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FOTOGRAFÍA

Felipe Hernández: "Se puede ser original, incluso siguiendo los códigos estéticos de una tribu urbana"

MURCIA. Los códigos estéticos están al alcance de todos -cualquiera puede cubrirse el cuerpo de tatuajes o cortarse el pelo a lo Swinging London -; pero la actitud, el aplomo con el que una persona se adueña del espacio visual de los demás como por embrujo, eso no es tan sencillo de conseguir. No tiene que ver necesariamente con la ropa que te compras ni con el vocabulario que escoges para redondear al personaje. Y muchos menos con el hecho de haber nacido con un tipo de belleza canónica.

Tanto en el siglo XIX como en el XXI, el dandismo siempre ha sido un artificio delicado. Un gesto de rebeldía, una forma de estar en el mundo. Baudelaire, que era un dandi en toda regla, decía que el dandismo era “el último resplandor del heroísmo en la decadencia”. Y algo de eso intuimos en los chicos y chicas que aparecen en Ectasy & Wine, el libro del fotógrafo madrileño Felipe Hernández (Madrid, 1985) que publicará a mediados de octubre la editorial Colectivo Bruxista. El centenar de retratos reunidos en el libro -que toma prestado el título de un disco de la banda de shoegaze My Bloody Valentine- fueron tomados entre 2009 y 2015. Es una selección eminentemente anacrónica de punks, mods, rockers, góticos y demás tribus urbanas, en las que conviven elementos del pasado y actitudes del presente. Como bien apunta el editor Alejandro Alvarfer en el epílogo del libro, son “miembros de subculturas en un tiempo postsubcultural”. Últimos bastiones de pureza en un ecosistema -el underground- sometido a un permanente proceso de desintegración.

En estos retratos, apunta Alvarfer, “hay reciclaje, reformulación y esa voluntad de resistencia a través del estilo que caracterizaba a las subculturas primigenias. Son fotos que nos hablan del ansia incontenible (y en ocasiones contradictoria) de autonomía, realización, individualidad y sentido de grupo que las define. Imágenes para una arqueología del presente. Nos muestran restos vivos de un pasado que en cierta medida sigue siendo el nuestro, en pugna interminable con las fuerzas del mercado, que no dejará de intentar convertir lo anacrónico en su versión descafeinada, la nostalgia”.

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