Es una de las voces más genuinas de nuestro panorama musical. Con la delicadeza de una caricia, esta canaria de la isla de La Palma, ha entrado en el corazón de la música en español sin hacer ruido, "como una hormiguita", logrando ya dos nominaciones a los Grammy Latinos y una nominación al Goya a mejor canción. Afirma que le gusta la discreción pese a que empieza a ser más conocida, quizá, de lo que le gustaría, aunque entiende la fama como algo colateral de su trabajo. Siempre con una sonrisa en la cara, se muestra agradecida por el cariño del público y espera que con este nuevo disco, El cuerpo después de todo, la gente conecte con el mensaje de estas 11 canciones que han sido, dice, "una especie de catarsis".
Lanzaste en 2021 Chiquita, tu primer trabajo, y 4 años después dos nominaciones a los Grammy Latinos, una nominación al Goya a mejor canción por El borde del mundo de la película El 47…De chiquita ya poco.
(Risas) Voy madurando, creciendo, como cualquier ser humano. Siempre queda algo de la esencia, del sentimiento, de ser de un sitio pequeño, de unas circunstancias pequeñas que también me han hecho ser quién soy, al fin y al cabo.
Eres natural de la isla canaria de La Palma, que fue noticia lamentablemente por aquella erupción del volcán. ¿Cómo es criarte allí?
Es una vida algo diferente a las grandes urbes, hay coincidencias un poco con Torre Baró, ahora que hablábamos del barrio protagonista en la película El 47, de ser un sitio pequeño y olvidado. En la isla tienes un sentimiento de que lo que tienes es lo que hay antes del mar. El mar genera una barrera con cualquier otra cosa. Te hace sentir que es suficiente con lo que tienes. Ser de la isla de La Palma me ha hecho tener los pies en la tierra, ser consciente de las pequeñas cosas y poder disfrutar de ello. En lo musical también me ha venido muy bien para esta vorágine que es la vida ahora mismo y todo lo que me ha ocurrido. Tener ese espíritu es como una especie de escudo y algo bonito.
¿Cómo es el cambio de la isla de La Palma a vivir en Madrid?
Cualquiera que emigramos de alguna forma de Canarias a Madrid notas ese cambio. La primera reacción es pensar “quiero volver”. Te hacer sentir añoranza a lo que pertenecías. Si hablamos de lo musical, han pasado muchas cosas durante estos años. A mi familia también le sorprende, cosas que nunca hubieras imaginado.
La forma más sana de vivir y convivir con todo ello es bajarlo a tierra e intentar que esos grandes hitos sea sucesos que puedas saborear y disfrutar pero que no sean lo que marque el camino. Lo que marca el camino siempre debe ser lo que me nació desde muy pequeña allí en la isla de La Palma, que es la pasión por la música y que he ido alimentando a lo largo de los años y que da sustento a estas canciones que hago, a este último disco que tira mucho de esa vivencia personal. Siempre es lo que te ancla a una realidad mundana que es la forma más pura que se puede vivir. Hay que intentar que nada de lo que pase te quite los pies del suelo.
¿De dónde nace tu pasión por la música?
En mi casa no hay ningún músico, por lo que no me viene de la sangre. Me viene de algo innato que no identifico o, sobre todo, de un trabajo duro de estudiar y formar esa pasión por la música y luego por el oficio que tengo de compositora, cantante, de trabajar la voz y las letras. A partir de eso, intentar aprender de pequeñita que lo importante de la música no era solo lo que te movía sino lo que conmovía.
Cuando te vemos, me llama la atención que siempre llevas una sonrisa en la cara. ¿Es una forma de protección o un estado de ánimo?
No siempre estoy feliz (risas). Todo va muy bien pero no siempre todo es bonito. Es algo que traigo desde niña. Siempre fui muy risueña, aunque no siempre me puedes ver con esta sonrisa. Igual también en este trabajo de cara al público una intenta dar siempre su mejor versión. También me siento muy agradecida por la gente que te escucha, te viene a ver, la prensa que te acoge y escucha lo que tienes que contar de tus trabajos. Precisamente este último trabajo que presento, El cuerpo después de todo, trae este poquito de oscuridad que quizá la sonrisa no abarca. Asumir que no siempre va a estar presente. Ojalá siempre pudiera estar en un perfecto estado de ánimo, en una perfecta situación. Al contrario, siento que soy una persona que sufre mucha ansiedad, situaciones que le abruman y le sobrepasan.
En este disco lo plasmo un poco. Tengo la gran suerte de que la música permite que eso lo puedas sacar y así se pueda quedar la sonrisa en la cara. Es verdad que intento tenerla siempre honestamente, que sea algo que no es forzado. A veces puede funcionar de escudo, pero que siempre sea con la honestidad incluso de querer estar bien. Un querer propio.
Nuevo disco, El cuerpo después de todo. Mi sensación es que es un disco muy intimista donde hablas de la soledad y de la importancia de quererse a uno mismo. ¿De dónde nacen estas canciones?
Nace de un análisis propio, una radiografía propia de los últimos años de mi vida personal. Llevo unos años que laboralmente han ido muy bien, muy bonitos, y sin embargo ha habido sucesos más mundanos. Sentimientos que me acogen y me ocupan la cabeza. Al componer me fui dando cuenta que me estaban pasando cosas que me abrumaban y somatizando en el cuerpo. Me veía en el espejo y no me quería nada. De repente sentí la necesidad de querer escribir de eso.
Era algo muy personal porque era contarle a la gente que tienes unos problemas, que son personales, y que haces público a través de las canciones. Creo, sin embargo, que son cuestiones bastante universales en los que la gente puede sentirse identificada. Ojalá sea así. Sobre todo, si es para sanar ese proceso.
En este disco hay un poquito más de oscuridad que en otros trabajos que he hecho. He ido madurando y creo que es necesario afrontar lo oscuro de las circunstancias para tratar de no negar esa realidad para que, bueno, convivir con ella y que esa sonrisa psicológica que comentábamos antes también pueda ocupar su espacio. Si mantenemos al margen esos demonios propios, no les ponemos voz, no los validamos y le damos dignidad, probablemente el cuerpo se va a ocupar de contártelo de otra manera. Este disco tiene una parte de eso, de un análisis sobre que sucede a través de mí cuando hay una presión, una ansiedad, un amor, un desamor…Y todo esto que le pasa a cualquiera pero que he intentado contar con mis propias palabras y mi manera particular en canciones.
Decías en alguna entrevista por tu primer disco que escribes para sanar. Es un poco lo que ha sucedido con este disco.
Sí, totalmente. Ha sido casi catártico porque en los primeros momentos de componer las canciones no pensaba en un segundo disco. Simplemente que nacieran de donde me habían nacido siempre las canciones. De la pasión por la música, de poder expresarme de esta forma tan linda que hay, que es poder hacer canciones. Para mí siempre ha sido eso la composición, un proceso terapéutico que me ayuda a alejar eso que se me queda atado dentro y sacarlo fuera, que me deje un poco más de espacio mental y físico también, para ponerle el foco a las cosas que me importan y no solo a lo que me ahoga un poco.
Tu música no es comercial, no es mi común. Al escucharla y se sabe que eres tú. ¿Te ha costado lograr esa libertad o desde el primer momento ‘compraron’ el paquete entero desde la discográfica?
Creo que no vendí otro paquete que no fuera todo lo genuino que tengo y ya está. Siempre he podido gozar de esa libertad porque no he permitido otra cosa. Me parece importante la honestidad y ser fiel a una misma para poder defender tus canciones bien. Creo que la gente nota la sinceridad y la honestidad y eso conecta. No había otra posibilidad que no fuera sacar mis canciones de la forma que yo quisiese. He tenido la suerte de que ha ido bien y creo que eso también ayuda a que el equipo que hay detrás te apoye y tus canciones tengan su lugar en el mundo de la forma que tú quieras.
Leí hace poco en El Mundo un artículo titulado ‘El discreto triunfo de Valeria Castro’. Es una sensación que comparto. Tú éxito no ha sido fulgurante, sino que has ido entrando poco a poco y ya te vemos colaborando con bandas de la talla de Vetusta Morla, Viva Suecia o Dani Fernández.
Una vive más fuerte sus cosas, pero me encanta esa definición de ‘El discreto triunfo de Valeria Castro’. Para mí es el mayor de los triunfos. No me hubiera gustado tener una especie de ‘boom’. Me conozco y no hubiera sido capaz de soportarlo. Soy una persona que se abruma mucho. Con este pasito a pasito discretamente también me he abrumado entonces imagínate si hubiera sido algo más caótico y grande.
Sí siento que hay un cariño, un público esperando la música, un respeto de los compañeros…Eso es lo que define el ir picando piedra, ser una hormiguita que va consiguiendo sus logros de manera tranquila, sin prisa, pero sin pausa. Cuando ves a otros compañeros que llevan mucho tiempo intentándolo te das cuenta de la velocidad a la que ha ido todo. En cinco años la verdad que he conseguido muchas cosas. Ahora termino la gira en el Movistar Arena de Madrid. Imagínate. Me siento muy feliz de ese discreto triunfo (risas).
Tienes casi 870.000 oyentes. ¿Estas cifras te dan vértigo? ¿Cómo vives todo lo que conlleva la fama?
La fama me parece el daño colateral de nuestro trabajo (risas). No estoy muy familiarizada (risas). Las cifras, cuando las miro, intento humanizarlas. Son 870.000 personas que, en distintas casas, han dado al play a tu canción. Por supuesto que no toda esa gente es muy fan de mí, si fuera así me voy a llenar el Bernabéu ya. Aún así, aunque no todo el mundo es hiper fanático, son personas que han decidido un día escuchar a Valeria Castro. Por petición propia, por el algoritmo de Spotify o lo que sea. Es verdad que me gusta personificar esos datos para bajarlo a tierra y sentirme agradecida de que esto ocurra, que no me abrume. Que el valor del tiempo de los demás no se pierda con las cifras que pueden ir creciendo con el proyecto de una misma.
Esta semana colgabas en tu perfil de Instagram unas reflexiones que te habían mandado amigas tuyas de la cultura tras escuchar tu disco. Hay frases de Rozalén en las que te dice que eres “nostalgia y alegría” y “gracias por existir”. Esto debe ser una satisfacción.
He tenido la enorme suerte de que he vivido lejos de la competitividad y me he rodeado de gente que lo ha visto así. Me siento muy afortunada de este último ejemplo. Compañeras, cantantes, directoras de cine, actrices…que me daban esa visión del disco. Todo nació de querer pasarle el disco a ellas, a amigas mías, y ver que les parecía. Luego me mandaron esas cosas tan bonitas y les dije que esto lo tenía que ver la gente.
Me siento muy agradecida de haber formado unas redes, unos vínculos en los que prime esa humanidad, esa consciencia en la vulnerabilidad que nos apela a todas. Porque a veces el público puede ser dañino. Muchas veces nos ven un poco como robots y que no vemos los comentarios. Crear vínculos en la industria cercanos en los que te sientas respaldada, que también te pueden valorar o criticar. Yo esperaba de verdad alguna crítica, que me hubiera encantado saberlo. Tuve la gran suerte de que les llegó al alma. Eso es lo más bonito que le puede pasar a un disco tuyo.