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COMO AYER / OPINIÓN

Medio siglo de la Feria del libro de Murcia (y un año menos del robo de la partida de bautismo de Salzillo)

28/10/2021 - 

MURCIA. Leía hace unos días, en el balance de la otoñal Feria del Libro celebrada en Murcia, que pasaron por sus instalaciones, en el paseo de Alfonso X el Sabio, 120.000 visitantes (17.000 diarios), que es una cifra más que respetable. Y lo que es más importante, se vendieron unas 32.000 publicaciones, que es de lo que se trata, alcanzando los expositores un volumen de negocio de 650.000 euros, un 50 por ciento más que en 2019. Nada menos.

Participaron, instalados en las 41 casetas, 37 expositores y 60 editoriales. La programación especial constó de 45 actividades, y ha contado con la Comunidad Autónoma y el Ayuntamiento como patrocinadores principales y con el respaldo nada desdeñable de la Fundación Cajamurcia y la Universidad de Murcia.

Satisfacción general, por tanto, para los organizadores, la Asociación de Creadores y Artistas Palin, y cabe suponer que también para quienes concurrieron con sus productos literarios. Una cuarta edición saldada con un notable éxito… ¿cuarta?

"la Feria del Libro de Murcia data, realmente, del año 1971"

Uno ha conocido suficientes ferias como para saber que la celebrada en 2021 no es la cuarta. Lo será, en todo caso, a cargo de la actual organización. Sucede que los eventos intermitentes, que varían de formato o cambian de manos, tienden a partir de cero en sus etapas o versiones sucesivas. Y eso es lo ha pasado, sin duda, con la Feria del Libro de Murcia, que data, realmente, del año 1971, lo que quiere decir que ha cumplido medio siglo, aunque sin la deseable continuidad.

En Madrid se lleva a cabo este certamen anual desde 1933, pero a nuestra ciudad tardó 38 años más en llegar. Fue del 15 al 23 de mayo, y se instaló en las escuetas galerías municipales que hubo en la anterior plaza de Santa Isabel. La organizó la Federación Sindical de Comercio, que aglutinaba a libreros, editoriales y demás ramos de la especialidad, y se planteó como experiencia piloto con objeto de que el Instituto Nacional del Libro la organizara en ediciones sucesivas.

Sólo fueron 14 los estands instalados, pero el primer paso en una andadura ilusionante estaba dado, y los organizadores y libreros concurrentes comenzaron a hacer planes para darle continuidad, apuntando a la feria de septiembre o a las fiestas de primavera como fechas más propicias por la concurrencia de público a la ciudad.

En cuanto al balance, resulta hoy llamativo que entre los libros más despachados estuviesen diversas enciclopedias, pero también que aparecieran en la relación obras como El capital, de Marx; o Historia de las clases obreras; sin menoscabo de títulos por entonces de rabiosa actualidad como Love Story, de Erich Segal, gran éxito literario y cinematográfico un año antes; o ‘Autopista’, del humorista Perich.

Los expositores consideraron en su mayor parte que había asistido mucho público y que las ventas habían sido satisfactorias, y pedían para siguientes ediciones mejor fecha y más amplias y adecuadas instalaciones, amén de mayor publicidad de evento.

"Tan excepcional fue la muestra que llamó la atención de los ‘amigos de lo ajeno’, que asaltaron el expositor y sustrajeron seis valiosísimos volúmenes"

Por lo pronto, la segunda edición se trasladó a septiembre, enmarcándola en el calendario de la feria murciana, y se habló de instalar las casetas en el entorno del nuevo auditorio municipal, que se inauguraría por esas fechas, aunque finalmente el lugar escogido volvió a ser Santa Isabel, el día señalado para abrir los expositores el 7, y el número de los mismos 36, lo que ya representaba un salto cuantitativo importante. La organización recaía ahora sobre el Instituto Nacional del Libro, dependiente del Ministerio de Cultura, con el patrocinio del Ayuntamiento.

El recinto seguía siendo bastante limitado, pero se imponía el carácter céntrico del emplazamiento. Ofrecía la segunda edición dos vertientes: la clásica, compuesta por las casetas que venden los libros, y la llamada de exposición, con las casetas del Obispado, el Ayuntamiento y el Ministerio de Información y Turismo.

La Iglesia Diocesana de Cartagena seleccionó algunos ejemplares valiosos e interesantes para la exposición, dentro de la riqueza bibliográfica incalculable de su archivo. Algunos de los ejemplares que se presentaron en la Feria del Libro fueron una biblia medieval, una misal mozárabe, bulas de Clemente XIII y Pío VII

Sin duda, la exposición diocesana dio lustre a la Feria con su excepcional muestra. Tan excepcional, que llamó la atención de los denominados ‘amigos de lo ajeno’, que en vísperas de la clausura, con la ayuda de la nocturnidad y de las escasas medidas de seguridad asaltaron el expositor y sustrajeron seis valiosísimos volúmenes del archivo, así como dos libros bautismales de la parroquia de Santa Nicolás-Catalina, también de indudable interés artístico y bibliográfico.

Eran las obras perdidas para la cultura murciana una exhortación pastoral del cardenal Belluga a los padres confesores, datada en Murcia el 10 de diciembre de 1712; un misal de rito mozárabe, editado en Roma en 1765; las bulas de Clemente XIII y de Pío VII, dadas en Roma en 1700 y 1806, respectivamente; el inventario de los libros de la biblioteca del Palacio Episcopal, confeccionada en 1787 y compuesta de 47 pliegos; y un libro sobre las cartas del obispo Liciniano de Cartagena, escritas en el siglo VI. Además, los ladrones se llevaron los citados libros de bautismos, que contenían, entre otras, las partidas de nacimiento de Francisco Salzillo y del Marqués de Riquelme. No estaban asegurados, con lo que la pérdida resultó doblemente irreparable.

Para paliar mínimamente el desastre, el lector curioso puede dirigir sus pasos hasta la iglesia de Santa Catalina, donde encontrará, junto al altar mayor, la pila bautismal original de la antigua parroquia, repuesta en aquél lugar en 2007, tercer centenario del nacimiento del escultor, tras años de abandono y olvido. Y junto a ella, reproducción literal de la partida bautismal birlada. Algo es algo.

Fue un triste final para la II Feria del Libro que, sin embargo, tuvo continuidad al año siguiente, siendo emplazada por vez primera en el paseo de Alfonso X el Sabio.  

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