Murcia Plaza

SILLÓN OREJERO

'Mágicas', una recopilación de mujeres heterodoxas, independientes y perseguidas

MURCIA. Cualquier cosa que escriba Grace Morales merece nuestra atención por fondo y forma. Desde su reportaje de la elaboración del primer disco de Mecano a su novela Otra dimensión sobre el tedio urbano y cómo este fue atravesado por Internet. Para mí esta obra es de gran importancia. Nunca he podido presumir mucho de que algo refleje mi época o mi generación, pero reconocí cada psique que circulaba por esas páginas. Lejos de sentir orgullo por el papel en el mundo de los de mi quinta, como tantas veces he visto hacer a los valientes de la guerra mundial, los incorregibles de mayo del 68 o los ídolos caídos del punk, yo me llevo las manos a la cabeza conmigo y con los míos y, ese libro lo supo reflejar. Lo puedo asegurar, porque no he vivido ninguna revolución, pero sí pisado muchas oficinas tediosas, conocido rutinas lacerantes y bares exo-M30 mientras Internet se abría paso en nuestras vidas para no irse, la desgraciada. Por otro lado, el legado de Mondo Brutto no hace falta ni mencionarlo. Todo el ejercicio de "mira esto-mira esto otro" que, de nuevo, hace mi generación en la actualidad en redes y medios ya estaba de vuelta de todo en ese fanzine hace más de un cuarto de siglo.

Su último libro, Mágicas: Brujas, magas y sacerdotisas del amor, es un ensayo histórico publicado en La Felguera con el estilo distintivo de la editorial, la recopilación de fuentes. Aquí, al estilo de Marcelino Menéndez Pelayo y sus trabajos sobre heterodoxos españoles, Morales profundiza en el papel de mujeres del siglo XIX célebres por romper con el papel que para ellas tenía asignado el cristianismo y la tradición. La diferencia es que, al contrario que nuestro insigne intelectual, no es para hacerles reproches patrióticos.

En la introducción, la autora hace notar que con la última oleada de feminismo la popularidad de las brujas ha aumentado. No hay más que comprobar la fijación incluso neurótica que hay en el País Vasco con este asunto. En este punto, la autora se desmarca elegantemente de este trend y va más atrás. Recuerda sus años de lo que aquí conocimos como moda siniestra. Sencillamente, la derivación de la new wave en post-punk. Una estética o tribu contra la que también se embiste mucho hoy porque se relaciona con lo que quiera que fuese la movida madrileña, periodo que, según teorías inductivas muy en boga, era un entretenimiento de ricos. Afortunadamente, se ha dejado de decir que era "de putas y maricones", como opinaban hace poco menos que década y media los aficionados a sonidos más duros y tolerantes con la eliminación física de personas.

Una de las características que tenían estas modas musicales, tanto la nueva ola como el rollo siniestro o, como se dice ahora, gótico, es que incorporaba mujeres y no con un papel secundario, como era propio del rock cuando había alguna. De hecho, por esto generaban tanta animadversión en los ochenta entre los que, mutatis mutandi, han ido variando sus críticas hasta la actual de que eran todos unos pijos. Porque no era una expresión de machos. En la cotidianidad de aquella época la situación no era mucho más agradable. Quien se vestía toda de negro y se maquillaba como un cadáver exhumado era tratada como una enferma mental. La autora confiesa que en cuanto ponía un pie en la calle vestida en esa línea lo más normal era que la insultasen. Lo curioso, que entre los "puta" siempre se colaba algún "bruja".

A través de esa anécdota, en el prólogo se explica algo de mucho más calado. La mujer ha tendido a ser definida por con quién se acuesta. Así es esposa, madre, prostituta, virgen, etc... condición de la que deriva una servidumbre. La bruja sería la que no debe nada a nadie. Cualquier mujer que ha buscado una opción vital fuera de los márgenes del patriarcado, por ejemplo, la que vive sola, se ha convertido automáticamente en una bruja. Ahora quizá se oigan más insultos relacionados con lexatin y gatos, pero en el fondo todo es lo mismo. Es el odio a las que escapan del control. Rabia ante la autonomía e independencia. Siempre he creído que, subconscientemente, es por envidia.

En la recopilación propuesta de diez mujeres que han seguido ese patrón a lo largo de la historia, destaca por ejemplo Mary McLane. En su libro Espero la llegada del diablo escribió que se sentía atraída por otras mujeres y que hubiera preferido nacer hombre. Era 1902 y vendió cien mil ejemplares de entonces en Estados Unidos en solo un mes. Fue ridiculizada por los críticos, pero logró tener influencia entre las jóvenes. Por lo visto, su obra sirvió para que muchas huyeran de casa, tuvieran romances. Hasta hubo suicidios.

En un extracto de su libro Yo, Mary Maclane, de 1917, que ha destacado la autora, decía:

"Hay un Yo en cada humano, uno que vive y pasa su dulce, vana y, en cierto modo, aterradora existencia no en las profundidades ni en la superficie, sino justo bajo la piel. Es el Yo lo que uno guarda para sí mismo solo. Es la Esencia del alma y los huesos. Es la cosa más astuta y sutil en el ámbito humano. Es lo más solitario, trágicamente solitario. Es un largo, muy largo aislamiento, hermoso, aterrador, bárbaro, vergonzoso, trivial hasta el punto de la locura, omnipresente, infinitamente fascinante para uno mismo, apasionadamente oculto por siempre y siempre jamás"

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