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El eurocristiano tibio

La OPA: ganan los emotivos y pierden los astutos

"Se habían preparado las condiciones para que la OPA del BBVA no fuese vista como una mera operación financiera, sino como un asalto al sistema bancario catalán"

Publicado: 19/10/2025 ·06:00
Actualizado: 19/10/2025 · 06:00
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La noticia financiera de la semana ha sido el fracaso de la Oferta Pública de Adquisición (OPA) que el BBVA lanzó sobre el Banco de Sabadell. Una vez que Josep Oliú, el presidente del Sabadell, le comunicó a Carlos Torres, presidente del BBVA, que no aceptaba la propuesta, la OPA se convirtió en hostil. Ahora los dirigentes del BBVA tenían que convencer a los accionistas del Sabadell que aceptasen la OPA. Como es sabido, el Gobierno español, el Gobierno catalán, los sindicatos y los partidos separatistas catalanes se opusieron desde el primer momento a la OPA. ¿Con qué motivos? Esencialmente, emocionales.

En octubre de 2017 el Banco de Sabadell había trasladado su sede social desde la ciudad catalana de Sabadell, la ciudad donde nació en 1881 y donde había permanecido desde entonces, a Alicante, una ciudad perteneciente a la Comunidad Autónoma de Valencia. Aunque no lo confesaron, el motivo de sus dirigentes era evitar la profunda inestabilidad asociada al proceso separatista catalán en marcha. Pues bien, en una jugada maestra, en enero de 2025 el Banco de Sabadell decidió que su sede social retornase a su ciudad de origen. Adujeron que ya se habían disipado los motivos del anterior traslado, pero lo que realmente se perseguía era restablecer la conexión emocional entre el banco y los numerosos empresarios y políticos catalanes que no eran españolistas. Desde luego, Oliú logró plenamente ese objetivo. Desde el presidente socialista Illa al dirigente separatista Puigdemont, los elogios al retorno se amontonaron en las filas catalanistas.

Se habían preparado las condiciones para que la OPA del BBVA no fuese vista como una mera operación financiera, sino como un asalto al sistema bancario catalán. Muchos accionistas ya no evaluaban si les convenía la fusión de ambos bancos desde el punto de vista económico, sino desde el sentimental. Y, una vez más, las emociones triunfaron en los soberanistas sobre la fría racionalidad. Solamente el 25% de las acciones aceptaron la OPA, con lo que la operación fracasó al no haber alcanzado el mínimo del 30% que se habían fijado los proponentes. Se había perdido la oportunidad de crear un banco de mayor tamaño, más potente y posiblemente más rentable al reducir los gastos asociados a las duplicidades de oficinas en los mismos territorios. Se había ganado la continuidad de un banco muy vinculado a las pequeñas empresas catalanas y que simbolizaba el omnipresente deseo de las fuerzas políticas soberanistas y separatistas de establecer barreras con el resto de España. La loable idea de “entre todos lo haremos todo” significaba en realidad la deplorable idea de “nosotros solos los haremos todo".

 

La segunda jugada maestra de Oliú fue difundir la idea de que, si la OPA no lograba el 50% de los derechos de voto, el BBVA se vería obligado a lanzar una segunda fase con una oferta más atractiva"

 

 

Esa ha sido una de las dos fuentes del fracaso de la OPA. La otra fuente no ha sido emocional, sino especulativa. La segunda jugada maestra de Oliú fue difundir la idea de que, si la OPA no lograba el 50% de los derechos de voto, el BBVA se vería obligado a lanzar una segunda fase con una oferta más atractiva. En vez de dar una acción del BBVA por cada 4,83 del Sabadell tendrían que ir a un cambio todavía más ventajoso para los que lo aceptasen. Desde esa perspectiva, lo astuto era esperar. Que primero adquiriesen las acciones del BBVA los más impacientes y después llegarían los más astutos a lucrarse en la segunda fase. Después de todo, ya años atrás Artur Mas había preconizado la idoneidad de la astucia para vencer al gigantesco, pero torpón, Estado Español. El resultado fue que los más radicales desplazaron al astuto Mas de la Presidencia de la Generalidad y su sucesor, el egocentrista Puigdemont, tuvo que fugarse valientemente a Waterloo, donde todavía permanece a fecha de hoy. A pesar de esos inquietantes precedentes, Oliú había diseñado su artimaña tan bien que incluso los fondos de inversión, repletos de cerebritos financieros, picaron el anzuelo. El problema fue la artimaña estaba excesivamente bien diseñada, lo que acarreó que proliferasen en tal cantidad los astutos que dejaron en absoluta minoría a los racionales. Y, claro, la OPA fracasó y los numerosos astutos se quedaron con la miel en los labios.

Al poco de hacerse oficial que la OPA no había logrado sus objetivos las acciones del BBVA subieron fuertemente en las Bolsas y las del Sabadell bajaron de forma leve, pero significativa. ¿Por qué esas paradójicas reacciones? Porque la oferta del BBVA no había sido tan rácana como preconizaban los astutos y, en consecuencia, el fracaso de la OPA se había traducido, al menos transitoriamente, en una mejora de las expectativas de rentabilidad del banco adquirente. En paralelo, el Banco de Sabadell había empezado a constatar las consecuencias de lo que un británico habría llamado “un magnífico aislamiento”. Cual pareja de recién casados tras los festejos nupciales, sus dirigentes ya podían gritar “¡Por fin solos!” Y llevaban razón, pero los bolsistas sabían muy bien lo que eso significaba: conservación del moderado tamaño del banco, necesidad de contemporizar con los caprichos de los políticos soberanistas y separatistas, confinamiento en un territorio restringido que probablemente no disfrutará de un cupo fiscal a la vasca… Reacción: acciones a la baja. En resumen, un triunfo de Oliú y un fracaso de los astutos y, probablemente, del propio Banco de Sabadell. Del futuro de Carlos Torres ni hablamos.

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