Pero no para hoy, ¡menudo chiste!... Para el mes que viene. Y es que esto de salir a tomar el aperitivo o intentar picar algo por la noche se ha convertido en un auténtico infierno. ¿Dónde está la improvisación? ¿dónde queda la magia de la aventura?
Ahora salir a comer requiere de una meticulosa planificación, que ni en las previsiones que le das a tu jefe para el cierre de año has hecho en tu vida un trabajo igual. Primero, cuadra agenda con los amigos (otro trabajo de chinos): ¡Uy, claro, cuando quieras, no tengo nada! Pero luego la realidad es bien distinta porque en cuanto empiezas a proponer: justo ese sábado no, que tengo el ochenta cumpleaños de mi suegra; ese tampoco porque nos vamos de fin de semana romántico que mi Paco lo tiene cogido desde Reyes; ¡ay! Ese tampoco puedo, no me acordaba que compramos entradas en dos mil veintitrés para ver el concierto de Drilo el Cocodrilo... ¿Perdona? ¡Si Martita usa ya una cien de sujetador! ¡Igual se le ha pasado el arroz de ir a ver los payasos! Claro, eso pasa por tener que planificar todo con tanto tiempo..., que terminas perdiendo el norte.
El caso es que si decides fluir, más vale que lleves muy trabajado de casa el mindfullnes, porque puedes terminar más cabreado que una mona, además de sin comer, por supuesto.
Esa mirada de superioridad del camarero cuando te pregunta ¿tenía reserva? Un no casi inaudible, sale entre tus dientes, haciéndote sentir la persona más pequeña del mundo. Por lo que empiezas a peregrinar de garito en garito, que cuando te vas a dar cuenta estás en el Centro de Mayores de Patiño y te han convalidado la primera etapa del Camino de Santiago, de manera que llegas y la mesa es lo menos: Disculpe, ¿me sella?
Aunque a ti te encante fluir, siempre hay alguien en el grupo que le gusta tenerlo todo controlado"
Lo mejor es que, aunque a ti te encante fluir, siempre hay alguien en el grupo que le gusta tenerlo todo controlado (el auditor). Ahora sí que sí, puedes hacer cuerpo muerto pues es seguro que no lo podrá evitar y sin que nadie se lo pida se encargará él. Ha llamado a cinco sitios, movido a todos sus contactos y ajustado la hora mejor para que todos lleguen a tiempo. Caso cerrado.
Pero no, porque al igual que tú eres como los ríos de Jorge Manrique que inexorablemente vas a dar a la mar, es decir, que donde te digan ahí estarás sin pensar, hay otros que son lo que yo llamo amigos salmón, que tienen que ir de la mar al río. Vamos que nada les parece bien y no contentos con ello, lo ponen en el grupo de Whatsapp. Así que el auditor, mosqueado, cancela la reserva y le dice al salmón que se encargue él. ¡Ay, Dios! Si no sabes torear Manolete ¿¡pa qué te metes?! Porque, dicho sea de paso, el salmón se caracteriza por no proponer soluciones, sólo criticar y quejarse, sin valorar el esfuerzo ajeno que en el caso que nos ocupa, no es moco de pavo.
Intentar coger una reserva on line, también tiene su enjundia. La última vez me resultó hasta divertido. Llegó un momento que aquello parecía el juego de La Oca: tú te plantas en la casilla de salida que es hoy y empiezas a moverte por el tablero que es el calendario virtual: de sábado a sábado y tiro porque está todo petado. De domingo en domingo y tiro porque no encuentro chiringo. Hasta que por fin ¡hueco a las tres!... Aunque, bien pensado quizá no. Probablemente en dos mil cincuenta y ocho esté criando malvas.
Es de este modo señores como nos hemos vuelto esclavos de las nuevas tecnologías, las recomendaciones de los influencers que nos manipulan a su antojo y de la ansiedad por ser el primero en probar la última Estrella Michelín. Pero donde no fallas es en casa de tu madre: siempre hay mesa, buen servicio y una comida para chuparse los dedos. Y usted ¿dónde come hoy?
Gracias por su lectura.