Mar Menor

El Chinguirito de Los Narejos echa el cierre tras 25 años: entre la pena, la polémica y el murmullo en redes

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El cartel ya no cuelga. Las mesas han desaparecido. Y donde hace solo unos días se servían cañas, risas y puestas de sol frente al Mar Menor, hoy solo queda una plataforma vacía, como esas conchas que el mar devuelve vacías a la orilla. El Chinguirito, uno de los locales más conocidos de Los Narejos, ha cerrado tras 25 años de actividad. Y aunque la noticia no ha pillado del todo por sorpresa, la herida ha dolido igual.

El cierre, que ha sido inevitable tras una orden judicial que así lo ha dictado, es el desenlace esperado, aunque no el que los clientes y, sobre todo los propietarios, hubieran querido. Hay que recordar que el Ayuntamiento de Los Alcázares decretó su clausura tras confirmar que el local carecía de documentos habilitantes desde 1991. La decisión generó controversia desde el principio: por un lado, la necesidad de legalidad y seguridad; por otro, la carga emocional de cerrar un lugar que muchos veían casi como propio.

En su momento, el alcalde Mario Pérez Cervera explicó que “estos negocios eran conscientes de que debían regularizar su situación” y que “se ofrecieron alternativas como el proceso de licitación, al que solo se presentó un aspirante”. Recordemos que el nuevo adjudicatario lleva ¡dos años! esperando que se produjera el desmontaje y la marcha de los hasta ahora propietarios. Aquellas palabras, pronunciadas meses atrás, cobran ahora un peso distinto, con el Chinguirito ya desmantelado.

El ruido del cierre sigue resonando… en redes

Pero si el local ha quedado en silencio, las redes sociales no. El cierre ha desatado una oleada de reacciones cargadas de indignación, tristeza y reproche, como si se tratara del final de una era.

“Pueden poner lo que quieran en su puesto. No pienso entrar”, escribe un usuario.
“Era el mejor de toda la playa”, lamenta otro.
“Un chiringuito mágico, esto no es ni medio normal”, se queja una usuaria.
“No volveré a pisar ningún chiringuito del pueblo después de esto”, sentencia otra.

La mayoría de los comentarios giran en torno a una sensación de injusticia y desarraigo. “El pez grande se come al chico”, resume un vecino, mientras otros apuntan a supuestos intereses cruzados y decisiones tomadas “cuando el verano ya había arrancado”.

También hay voces que defienden el proceso legal: “Los años no te hacen dueño del terreno público”, recuerda otra persona, que insiste en que hubo un concurso público al que cualquiera podía haberse presentado. Otros recuerdan que el nuevo adjudicatario lleva tiempo esperando para abrir  -dos años, como antes recordábamos- y que la ley, guste o no, está para cumplirse.

Más que un negocio, un símbolo

Lo cierto es que el Chinguirito era mucho más que un establecimiento de playa. Era punto de encuentro, refugio veraniego, parte del paisaje emocional de quienes han crecido o veraneado en la zona. Su marcha no solo deja vacío un espacio físico; también un hueco difícil de llenar en la memoria colectiva de Los Alcázares.

“Es lo único bueno que quedaba en el pueblo”, lamenta una usuaria. “Le daba vida a la zona”, dice otra. El sentimiento es compartido: algo se apaga cuando un sitio así desaparece.

Mientras tanto, el futuro del espacio está a la espera de sus nuevos inquilinos, que podrán montar su negocio en cuanto este solar quede vacío. Pero el presente sigue lleno de nostalgia, de agradecimientos al personal y de publicaciones que terminan con un “gracias por todo”.

 

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