En un pequeño taller de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT), entre engranajes, cables y piezas impresas en 3D, Sergio Abellán Saorín ha logrado algo que, dicho rápido, suena a ciencia ficción: generar electricidad mientras uno hace ejercicio. Literalmente. Su idea convierte el esfuerzo físico en energía eléctrica aprovechable, un invento que ha nacido entre planos, fórmulas y muchas horas de trabajo silencioso.
Este joven ingeniero mecánico, nacido en Cieza en el año 2000 y ya graduado por la UPCT, ha diseñado un sistema capaz de recuperar parte de la energía generada al usar una máquina de musculación. No es una idea vaga ni un simple ejercicio teórico. Su prototipo funciona. Y lo ha demostrado.
Lo ha hecho con una máquina concreta: la prensa de piernas, una habitual de los gimnasios. Al pedalear, la fuerza que normalmente se pierde en forma de calor se transforma en energía eléctrica gracias a una cadena de transmisión cuidadosamente diseñada. Poleas, engranajes, ruedas libres… Todo encaja para que ese movimiento lineal se convierta en rotación, y esta, a su vez, accione un generador. Como un molino moderno movido a base de cuádriceps.
El resultado no es anecdótico. El sistema alcanza una eficiencia del 64,6%, lo que significa que dos de cada tres julios de energía mecánica se convierten en electricidad útil. Para un gimnasio, esto podría suponer un paso real hacia la autosuficiencia energética. Y para los usuarios, una motivación extra: entrenar sabiendo que su esfuerzo no solo moldea músculos, sino que también reduce la factura eléctrica.
“El objetivo era unir sostenibilidad y deporte, dos mundos que deberían ir más de la mano”, explica Sergio con la tranquilidad de quien ha trabajado duro y empieza a ver resultados. Su Trabajo Fin de Máster, titulado Diseño y planificación de un gimnasio sostenible: Integración de tecnologías renovables y estrategias de eficiencia energética, apunta alto, pero se apoya en un planteamiento realista: replicar el sistema costaría unos 600 euros por máquina. Y esa inversión, asegura, se podría amortizar con la energía generada en poco tiempo.
Óscar de Francisco Ortiz, profesor de la Escuela de Ingeniería Industrial y director del proyecto, destaca que más allá de la eficiencia técnica, el sistema puede tener un impacto directo en la conciencia ambiental de quienes entrenan. “Además de reducir la huella de carbono, este tipo de desarrollos conectan a la gente con el valor de la energía. Hacen visible lo que normalmente pasa desapercibido”.
La electricidad generada puede inyectarse directamente en la red del propio centro deportivo o destinarse a alimentar equipos del gimnasio, gracias a un inversor certificado. Todo en tiempo real. Es decir, que mientras alguien entrena piernas, está literalmente ayudando a encender las luces del vestuario o mover la cinta de correr de al lado.
Sergio, que acaba de incorporarse a la empresa OSL Iberia, ha compaginado estudios y trabajo en los últimos años. “Ha sido todo un reto”, reconoce, “pero si algo me ha enseñado la ingeniería es que todo es posible con dedicación y ganas de aprender”. Y lanza un deseo que suena más a sueño en voz alta que a declaración formal: “Nada me haría más feliz como ingeniero que entrar a un gimnasio y ver allí mi invento”.
Quizá algún día, en algún centro deportivo de Cartagena, alguien se suba a una máquina sin saber que, además de entrenar, está participando en un proyecto nacido entre las paredes de la UPCT. Y que su esfuerzo, de alguna forma, vuelve a la ciudad convertido en luz.