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y así, sin más

La crítica, las peores vestidas y los cínicos

MURCIA. Yo siempre voy con las peores vestidas de las galas. A menudo, pongo el ojo en aquellas que la crítica abuchea. Porque lo hortera me fascina y la fealdad me parece apasionante, así como salirse del tiesto de lo que hay que hacer o no. “Lo feo es atractivo. Lo feo es emocionante. La investigación de la fealdad es, para mí, más interesante que la idea burguesa de la belleza”, decía Miuccia Prada cuando le preguntaron por su fuente de inspiración. Y la dicotomía es increíble, porque un día levantamos la bandera de la igualdad y al otro criticamos a las mujeres que desfilan sobre la alfombra roja.

No importa hacia dónde miremos, si ponemos la vista en España o en Europa o si la giramos hacia nuestros compañeros estadounidenses. Cuando una alfombra roja termina, se escribe una parafernalia en la que siempre van las mujeres ordenadas de mejores a peores vestidas. Siempre son ellas, casi nunca hay espacio para ellos, solo en las determinadas ocasiones en las que se pueden salir del esmoquin. 

Las redes sociales se llenan de gente esperando que valoremos y demos nuestra opinión sobre ellas; se crean rankings y pódiums que van de la mano de valoraciones y al final, la tendencia masiva, tiende a enterrar a unas y encumbrar a otras. Casi siempre suelen ser las mismas las que caen en las listas del error, pero ¿por qué?

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