Encandiló al cine español con esa joya que es Cinco lobitos, nos conmovió con ese retrato de la violencia de género en Querer y ahora vuelve a sacudir nuestras conciencias con una película, Los domingos, en la que nos plantea varios dilemas morales ante la religión, la familia y sus vínculos. ¿Fe o adoctrinamiento? ¿Debemos impedir ciertas decisiones de nuestros hijos o respetarlas? Alauda Ruiz de Azúa, una de nuestras mejores directoras, estrena nuevo largometraje tras triunfar recientemente en el Festival de Cine de San Sebastián.

¿Cómo se vive una Concha de Oro en San Sebastián? ¿Da más tranquilidad de cara al estreno?

Siempre hay nervios antes del estreno, pero se vive con una ilusión increíble. Una película que sentíamos arriesgada ha tenido un recibimiento precioso. Además, un premio así te da una visibilidad enorme, te pone en el mapa. Ojalá anime a la gente a ir al cine a verla.

La imagen de todo el equipo recibiendo una ovación en el anfiteatro del festival se ha vuelto icónica.

Fue tan emocionante... Lloramos todos varias veces. El público se mostró muy conectado durante la proyección, se sentía muy vivo, y vivirlo junto al equipo fue inolvidable.

En tus últimas películas vuelves a explorar las relaciones familiares. ¿Qué tienen que te atraen tanto?

Creo que no es algo que me pase solo a mí. Las familias siempre nos interesan porque heredamos muchos relatos y conversaciones sobre ellas. Son una forma de entender quiénes somos y por qué hacemos lo que hacemos. Todas las familias tienen algo especial; pueden ser un refugio o, a veces, un espacio que se siente opresivo. Esa dualidad me parece fascinante.

El punto de partida de Los domingos es el deseo de Ainara, una adolescente, de hacerse monja de clausura, y todo lo que eso supone para su entorno. ¿Nos cuesta respetar lo que no entendemos?

Sí, puede ser. Intentar entender algo puede ayudarnos a respetarlo, aunque no estén directamente relacionados. Pero sí, una muestra de respeto es tratar de comprender lo que nos resulta ajeno.

La película también habla mucho de la verdad: de la verdad de cada uno, de las vivencias que nos llevan a construirla. ¿Debemos tener cuidado con a quién escuchamos y qué consejos seguimos?

Claro. Para quien te quiere es difícil no intentar convencerte de lo que cree mejor para ti. Pero una de las preguntas que plantea la película es cómo saber si las decisiones que tomamos —especialmente las más emocionales— son realmente genuinas, si son auténticas o están condicionadas. Leerse a uno mismo, entenderse de verdad, es de las cosas más difíciles que hay.

Como madre, ¿dónde está el límite entre respetar la decisión de un hijo y protegerlo de una posible mala decisión?

Esa es una pregunta que la película plantea al espectador. No me siento cómoda dando una respuesta tajante. Lo único que diría, tras documentarme tanto sobre el proceso de educación religiosa, es que hay que intentar mantener siempre el vínculo afectivo. Es lo más valioso. Una vez que ese vínculo se rompe, es muy difícil que haya vuelta atrás.

Cinco lobitos, Querer… Ahora Los domingos. ¿Dónde estabas antes? Da la sensación de que el cine español te necesitaba.

(Ríe) Siempre quise hacer cine, pero no es fácil levantar una película. Durante muchos años me gané la vida haciendo publicidad mientras soñaba con dedicarme al cine, hasta que llegó la oportunidad de rodar Cinco lobitos.

Cada vez que veo tu nombre bajo un proyecto sé que será interesante. Nagore Aranburu decía que te nota más confiada, más tranquila desde Cinco lobitos hasta ahora. ¿Tú también lo sientes así?

Si lo dice Nagore, seguro que es verdad. Además de ser una gran actriz, es muy observadora. Con cada proyecto he aprendido mucho sobre mis procesos creativos y sobre las historias que quiero contar. Después de asumir ciertos riesgos y ver que han salido bien, me siento con más confianza y quizás con más tranquilidad, aunque en los rodajes sigo siendo bastante inquieta.

¿Cómo encontraste a Blanca Soroa, la actriz que interpreta a Ainara?

Queríamos que fuera una chica desconocida, sin experiencia previa. Hicimos convocatorias de casting en Bilbao y alrededores, en colegios y centros educativos. Vinieron muchísimas chicas. Cuando apareció Blanca, notamos algo especial desde la primera prueba. Luego hizo varias más, porque queríamos estar seguros de que podría sostener el peso del personaje. En cuanto la vimos, no pudimos dejar de pensar que era ella.