MURCIA. Si diciembre es el mes que El Almendro vuelve a casa por Navidad, noviembre el Black Friday y abril la Campaña de la Renta, febrero es el mes de la polémica por Eurovisión. Pero, sinceramente, este es un jardín en el que no me voy a meter, se lo dejo al Maestro Joao porque Eurovisión… me da mucha pereza.
El caso es que en esta burbuja de aislamiento informativo en la que vivo para intentar mantener todos mis chakras alineados (que cuando se me desalinea un vórtice no vea usted la que se lía) a mitad de semana comienzan a llegar a mí ecos sobre la canción que llevamos a Eurovisión. Que si llama Zorra y qué nos va a representar, que si ha opinado el presidente del Gobierno… Entonces pensé: pues esto sí que tiene que ser gordo. Por primera vez en mi vida, tomé una decisión prudente (los chakras) y me dije que en lugar de prejuzgar por el título de la canción primero tendría que escucharla.
Así fue cómo una mañana de camino al trabajo descubrí, para mi sorpresa, que soy más "zorra" que nunca. Una canción que perfectamente podría haber sido el nuevo hit de Alaska, cuando uno escucha música sin mayor afán que el de distraerse un rato, pero claro, cuando además te sientes plenamente identificado con la letra de la canción, automáticamente se convierte para ti en un temazo, digo más, en un himno.
"Pertenezco a esa generación de mujeres que hemos vivido en primera persona el juicio público por cada uno de nuestros actos y a todos se les ha puesto una etiqueta como esta"
Para mi desgracia estoy más cerca de ser la hermana de Nebulossa de lo que me gustaría, la Elsa de Frozen, por lo que siento cada una de esas estrofas como si fueran propias. Pertenezco a esa generación de mujeres que hemos vivido en primera persona el juicio público por cada uno de nuestros actos y a todos se les ha puesto una etiqueta como esta. Hemos sentido la presión social por estar a la altura al mismo tiempo en el trabajo y en el hogar, porque todavía no hemos superado que el peso de la familia ya no cae sobre la mujer, así como el peso de la economía familiar no cae sobre el hombre. Prejuicios que llevamos las primeras, las propias mujeres tatuados a fuego.
Romper estereotipos a muchas les han valido calificativos donde el más suave era "zorra". No digamos prosperar en el trabajo como mujer antes que un compañero hombre. El comentario en el office es que alguna felación habrías hecho, versión fina. Si quieren la versión mundana pónganse en contacto conmigo que se la aclaro. Hemos apartado zarzas y abierto un camino que ha dejado heridas a muchas, aparentando en esa huida hacia adelante que no les importaba el qué dirán, pero mirando de reojo a su círculo social más cercano.
Así que llegadas a este punto de la encrucijada, hemos tomado el camino de la reconciliación con nosotras mismas, el darnos permiso para hacer o no hacer a nuestro libre albedrío aunque a veces todavía quede una punzada de desazón. Porque como ustedes comprenderán, una no se desintoxica de décadas de aleccionamientos machistas en una sentada. Es un proceso largo lleno de recaídas, pero que cuando llega a su culmen, te hace sentir que por fin estas en paz contigo misma.
Soy una zorra de postal.
Gracias por su lectura.
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