Por diferentes situaciones llevo unos meses pensando en la vejez, en la salud, en la calidad de vida y todas estas cuestiones. El otro día tuve la gran suerte de poder hablar a solas con mis dos hijas a la vez, con toda su atención puesta en la conversación (los que tengan hijos o hijas jóvenes entenderán que no es fácil) y aproveché para decirles algunas cosas importantes.
Les hablé sobre qué quiero que hagan cuando muera por ejemplo, o qué no quiero que hagan si mi salud se deteriorara de determinada manera. Las dos se lo tomaron a broma y no quisieron profundizar en el tema pero dicho queda. Bendita juventud que se cree inmortal e inalterable.
En esta reflexión en la que me hallo sobre la vejez y el deterioro que supone me he dado cuenta que esa ansia que siempre hemos tenido por vivir más y más años quizá no está bien fundamentada y deberíamos repensar en lo que pasa en realidad cuando vivimos más años.
La esperanza de vida de la población mundial ha crecido exponencialmente, sobre todo desde la segunda mitad del siglo pasado. Según la OMS, en 2050, la población mundial de personas de 60 años o más se habrá duplicado. Se prevé que el número de personas de 80 años o más se triplique entre 2020 y 2050, hasta alcanzar los 426 millones.
Añaden que estos cambios hacia un envejecimiento de la población surgieron en los países más avanzados donde la medicina, la alimentación y otros factores contribuyen a esa mejor esperanza de vida. Japón lidera el ranking y España está siempre entre los primeros también. Sin embargo, también se está viendo actualmente en los países de ingresos bajos y medianos.
A lo que quiero llegar, y disculpen el rodeo, es que es maravilloso vivir más años pero nuestra sociedad no está preparada para vivirlos bien.
Faltan plazas en residencias, apoyos para las personas mayores con dificultades, apoyo para las personas mayores solas y con ingresos normales pero que no les da para pagar esa ayuda que necesitan o una plaza en un centro privado. La evolución de las condiciones de vida y de la ciencia y la medicina nos están permitiendo alargar los años que vivimos pero para muchas personas, para muchas familias, quizá vivir en determinadas condiciones a veces no vale la pena. El cuidado y atención a las personas mayores con todo lo que conlleva y respetando su dignidad no es un hecho asentado y consolidado en nuestro estado por mucho que lo llamemos del bienestar.
Esto que voy a decir es duro: nuestra cultura se aferra a la vida como piojo al pelo y, de hecho, nuestro organismo tiene mecanismos de supervivencia que nunca podríamos pensar. Pero la vida, quizá, no vale la pena de cualquier manera.
No estoy hablando de la eutanasia, aunque estoy totalmente de acuerdo con ella, hablo de que ya que vivimos más años, hay que hacer un gran esfuerzo por vivir mejor. Para ello hay que diseñar los servicios necesarios para cuidar, ayudar, acompañar y proteger a las personas que con la edad van necesitando este tipo de apoyo. El cuerpo cumple años y se deteriora, también la mente. Igual que tenemos educación y sanidad, es necesario establecer un sistema público bien organizado para ir adaptándose a lo que la gente con más edad va demandando. También la medicina y la ciencia debe invertir mucho en todo ello.
El Alzheimer y muchas otras enfermedades (por ejemplo, las crónicas o aquellas que se deben al desgaste del cuerpo humano) van introduciendo dificultades a las personas mayores. También el avance tecnológico y otro tipo de cambios sociales les dificulta la existencia, solo piensen en cómo se le complica la vida a una persona mayor a la que obligan a gestionar su cuenta por una App o pedir cita o ver sus resultados médicos en internet.
Ciudades adaptadas a los mayores, servicios de todo tipo, cuidados y por supuesto solvencia económica. Es urgente empezar a cambiar una sociedad pensada casi prácticamente solo para las personas de "mediana edad".
Y no dejo hoy este texto sin escribir unas líneas y mandar un fuerte abrazo a las personas que están sufriendo las consecuencias de la Dana con muchos fallecidos y pensar sobre la vulnerabilidad del ser humano frente a los elementos