MURCIA. Tiene desde pequeña una gran pasión por la historia. "Creo que es gracias a un profesor fantástico que tuve en Bachillerato", recuerda. Aquel maestro supo inculcarle el deseo de saber, que nunca ha perdido y que después se tradujo, en lo profesional, en cursar la carrera de Periodismo como forma de diseccionar la historia contemporánea a medida que se produce. Algo que también se plasma en sus novelas. "Son para mí una manera de bucear en el pasado para contarlo de forma entretenida, atractiva y emocionante", describe. Lo que no tiene es pelos en la lengua. De hecho, dar su opinión libremente le llevó a estar perseguida por ETA durante una época que recuerda como una pesadilla, sobre todo para su familia. A pesar de ello, no se fue muy lejos de su tierra. "Soy una vasca exiliada en Asturias", confiesa. Presenta Las campanas de Santiago en esta entrevista para el Grupo Plaza.
— ¿Conviene recordar el pasado, la historia, para no estar condenados a repetirla?
— Cada día constato con mayor pena y frustración que caemos una y otra vez en los mismos errores y que no aprendemos nada. No sé si es porque nos negamos a aprender de ellos o porque sencillamente desconocemos esos errores. Me temo que hay parte de ambas cosas, pero yo no dejaré de aprovechar cualquier oportunidad para recordarlos.
Entre todos los errores, hay uno que la historia se empeña en enseñarnos en vano, pero con una fuerza de piedra, y es que la unión nos hace fuertes y la división nos debilita. Eso, que es una constante histórica desde la antigüedad, no lo aprendemos y vamos una y otra vez a la fragmentación, la división, el enfrentamiento y la debilidad.
— ¿Se recuerda, olvida o manipula el relato en función del interés de quien manda?
— Por supuesto. Nunca en España habíamos vivido un momento de mayor manipulación y tergiversación de nuestra historia que ahora. Lo que están haciendo con la historia de España los nacionalismos, con el auxilio del Gobierno, es una vergüenza. Están reescribiendo la historia de España de forma sesgada, retorcida y falsaria para justificar sus delirios independentistas y lo están elevando al grado de Ley de Educación.
Proscribir el castellano, el español, la lengua común, como lengua vehicular de la enseñanza, es una barbaridad de tal calibre que, a partir de ahí, ¿qué vamos a pedir de la historia? Se enseñará que hubo un reino catalano-aragonés que nunca existió ni se llamó así, dirán que en el País Vasco eran independientes desde Adán y Eva, etcétera…
— El episodio de la historia que se cuenta en el libro infligió una humillación tan dolorosa a la cristiandad que se considera un detonante de la Reconquista…