Gracias al proyecto de rehabilitación de la batería de San Leandro, los arqueólogos han logrado descifrar un “eslabón” clave en el estudio del sistema defensivo de baterías de costa de Cartagena. Esta batería está permitiendo conocer con mayor profundidad el Plan de Defensa que se puso en marcha en 1890, desarrollado por el ingeniero Francisco Ramos y Bascuñana, en sustitución del plan de 1860. Este cambio supuso la entrada en una nueva etapa de la arquitectura militar, marcada por la industrialización de las fortificaciones.
Antonio Martínez, arqueólogo, profesor en la Escuela de Arquitectura y comisionado del Plan Nacional de Arquitectura Defensiva del Ministerio de Cultura, forma parte del Comité Científico para la Candidatura de Patrimonio de la Humanidad promovida por el Ayuntamiento de Cartagena afirma que este plan de defensa de 1890 es fundamental porque coincide con la Segunda Revolución Industrial. En él se incorporan avances tecnológicos de la época, como el uso de enormes masas de hormigón, acero, vidrio, electricidad y telefonía. “Todos los avances tecnológicos de esa revolución fueron aplicados aquí”, explica el profesor. Ramos y Bascuñana, responsable del Plan del Ensanche y del proyecto de Secación del Almarjal, dirigió todas estas obras, convirtiéndose en una figura clave para la historia de Cartagena.
Estructuras innovadoras en el Plan de Defensa de 1890
Los estudios arqueológicos han revelado estructuras innovadoras, como los muros perimetrales de sierra, los pozos de luz y ventilación diseñados en el proyecto original, y plataformas que permiten identificar el modelo de artillería utilizada. “No se entiende este fuerte sin conocer el tipo de cañones para los que fue diseñado, igual que ocurre con el Fuerte de Navidad”, destaca Martínez. En el caso de San Leandro, se emplearon cañones de 24 centímetros de hierro reforzado, cuyo sistema de anclaje ha sido recientemente estudiado, permitiendo conocer mejor sus mecanismos de puntería y dirección.
La evolución del sistema defensivo es clave para comprender la importancia de estas baterías. El Plan de Defensa de 1860 apostaba por baterías casamatadas, construidas en hormigón y enterradas con bóvedas a prueba, recubiertas de tierra, como el Fuerte de Navidad. Sin embargo, la llegada de la Segunda Revolución Industrial trajo consigo nuevos cañones y artillería más potente, lo que obligó a demoler o reformar la mayoría de las baterías del plan anterior.
Ramos Bascuñana dirigió la construcción del Castillo de San Julián, la reforma de San Leandro, la batería casamatada de Santa Ana y su complementaria para los cañones Cruz, además de la adaptación de La Podadera y la transformación de las baterías de Fajardo. Aun así, en algunas de estas fortificaciones se conservaron elementos del plan de defensa de 1860 combinados con las nuevas tecnologías.
El Plan de Defensa de 1890 entró en funcionamiento con urgencia en 1898 debido al conflicto con Estados Unidos. La amenaza de la flota americana y la preocupación ante un posible bombardeo a la base naval de Cartagena hicieron que todas las baterías fueran puestas en servicio rápidamente. Fue el propio Ramos Bascuñana quien diseñó un plan de artillado para reforzar las defensas con los recursos disponibles en Cartagena.
Este sistema defensivo no se entiende de manera aislada, sino como un conjunto interconectado. “San Leandro no tiene sentido sin su vinculación con otras baterías. Hablamos de un sistema, no de estructuras independientes”, concluye Antonio Martínez. La rehabilitación y musealización de San Leandro permitirá mostrar al público los avances tecnológicos de la época y la relevancia estratégica de estas fortificaciones en la defensa de Cartagena.