MURCIA. Artur tardó casi tres años en denunciar a su agresor. Se casaron al año de relación y establecieron su idílica vida en el piso de la víctima. Los celos, reproches y el mal humor se convirtieron pronto en ataques físicos. «En una de las primeras agresiones me lanzó un plato de cocina a la cara. Me dejó una cicatriz enorme. En el coche me agredió con un cenicero. Era habitual que fuera con la cara marcada, pero lo ocultaba a mi familia y amigos. ¿Cómo podía decirles que aquella pareja idílica era una farsa?». Ahora sabe que lo fue desde el principio. Su marido buscaba regularizar su situación legal y económica. «Hay muchos aprovechados en este mundo, pero este además era un agresor».
Aquellas palizas de los dos primeros años de matrimonio fueron poco comparadas con lo que Artur comenzó a sufrir en el momento que quiso poner punto final al maltrato. «En una ocasión y con testigos delante, me lanzó dos jarrones de cemento con la suerte de que no me dieron. Dejó la casa destrozada. En aquella ocasión decidí denunciar». Lo hizo, pero su marido siguió en casa porque tras un juicio rápido, la única pena que le cayó fue de tres meses de prisión y una multa de cincuenta euros. «No se tuvo en cuenta el agravante de violencia en el ámbito familiar», dice Artur, y su marido pediría sus derechos de cónyuge. Harían falta otras dos denuncias, con parte de lesiones incluido en ambos casos, para que su petición de socorro surtiera efecto.
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Tras la última paliza, llamó a la Policía, pero su agresor huyó. Estando en busca y captura una noche volvió a casa. «Rompió la cerradura y logró entrar aún no sé con qué propósito. Conseguí avisar a los agentes, y por suerte acudieron rápido y se lo llevaron». Desde entonces han pasado casi cuatro años, un divorcio de por medio en el que no hubo separación de bienes, y la larga espera para la fecha de juicio por estas agresiones en cuestión. Mientras llega, Artur ha rehecho su vida, aunque dolido y desconfiado. «He vivido con miedo, llegando incluso a compadecer a mi agresor; me he autoinculpado, pero, sobre todo, he sufrido muchísima vergüenza. Si no hubiera encontrado una mano tendida no sé cómo habría acabado todo».