MURCIA. La pandemia provocada por la covid nos obligó a restringir la actividad social y las celebraciones colectivas suprimiendo las manifestaciones religiosas en la calle. Han sido años en los que una gran parte de la población ha tenido que vivir con resignación una Semana Santa alejada de manifestaciones públicas. Ciudades y pueblos entristecidos por no poder mostrar al mundo sus tradiciones y costumbres, pero que no han perdido en ningún momento la esperanza de volver a ver desfilar por las calles a nuestros Cristos y Vírgenes, a sentir el olor a incienso y el sonido de las marchas de pasión, a disfrutar de esa fiesta de los sentidos y del alma que transforma nuestras ciudades.
"La Semana Santa ES un factor de desarrollo e integración social con una notable capacidad de atracción turística y para algunas poblaciones supone SU principal valor"
Los desfiles procesionales que cada año se desarrollan durante la Semana Santa conmemorando la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, forman parte de la identidad y orgullo de nuestros pueblos. Consiguen emocionar impactando sobre los sentidos mediante los contrastes lumínicos que proyectan las imágenes a su paso por las calles bajo la luz tenue de ceras e iluminarias centellantes, por los ricos bordados de estandartes y pendones, la decoración multifloral de tronos, la música constante que acompaña a cada paso o con el olor de las flores que adornan las imágenes.
La Semana Santa no solo es una magna manifestación de religiosidad popular y de nuestro legado cultural, también se ha convertido sobre todo en España y en Hispanoamérica, en un factor de desarrollo e integración social con una notable capacidad de atracción turística y para algunas poblaciones supone el principal valor como marca de ciudad.