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CUANDO NO HABÍA STREAMING

Mr. Bean, la mímica del desastre

MURCIA. Mientras cursaba sus estudios de ingeniería eléctrica en la Universidad de Oxford, Rowan Atkinson recibió una petición: que diese una pequeña función en el teatro de la universidad. Contaba con poco margen y no sabía muy bien qué hacer ni qué escribir. Hasta que se miró en el espejo y comenzó a hacer muecas. La noche que actuó ante los estudiantes se dio cuenta de que sus ojos saltones, su prominente nariz y sus marcadas cejas eran una excelente herramienta para hacer reír a la gente. El personaje de Mr. Bean nació aquella noche. A principios de los ochenta, Atkinson empezó a trabajar en la televisión británica, en el programa cómico Esto no son las noticias de las nueve. Allí conoció al autor teatral y monologuista Ben Elton y al director y guionista Richard Curtis, futuro artífice de comedias como Cuatro bodas y un funeral o El diario de Bridget Jones. Con ellos escribiría y desarrollaría los primeros capítulos de la serie cómica británica más popular de la historia de la televisión: Mr. Bean.

El 1 de enero de 1990, los telespectadores británicos que sintonizaron el canal ITV se toparon con un adulto feo y desgarbado, incapaz de abordar cualquier situación cotidiana como el resto de sus semejantes. Mr. Bean apenas hablaba y, cuando lo hacía, era usando una pronunciación casi ininteligible, tal como hacía en sus intervenciones en Esto no son las noticias de las nueve (su intervención en el sketch The man who loved toilets es hilarante). 

El rey del absurdo

Durante los años, Atkinson ha definido a su personaje con distintos argumentos. En una ocasión dijo que era un anarquista nato, aunque quizá la más apropiada sea aquella en la que lo comparaba con un niño atrapado en el cuerpo de un hombre. Y es que la personalidad de Bean es sencilla y compleja a la vez. Vive en un perpetuo estado de extrañamiento. Un estado que lo convierte en un ser mezquino y, también, inocente. Puede ser tu peor pesadilla si por una de aquellas te toca sentarte a su lado en el cine, o si lo tienes como compañero de mesa en un examen y se empeña en copiar de ti. Bean va en contra de todas las convenciones sociales posibles, pero la única cuestión ideológica por la que se gobierna es su egoísmo. Esto lo coronó como el rey del absurdo.

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