Antes de vomitar palabras, les invito a que acompañen esta lectura con la canción Extremismo mal, de Ojete Calor.
Vamos a ello. El tiempo que ha transcurrido desde el último número de la revista hasta que toca mandar el siguiente artículo ha dejado, entre otras cosas, una dura condena a un expresidente de la Generalitat y un líder de la izquierda acusado de machismo tóxico (si no más, ya veremos). Lo llamativo es que nuestra capacidad de sorpresa es mínima, desgraciadamente. Y llamativo es ver cómo la izquierda y la derecha afrontan episodios similares con distintas soluciones.
El caso de Íñigo Errejón es paradigmático. No tardó mucho la derecha en sacar el hacha para señalar, con saña, que el número dos o referente de Sumar era todo aquello con lo que la izquierda ha hecho bandera en ámbito del feminismo. Es más, metieron en el saco a José Luis Ábalos y a Errejón. «Los promotores del autodenominado gobierno más feminista de la historia tuvieron como 'números 2' a Ábalos y Errejón», señalaban, dejando caer que uno y otro eran… Bueno, mejor lo dejo a su imaginación.
El caso es que la izquierda, una vez se hicieron virales las denuncias, decidió zanjar el asunto con la marcha del niño pródigo. Intolerable hubiera sido mantenerlo para el electorado que, en este ámbito ideológico, no perdona ni la corrupción ni comportamientos de este tipo.
En esto la derecha es más liviana. No digo machista, sino de reacción diferente. El ejemplo lo tenemos en casa. Recuerden que Vox presentó a Carlos Flores como candidato a la Presidencia de la Generalitat valenciana, y una vez se sentaron a negociar el pacto de gobierno, el PP se sintió incómodo de hacerlo con un condenado en 2002 por un delito entonces considerado de violencia familiar, pero que hoy quedaría claramente dentro de los considerados como violencia machista. Lo que derivó en la salida de Flores, pero hacia el Congreso. Premio para el catedrático. Nada de repudiarlo. Seguramente porque la derecha que madruga pero lo justo (véase al concejal Juanma Badenas, el de Vox en València) sabe tratar a los suyos. Y sabía lo de la condena cuando le incorporaron, porque esto no era muy público pero se sabía. A lo mejor en Mas Madrid y Sumar también sabían lo de Errejón, y callaban. A lo mejor. Algo que me recuerda a lo que pasaba en el PP con el condenado Rafael Blasco. Que supuestamente todos sabían cómo volaban sobres y, presuntamente, todos, miraron hacia otro lado. Bueno, o con Zaplana, el campeón.