MURCIA. "Cuando alguien exagera sobre algo es que te lo quiere vender a mayor precio". No es la cita de un premio nobel, ni siquiera de un economista estrella, tan de moda en estos momentos de crisis. Es de una persona sencilla y sabia, con una larga experiencia en el trato comercial y humano: mi abuelo Juan. El paso del tiempo me ha ido confirmando que muchas de sus sentencias, algunas de ellas en forma de refrán, tenían un gran fondo de verdad. Y es que pocas cosas han sido y son tan codiciadas, como objeto de compra venta, como nuestros miedos. El negocio del miedo sigue siendo hoy en día uno de los más rentables. Al menos en el ámbito de la política.
"En lugar de admitir sus errores históricos, e intentar corregirlos, han decidido polarizar y dividir a los españoles cavando trincheras"
Podrían haber reflexionado los dos partidos mayoritarios sobre los errores que pudieron haber cometido en las pasadas elecciones al no haber alcanzado ninguno de ellos las mayorías absolutas suficientes para gobernar en solitario, tal y como sucedía en un pasado no muy lejano. También podrían haber centrado su actividad en meditar sobre los términos de una posible reforma electoral (algo que podrían acordar PP y PSOE) que les permitiera gobernar sin tener que pagar el excesivo precio que, tanto unos como otros, han pagado (bueno, en realidad, lo hemos pagado todos los españoles) a los partidos nacionalistas en las últimas décadas y con el que se ha alimentado el independentismo actual.
Nada de lo señalado parece estar en mesa de negociación alguna, ni, por supuesto lo está, un eventual apoyo a la investidura a cambio de importantes pactos de Estado, entre los que podría incluirse la citada reforma de la ley electoral que a ambos interesa. No lo hizo el PSOE a una propuesta reciente del PP (gobernar dos años éste último y convocar elecciones inmediatamente), ni parece que lo vaya a hacer el PP ahora, ni siquiera, para, expresado en sus propias palabras, "evitar que el país sea rehén de un prófugo de la justicia".
"nos piden que les echemos una mano para resolver los problemas que ellos no han sido capaces de solucionar"
En lugar de admitir sus errores históricos, e intentar corregirlos, posibilidad que está un su exclusivo ámbito de responsabilidad y toma de decisiones, parecen haber decidido polarizar y dividir a los españoles cavando trincheras, enarbolando banderas de guerra y azuzando el fantasma del miedo. Miedo a destruir España, argumentan unos; miedo a desmantelar nuestro Estado Social de derechos y libertades proclaman otros. Y lo lamentable es que ambos pueden tener parte de razón, al no estar defendiendo, con igual determinación, la deteriorada igualdad de los ciudadanos en los distintos territorios del Estado (preocupación fundamental de unos) y la amenazada igualdad en el disfrute de derechos y libertades de todos (preocupación fundamental de otros).
El último episodio frente a la seria crisis institucional que vive el país consiste, precisamente, en hacer un llamamiento a salir de los espacios institucionales de toma de decisiones y tomar las calles. En lugar de hacer autocrítica, reflexionar sobre su incompetencia y su incapacidad para llegar a acuerdos, han decidido que la calle es el lugar adecuado para continuar su lucha por el poder. Lógicamente, para ello, antes hay que aumentar la dramatización, acrecentar la polarización, e intensificar los miedos.
En lugar de gestionar, adecuadamente, el mandato electoral de los ciudadanos en las últimas elecciones, nos piden que les echemos una mano para resolver los problemas que ellos no han sido capaces de solucionar. Nos llaman ahora, no a las urnas (de momento), sino a las calles. ¿Habrán meditado suficientemente sobre la capacidad de movilización ciudadana que tienen unos y otros? ¿Deberemos defender en el futuro nuestras diferentes opciones manifestándonos y confrontando nuestras ideas, de manera colectiva, por las calles? Quizás, les vendría bien que les rompiéramos el guion y decidiéramos liberarnos de los miedos que nos intentan inculcar, les exigiésemos que bajaran el tono apocalíptico de sus discursos y les manifestásemos con claridad que somos muy conscientes de nuestros derechos y de sus obligaciones. Menos miedos, por favor.