Así es, Miguel Hernández es único. No cae en el olvido como muchos otros poetas, sino todo lo contrario. Fue auténtico y natural, con sus aciertos y sus fracasos; fue él mismo.
Se le reivindica continuamente por sus poesías, por su carácter, por su compromiso político, por su historia. De todo esto se está continuamente revisando su vida y escribiendo sobre ella, como lo que hizo Jose Luís Ferris con su libro Pasiones, cárcel y muerte de un poeta. A menudo aparecen poesías inéditas de poemas que Miguel regaló mientras estuvo en el frente durante la Guerra Civil española, o en la cárcel, y no guardó copia, junto con anécdotas contadas por familiares de quienes compartieron con él algunos de sus recuerdos. También es reciente la publicación de Juan Antonio Ríos Carratalá con su trabajo Los consejos de guerra de Miguel Hernández. Tuvo uno en Madrid, a través del Juzgado Militar de Prensa, por su colaboración en periódicos republicanos, con la acusación de "adhesión a la rebelión". Y otro en Orihuela.
Pero permita que en esta crónica me refiera sobre todo a su perfil humano, origen de su personalidad. Así, podría calificarle por su sencillez, perseverancia, idealismo,…
Nació de humilde cuna el 30 de octubre de 1910. Su padre, cabrero de profesión, veía en sus hijos la oportunidad para consolidar su negocio sin ayuda de terceros. Los quería en el establo o en el campo cuidando de sus cabras. Miguel tuvo una escasa y corta instrucción en el colegio para pobres del Ave María y, posteriormente, fue becado en el de Santo Domingo de los Jesuitas en Orihuela.
Compaginaba los estudios con sus salidas al campo con las cabras. En esas soledades se enamoró del sonido del viento y del canto de los pájaros, del rumor del agua del río Segura, del olor a azahar, del mar de espigas de los campos de trigo, de los verdes pinos de los montes... En el entorno de Orihuela, su pueblo natal. Estas sensaciones las encontramos en muchos de sus obras, en el recuerdo de lo auténtico. De todo esto se acuerda en Madrid, donde fue en los años treinta en busca de apoyo de su poesía. La capital de España le impresiona. Las grandes avenidas, las concurridas calles de personas y vehículos, el ruido, los altos edificios...
Después de las primeras publicaciones de su poesía y de su prosa en revistas y periódicos locales y provinciales, quiso viajar a Madrid. No fue hasta el segundo viaje a la capital de España, con su primer libro publicado en Murcia, Perito en lunas, y la edición en Madrid de su auto sacramental Quién te ha visto y quién te ve y sombra de lo que eras, cuando empezó a relacionarse con poetas de peso como Antonio Aparicio, Luís Cernuda, Federico García Lorca, Rafael Alberti, Vicente Aleixandre, Pablo Neruda...