La historia suele 'esconder' a héroes silenciosos que solo el tiempo coloca en su lugar. Uno de ellos es Gutiérrez Mellado, uno de los tres “traidores”, como los bautizó Javier Cercas en el libro en el que se basa la serie, Anatomía de un instante, que este jueves estrena Movistar Plus+. El general Gutiérrez Mellado, interpretado por Manolo Solo, tuvo un papel crucial en mantener en pie una democracia que andaba tambaleándose en los primeros años tras la muerte de Franco.
Pregunta. Encarnas a uno de los tres traidores que describe Javier Cercas en el libro Anatomía de un instante en el 23F, Gutiérrez Mellado. Es un personaje con muchas capas. ¿Ha sido uno de los más complejos de tu carrera?
Manolo Solo. Puede ser. Primero, por la responsabilidad de interpretar a un personaje histórico tan conocido. Y segundo, por la distancia conmigo: la edad, el físico, incluso la energía. Sí, quizá haya sido uno de los más complejos. Pero he tenido ayudas inestimables, sobre todo la de Nacho Díaz y Yolanda Piña, responsables de maquillaje y caracterización. Su trabajo fue excepcional: me acercó mucho al personaje en lo físico y me hizo sentir menos yo, más preparado para representar a don Pablo Gutiérrez Mellado.
P. Contaba Alberto Rodríguez que elegir al actor para interpretarlo fue una de las decisiones que más le costó, que hicieron muchas pruebas… aunque te tenía a ti delante, con quien además le une una amistad. ¿No le dijiste “oye, que sigo aquí”?
M.S. No (risas). Pasó algo… no sé cómo adjetivarlo. Yo, en principio, iba a interpretar a otro personaje con cierto peso en la trama —no diré cuál, pero no era uno de los tres traidores—, y estaba encantado. Ya había empezado a prepararlo cuando, al cabo de un par de semanas, me llamó Alberto directamente: “Manolo, ¿cómo te ves como Gutiérrez Mellado?”. “¿Me lo estás proponiendo en serio?” “Sí”. Y dije: “Pues adelante, absolutamente”. ¿Quién dijo miedo? Eso sí: tuve que perder bastante peso muy rápido, afeitarme la cabeza… hubo sacrificios, pero creo que han merecido la pena.
P. La serie es magnífica, creo que va a dar mucho que hablar. Y tu personaje es quizá uno de los más interesantes: en la narración se dice que desmontó algo que él mismo había contribuido a construir. Él participó en el golpe franquista.
M. S. Sí. Se levantó contra la República. En su cuartel se subió al tejado y empezó a disparar a aviones republicanos; se fugó con varios compañeros. Tiene un periplo fascinante: un hombre cuya ideología estaba alineada con los sublevados termina defendiendo una nueva democracia muy parecida a aquella contra la que luchó. Cincuenta años después, le vemos defendiendo algo semejante a lo que intentó destruir.
P. ¿Entiendes ese cambio de bando, de opinión?
M. S. Sí, creo que sí. Son varios factores. Él no procede de familia militar, sino comerciante. Se quedó huérfano muy pequeño y entró en la carrera militar casi de rebote. Era un alumno brillante, becado, y quería ser ingeniero, pero no podía pagarse la matrícula. Entró en el ejército con la idea de estudiar artillería y formarse como ingeniero, algo posible entonces.
Cuando estalla la sublevación, él ya se había apuntado a Falange, pero su evolución posterior se explica, creo, por dos cosas. La primera, que durante años tuvo contacto con la vida civil: como muchos militares de los 50 y 60, debía doblar trabajo porque el sueldo no daba, y tenía cuatro hijos. Eso le dio otra perspectiva. La segunda, que formó parte de la delegación española que negoció con Estados Unidos las bases. Viajó mucho por Europa y América, vio democracias consolidadas y ejércitos democráticos. No digo que se convirtiera de repente, pero sí que se le abrió la mente.
Y luego está Suárez. Cuando este le llama, él ya había trabajado con el general Díaz Alegría, otro militar con ideas más progresistas. Gutiérrez Mellado tenía fama de querer reformar el ejército. Suárez lo ficha por eso, y él le admiraba muchísimo.
Creo que Suárez tomó una deriva que ni él mismo esperaba, hacia una ruptura democrática más profunda… pero por lealtad, Gutiérrez Mellado le siguió sin poner un solo pero: elecciones generales, legalización del Partido Comunista —algo que a él le costó especialmente—. No creo que al entrar en el Gobierno supiera que acabaría legalizando el PCE o instaurando una democracia plena. Pero fue por lealtad.
P. ¿Crees que está poco reconocida hoy la labor de Gutiérrez Mellado? Lo que logró, lo que intentó y lo que arriesgó, incluida su vida. Su, entre comillas, “traición” a los suyos.
M. S. Sí. Él se inmoló, en cierto modo, por esa fidelidad a Suárez. Dio la cara por él y se echó encima a todo el estamento militar, que lo veía como un traidor. Se lo hacían saber siempre que podían. No olvidemos que a finales de los setenta y principios de los ochenta ETA actuaba con mucha contundencia y sus objetivos preferidos eran militares. Estos no se sentían respaldados por el militar que estaba en el Gobierno. Y cuando se legaliza el Partido Comunista, la tensión estalla.
Él era el parapeto que protegía a Suárez de los militares; lo absorbía todo. Y se lo decían a bocajarro: lo consideraban un traidor.
P. En los últimos años se han hecho más películas y series que revisan nuestra historia reciente, especialmente la de ETA. ¿Hemos tardado demasiado en indagar en este periodo, o llega cuando tenía que llegar?
M. S. Bueno… nunca es tarde si la dicha es buena. Pero sí, creo que podríamos haber indagado antes. Igual que hubo un pacto tácito de silencio entre todos los partidos para “correr un tupido velo” y no pedir responsabilidades al régimen anterior, eso mismo ha impedido revisar con objetividad el periodo. Es un tema que sigue levantando ampollas y en el que personas de ideologías distintas aún no se ponen de acuerdo.
