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Incendios en León: tan lejos de la política, tan cerca de la sociedad rural

"La sensación de que esto ya ha ocurrido en otros lugares es una certeza: en la Comunidad Valenciana con la DANA, en la Región de Murcia con la crisis ecológica del Mar Menor"

Publicado: 20/08/2025 ·06:00
Actualizado: 20/08/2025 · 06:00
  • Un bombero forestal observa el incendio en el Puerto de San Glorio, León.
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Veranear es un verbo que recoge vivencias inolvidables. Su uso y origen lingüístico es eminentemente español. Evoca casi siempre las vacaciones de la infancia ligadas a un lugar. Podríamos rimarlo con pueblear, callejear o festejar. En la época actual, esta costumbre ligada al calendario vacacional “tradicional”, marcado por la agenda educativa, está quedando como un lujo con la incorporación al mercado laboral de ambos progenitores y la machacona insistencia en pasar las vacaciones troceadas para exprimirlas al máximo, no “aburrirse” en el mismo sitio, aumentar el número de países y lugares visitados y no sé cuántos clichés que revierten en unas vacaciones estresantes, de recarga incompleta, y en un reinicio casi constante del ritmo de trabajo.

El caso es que estaba al inicio de mi veraneo cuando, en un bar donde “echaba un corto” comenzó a tratarse el grave tema de los incendios en León, además de en otros lugares. Con el paso de los días, esas conversaciones se convirtieron en el tema principal y comenzaban a llegar acompañadas de humo y cenizas según soplaba el viento. Ambos compañeros del fuego viajaban a más de 145 km en el territorio leonés, de oeste a este. Tan lejos, tan cerca.

Cerca es donde el espeso sotobosque queda cubierto de maleza seca este estío voraz, en los lugares donde antes el ganado y las hoces abrían claros. Cerca es también el hecho de que las personas que moran en los pueblos, que salpican la inmensidad de este hermoso territorio, son parte indisoluble del mismo. Igual que el monte, los ríos o los campos de cereal. Sus voces se alzan como realidades diáfanas de los lugares que son maltratados en los repartos de bienes y servicios, en las políticas de masas, urbanitas y generalistas.

 

Comienzo estas líneas al día siguiente en una tarde plomiza con temperaturas récord en toda España"

 

Somos un país heterogéneo y cada comunidad autónoma tiene su idiosincrasia, con distintas prioridades y necesidades de inversión, ya sean económicas, medioambientales, culturales o sociales. Por este motivo, los gobiernos autonómicos tienen su razón de ser en un conocimiento profundo del territorio ¿A cuento de qué existen las autonomías si finalmente es el Gobierno central, suponiendo que esté a lo que tiene que estar, el que debe saber y actuar en primera instancia? ¿Para recaudar al estilo de la solicitud de Cataluña? ¿Dónde quedan las personas y la riqueza de cada comunidad que hacen este país? 

Para aprobar un examen hay que saberse los temas que preguntan. Si te estudias otros, suspendes. Pues bien, para minimizar y evitar los incendios hay que saberse todos los temas: el de la normativa, el del conocimiento del medio natural del lugar, el del cambio climático, el de los usos del suelo y el de la sociedad que habita la zona. Si quieres tener un resumen porque tanta materia no puedes procesarla a tiempo, pídeselo a la sociedad rural vinculada al lugar. Al pequeño municipio. La pirámide invertida, que dicta normas y reparte personal y servicios desde un despacho en el quinto pimiento, no se sabe ni la mitad del temario. Y, ¿qué es lo peor? Pues que pasa también del resumen. Y así se llega a la cara de susto por el suspenso y empiezan a revisar el examen con el partido de las competencias. Así, en el campo de los medios de comunicación se asoman los equipos de la cosa política dándole al maldito balón que nunca pincha, el que contiene las competencias de cada administración, para que circule sin descanso y disimule su mediocridad e incapacidad. La sensación de que esto ya ha ocurrido en otros lugares es una certeza: en la Comunidad Valenciana con la DANA, en la Región de Murcia con la crisis ecológica del Mar Menor. Exactamente el mismo patrón de denuncia ciudadana ante el hartazgo frente a la gestión política de la catástrofe, en este caso la tremenda situación de España en llamas.

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Pero además, hay un catalizador necesario que promueve la virulencia y propagación de los incendios que es el cambio climático, calentamiento global o como quieran llamarlo. Tomarlo a broma es como instalarse en la Divina Comedia y sus tres mundos imaginarios. Pirómanos o accidentes humanos aparte, que siempre han existido y existirán, este catalizador obliga a un cambio total en los protocolos, en la formación de los medios humanos y en la dotación de los medios materiales. No se trata solo de cómo se ha originado el fuego, sino de la dificultad extrema de su control. Puesto que han cambiado las condiciones, tanto por el material de combustión disponible, asunto este que enlaza con el abandono rural, como por las condiciones meteorológicas. Por descontado, como en todos aquellos desastres que tienen un componente medioambiental, el grave impacto sobre la población y el ecosistema se debe a la falta de prevención, la oveja negra de cualquier inversión, la parte maquillada hasta sepultarla.

 

Soportamos confrontaciones políticas batallando por la versión que tenga más votantes, sea o no aquella que acontece"

 

A las 16:32h del 16 de agosto veía la columna de humo negro en el horizonte cercano. Ya había llegado a los móviles ubicados en la provincia la alerta por incendios. Canalejas (Almanza, León) se perfilaba entre llamaradas. Calaveras de Abajo, y también de Arriba, estaban expectantes. Desde Villaverde de Arcayos observábamos el horizonte. Más columnas, viento seco, humedad inferior al 30%, temperaturas superiores a los 30ºC. La “regla del 30” de la que nos libraría, de momento, la dirección del viento. El incendio pasó rápidamente de nivel 1 al 2 y se procedió al desalojo preventivo de hasta cinco pueblos que luego fueron más según corrían las noticias. Los primeros en pasar por delante de mi puerta fueron vecinos en sus tractores siguiendo a una voz interior que solo se escucha si conoces la realidad. Del lugar, de la situación, de los medios. Iban raudos a hacer cortafuegos y proteger los pueblos, convocados por el instinto de supervivencia y de defensa de lo que se ama. Helicópteros, técnicos forestales, vehículos de la Junta, de Tragsa, bomberos y emergencias, de la UME y su maquinaria pesada, Guardia Civil, Emergencias, desfilaban apremiantes. El fuego se fue desplazando en dirección Guardo, a la Montaña Palentina.

Comienzo estas líneas al día siguiente en una tarde plomiza con temperaturas récord en toda España. El cielo tan azul de esta zona y el sol están enturbiados por una bruma que procede de la combustión brutal. Cuando cae la noche destellan las luces azules, amarillas o anaranjadas de los vehículos que vienen y van del incendio vecino. Las cifras han sido publicadas, de pueblos evacuados, de hectáreas quemadas. Cambian cada día, con el viento. Enormes, inenarrables. Entremedias, soportamos confrontaciones políticas batallando por la versión que tenga más votantes, sea o no aquella que acontece. Incendios ficticios del poder. Tan lejos.

Afortunadamente, hay algo inmutable frente a la adversidad, incombustible frente a las llamas. Algo que permite a los vecinos apoyarse y levantarse, y también mirar hacia el horizonte encendido con determinación: la fortaleza y solidaridad de una sociedad rural activa que mantiene vivo su territorio.   

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