 07/12/2025 · 06:00
  • El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso.
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En estas fechas prenavideñas diversas voces se han alzado para exigirle a Feijóo que presente una moción de censura al presidente Sánchez con el objetivo de anticipar las elecciones nacionales. En este Tibio argumentaré que sería un grave error presentar esa moción. Lo básico es comprender la situación política del independentismo catalán, uno de cuyos dos componentes parlamentarios, Juntos por Cataluña, sería decisivo. Para empezar, los separatistas catalanes se han dado cuenta de que Cataluña no se segregará de España, sumándose así a larga lista de las formaciones políticas que se vieron forzadas a aceptar que no lograrían sus objetivos máximos. En la historia reciente esa lista la inauguraron los miembros de la Falange Española fundada por José Antonio Primo de Rivera. No solo tuvieron que asumir que su jefe había sido encarcelado y fusilado por los republicanos, sino que el general Franco los obligó a fusionarse con la Comunión Tradicionalista, de origen carlista, y las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas. Así, la FET de la JONS se convirtió en el Movimiento Nacional, que duró hasta la ley de Reforma Política de 1977. A pesar de ese largo intervalo, nunca realizaron plenamente su utópica revolución nacional-sindicalista.

Algo parecido les ocurrió a los miembros del Partido Comunista de España. No solo perdieron la guerra civil, sino que los pactos de colaboración militar de los gobernantes franquistas con los estadounidenses los obligaron a asumir que los países democráticos no derrocarían la dictadura. Para colmo, en las primeras elecciones democráticas, celebradas en 1977, solo obtuvieron una veintena de diputados, muchos menos que los socialistas, que apenas habían contribuido a la oposición al franquismo y habían pactado con los reformistas provenientes del franquismo retrasar al máximo la legalización del PCE. En pleno declive electoral, Julio Anguita capitaneó la constitución de la Convocatoria por Andalucía. Al poco nació Izquierda Unida y de ahí que compareciese a las elecciones andaluzas bajo las siglas de IU-CA. Por entonces Anguita elaboró su teoría de las dos orillas: en una orilla política se encontraba IU y en la otra orilla estaban tanto Alianza Popular como el PSOE. No había que establecer pactos en función de las siglas, sino en función de los contenidos. No obstante, al final se impuso la línea de Rosa Aguilar: “No dejaremos por acción, ni por omisión, que gobierne la derecha”. Se abandonaba la política de las dos orillas y se adoptaba la de pactar exclusivamente con el PSOE. Así se formaron los primeros gobiernos andaluces de coalición entre los socialistas y los comunistas. Un emergente Antonio Maíllo, un profesor de Latín que había ayudado a conformar IU-CA y se había integrado en el PCE, fue nombrado director general de Administración Local. Ahora, como candidato de IU a la presidencia de la Junta de Andalucía, ha dejado claro que no seguirá la línea de las dos orillas. No se conforma con ejercer de oposición, sino que quiere gobernar en Andalucía, para lo que tendría que coordinarse con los socialistas, como ya hizo a nivel nacional. De hecho, ha elogiado el papel que los representantes de su formación, como la ministra Sira Rego, están desempeñando en el Gobierno de coalición español.

 

No han dejado de considerarse separatistas, sino que, en vez de sacar a Cataluña de España, ahora aspiran a expulsar a España de Cataluña"

 

El hueco dejado por IU fue rellenado por el primer Podemos. Su primer lema no era más que una formulación menos elegante de la teoría de las dos orillas: “¡PSOE, Pepé, la misma mierda es!”. Capitaneados por Pablo Iglesias, su aspiración inicial, “el cielo se toma por asalto”, no se basaba en pactar con los socialistas, sino en desbordarlos por la izquierda. Pero, al igual que había ocurrido en IU, finalmente se impuso la línea pactista y aceptaron formar parte del primer Gobierno español con ministros comunistas desde la República. Hicieron la ley de solo sí es sí, pero no la revolución comunista a la que aspiraban. Una vez que la oportunista Yolanda Díaz prescindió de los ministros de Podemos, sus representantes formaron su propio grupo parlamentario, pero no recuperaron la línea de las dos orillas. Más bien Ione Belarra propuso al PSOE que se radicalizase (todavía más) para "reventar a la derecha”. Y podríamos sumar a la lista de frustrados a los dirigentes de Ciudadanos. Tras ganar las elecciones catalanas, no pudieron gobernar porque no los apoyaron los socialistas catalanes, que no son separatistas, pero tampoco españolistas. Llegaron a acuerdos con el Partido Popular en varias regiones y luego presentaron una fracasada moción de censura en Murcia contra el gobierno del que formaban parte. Desorientados, perdieron apoyo electoral y ahora su partido apenas existe.

Pues bien, unas trayectorias similares llevan los partidos separatistas catalanes. Una vez culminado el proceso separatista emprendido en 2012 con la celebración del referéndum de 2017 y la inmediata proclamación de independencia, las bases contemplaron abrumadas cómo algunos de sus líderes eran encarcelados y los demás huían a Bélgica. Todavía más desconcertante, muchos de ellos colaboraron en la aplicación del artículo 155 de la Constitución que habían acordado los peperos con los socialistas. Y el golpe moral definitivo fue constatar que, en contra de lo que esperaban, ningún gobierno de la Unión Europea reconocía su referéndum, ni su declaración se independencia. Sus gloriosos lemas, como “tenemos prisa”, “lo tenemos a tocar” o “Europa nos mira”, se tornaron cenizas. Ahora no solo saben que no se segregarán, sino que sospechan que sus líderes los engañaron, y de ahí la pujanza de la nueva Alianza Catalana.

Pero nadie se engañe: no han dejado de considerarse separatistas, sino que, en vez de sacar a Cataluña de España, ahora aspiran a expulsar a España de Cataluña. Y, lamentablemente, para lograr ese objetivo cuentan con la complicidad de los Comunes, de Sumar y de IU, todos ellos grupos plurinacionales, y también de los socialistas catalanes. Varios de los objetivos más decisivos de los separatistas, como imponer la inmersión lingüística, controlar la inmigración o recaudar y gestionar todos los impuestos, están a su alcance porque Yolanda, Urtasun e Illa los apoyan. Y los separatistas saben que el PP nunca se los concedería, so riesgo de implosionar y dejar definitivamente abierto el campo a Vox. Por tanto, en caso de que Feijóo presentase la moción de censura, no solo los comunistas apoyarían a Sánchez, sino también todos los separatistas. La moción fracasaría y Sánchez, que ahora parece debilitado, saldría muy reforzado porque quedaría claro que sigue contando con los mismos apoyos que lo hicieron presidente. También es vana la idea de que la moción al menos serviría para “desenmascarar” al PNV o a Juntos. Eso solo pueden pensarlo los que no lean le prensa separatista e ignoren que las bases de esos partidos se sienten mucho más próximas a los socialistas que a los populares. En resumen, los que defienden la moción de censura no entienden la situación política española o bien, aunque finjan ir contra Sánchez, quieren perjudicar al PP. Esa es la pura realidad.  

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