MURCIA. Estamos en el año 50 antes de Jesucristo. Toda la Galia está ocupada por los romanos…Toda no…Una aldea poblada por irreductibles galos resiste, todavía y como siempre, al invasor.
Así empezaban aquellos inolvidables comics de Uderzo y Goscinny que poblaron nuestra imaginación de niños con ensoñaciones alucinantes de legionarios, emperadores, circos romanos, cleopatras, juegos olímpicos…
Y en ese mundo, dos personajes inolvidables, Astérix y Obélix, mantenían el hilo conductor de las historias del enfrentamiento que mantenían por su libertad frente al todopoderoso Imperio Romano. Una lucha titánica para la que contaban con la inestimable ayuda de la famosa pócima elaborada por Panoramix, el druida de la tribu.
Pues bien, cambien el año 50 a.C. por 2024 d.C., "toda la Galia" por "el mundo occidental", "los romanos" por "las élites que nos gobiernan", y "la aldea de irreductibles" por "los disidentes", y sabrán cómo nos sentimos unos cuantos, acosados y maltratados por los que nos quieren domeñar, por disentir de las narrativas oficiales, por atrevernos a cuestionar las consignas que machaconamente nos lanzan a través de sus terminales mediáticas, porque, en definitiva, somos "chicos malos", poco dóciles.
"no corren los mejores tiempos en Europa en materia de libertad de expresión"
Y en este querer someternos, nos apalean con el uso inmisericorde del lenguaje, llamándonos despectivamente bebelejías, si nos resistimos a las inoculaciones del covid-19; negacionistas, si osamos simplemente cuestionar el dogma del cambio climático; pro-rusos, o peor, pro-Putin, si no queremos seguir financiando la guerra en Ucrania ni elevar el gasto en armamento; conspiranoicos si ponemos sobre la mesa la pérdida de libertad que puede acarrear la implantación de las monedas digitales de los bancos centrales –las CBDCs-; o retrógrados si no comulgamos con las ruedas de molino de los postulados woke, entre otras lindezas.
Y en esta batalla sin cuartel, nos va la vida, porque ésta no tiene sentido sin libertad de movimiento, de elección para hacer lo que me dé la gana sin que lo sepa todo el mundo, o de pensamiento para tomar las posiciones ideológicas en base a nuestra propia escala de valores. Faltaría más. Aunque, desgraciadamente, los que nos gobiernan se empeñan obstinadamente, eso sí, claro está, por nuestro bien y nuestra seguridad, en saber todo lo que hacemos e incluso lo que pensamos, gracias a las Inteligencias Artificiales y sus algoritmos que integran nuestros comportamientos vitales almacenados como datos en sus bases.
Menos mal que para librar esta batalla contamos, como nuestros admirados héroes galos de ficción, con una pócima mágica que, al igual que en los cómics, los malos saben que han de robárnosla para poder debilitarnos y ser así finalmente conquistados e incorporados a las "masas cretinizadas" que diría Juan Manuel de Prada.
Y esa pócima contiene dos ingredientes esenciales: el uso del dinero en metálico y las redes sociales todavía no censuradas totalmente.
De ahí el interés en, para nuestra seguridad, claro, implementar a marchas forzadas las CBDCs. En nuestro caso, los euros digitales que permitirán un mayor control sobre nuestras vidas más allá del que ya tienen a través del dinero digital de nuestras cuentas bancarias o las tarjetas de crédito. Porque con la eliminación del metálico se abren posibilidades hasta ahora insospechadas. Hablo, por ejemplo, de la posibilidad de que estas nuevas monedas digitales se usen a modo de cupones de racionamiento para que hagamos, sí o sí, lo que ellos quieran, que consumamos, que gastemos nuestro dinero en lo que los que nos gobiernan consideren oportuno, para nuestro bienestar, claro.
Imagínese que va a pagar en un hipermercado y, ya en la caja, le dicen que no puede llevarse más carne, porque su cupo ya lo tiene cubierto este mes, que si lo desea, puede comprar carnes elaboradas con proteínas vegetales o, lo que es peor, de insectos. O que desea hacer un viaje de placer a las Islas Canarias y cuando entra en la pasarela de pago de la página web le dicen que ya ha gastado todo los bonos de su cupo personal de carbono. Un cupón que, muy fácilmente, gracias a la futura identificación digital, podría estar vinculado a un "carnet cívico de buen ciudadano"–como en China-, de tal manera que, si eres un aborrecible disidente, tus bonos se verán mermados con cada "no sometimiento". O cuando a tu dinero le asignen caducidades, de manera que, o te lo gastas en el período programado –por supuesto en lo que ellos quieran- o te caduca.
¿Ciencia ficción? No, para nada. O a qué se está refiriendo Christine Lagarde, presidenta del Banco Central Europeo, cuando dice: "No me gustaría ver un nuevo periodo de banca libre", al referirse a los Bitcoin, únicas monedas que hoy por hoy permanecen fuera del control público gracias a su diseño y la tecnología blockchain que las sustenta. O qué sucedió con los camioneros canadienses que protestaron contra su Gobieno: que les cancelaron sus tarjetas bancarias.
El otro ingrediente de la pócima son los canales de información alternativos que soportan los creadores de contenido y los influencers díscolos, aquellos que hacen un discurso alternativo a las narrativas oficiales.
De ahí que ahora quieran regularlos, con el pretexto de la salvaguarda de la información veraz, cómo no, la suya, para nuestro bienestar y seguridad, claro, y la protección de los trabajadores digitales, algo que ellos nunca han pedido –igual que sucedió con los repartidores de comida ¡se acuerdan?-.
"animo a seguir usando el dinero metálico, porque es el único que nos permite hacer pequeñas cosas sin que nadie las sepa"
Un control al que se han sumado también las grandes empresas que comercializan esas redes, primero censurando determinados contenidos (de hecho se puede hablar de palabras tabú que no puedes utilizar si no quieres que te cancelen- y, de un tiempo a esta parte, dificultando los programas de monetización, con la consiguiente asfixia económica de los creadores de contenido.
Y para convencernos de las bondades de esta nueva regulación se rodean de mediocres, incapaces de crear contenido de calidad que capte seguidores en las redes sociales, y que ven ahora la manera de trincar alguna prebenda oficial a cambio de su colaboración blanqueadora de esta actuación tan poco clara.
Es evidente que no corren los mejores tiempos en Europa en materia de libertad de expresión. Los mensajes lanzados por nuestros máximos dignatarios, haciéndose eco de instancias superiores como el Foro Económico Mundial de Klaus Schwab, abogan por un mayor control (censura) con la excusa de proteger la verdad ¿Cuál? La suya, su narrativa oficial, evidentemente.
Que circulan muchas noticias falsas por la red es indudable. Que muchas de ellas son tendenciosas y que procuran influirnos en nuestra manera de pensar y ver el mundo, también. Son las denominadas fake news. Pero, que la censura gubernamental va a mejorar esta situación, no me lo creo, precisamente por su interés en ejercer ese control. ¿No sería mejor dejar que seamos las personas las que desarrollemos habilidades para distinguir lo que es verdad de lo que no? O, incluso, que elijamos quién queremos que nos engañe. ¡Dejen nos conocer otros puntos de vista y otras "verdades" distintas a las oficiales! Ya somos mayorcitos…
Os animo a seguir usando el dinero metálico, porque es el único que nos permite hacer pequeñas cosas sin que nadie las sepa, aunque sea un poco más incómodo que usar tarjetas, teléfonos o relojes, y procuréis seguir en las redes sociales a alguno de los creadores de contenido alternativos, que los hay y muy buenos.
Recordad que el dinero en metálico y las redes sociales todavía no censuradas completamente son dos ingredientes de la pócima mágica que nos hace fuertes frente a los que nos quieren someter, frente a los que nos quieren esclavos, y que por eso nos la quieren robar.