El petróleo y el gas natural escasean, el clima es cada vez más imprevisible, el suelo se desertiza, el nivel del mar sube inundando casas, un virus se extiende por todo el mundo y un volcán erupciona en La Palma destruyendo pueblos enteros. No sé qué más necesita gritarnos la naturaleza para que le hagamos casito. No sé cuántas metáforas más necesitamos para darnos cuenta de que, lamentándolo mucho, no tenemos el control de la Tierra. Por mucho que así nos sintamos: como los dueños de una hacienda que pueden hacer con ella lo que les da la gana, que para eso es suya.
Los seres humanos, esos mamíferos venidos a más, estamos tranquilísimos a pesar de todos los avisos que nos llegan. Sin cambiar excesivamente, salvo algunos podemitas o jipis pesados, nuestros hábitos. Pasando de reciclar. Comprando fruta de América porque es unos céntimos más barata. Usando coches muy contaminantes porque fardan más al llevar a los chiquillos a clase. Cambiando el móvil cada año como si el coltán creciera en los árboles. Dejando las colillas en la playa y los botes vacíos en medio del campo porque eso significa ejercer mi libertad según algunos...
Y tantos etcéteras.
Al parecer no nos importa que estén a punto de desaparecer los coches diésel por falta de petróleo, que los viticultores españoles estén preocupados por la desertificación y degradación del sueño al tiempo que se plantan viñedos en el sur de Inglaterra, que el mar esté inundando ciudades y terrenos costeros (Venecia es solo el ejemplo más conocido), que un virus nos haya encerrado durante meses o que cientos de familias hayan perdido sus casas por un volcán.
¡Saldremos de esta! Esa es la idea que subyace. Saldremos porque el ser humano lo puede todo. El humanismo (un movimiento intelectual surgido en los s. XIV y XV) nos dice que mediante la razón seremos capaces de lo que nos propongamos. Una idea optimista que tras la revolución industrial se convierte en una forma de mirar el mundo confiada: ¡Estemos tranquilos, la ciencia acabará con cualquier problema!
El pensamiento religioso creía que Dios había creado el mundo perfecto y que cualquier desviación o cambio era una semilla de caos. Es lo que se llama misoneísmo. La Creación era perfecta y el ser humano la ha ido degradando poco a poco. El pensamiento religioso es pesimista respecto al futuro, por eso es conservador y huye de los cambios. Pero no nos equivoquemos: pocas personas hoy en día, por creyentes que sean, mantienen esta idea. El pensamiento científico, que ha quitado a Dios y ha colocado al ser humano en el centro, lo domina todo. Incluso los discursos religiosos están impregnados de esta idea ególatra de que el ser humano es el centro del Universo.... Porque Dios nos ha creado a su imagen y semejanza para ser los guardianes del mundo, ¿no? La Tierra es un jardín y nosotros sus jardineros. Bajo ese pretexto los elegidos por Dios han tomado el lugar de Dios. Somos los jardineros que lo han llenado todo de mierda, sí, pero no pasa nada. Es nuestro planeta, ¿no? Somos los encargados y nos cagamos en él si nos da la gana. Ya se arreglará. Porque todo se arregla. Porque confiamos ciegamente en que el futuro será mejor que el pasado.
Pero el jardín se nos está revelando.
O es que nunca fue nuestro del todo.
Y de pronto nos sale un volcán o se nos acaba el petróleo o se nos inunda el chalé en primera línea de playa. Pero, ¿qué más da? Seguro que hay científicos trabajando en acabar con los problemas. La cosa no va con nosotros. A nosotros, como buenos hijos del Latifundista divino, se nos puso aquí en el mundo para disfrutar. ¿Por qué me voy a poner a separar el plástico del vidrio? ¿Por qué comprar productos ecológicos? ¿Por qué no tirar la colilla por la ventana? La Tierra es nuestra así que ejerciendo nuestra ayudante libertad nos meamos en ella si queremos. Como buenos herederos caprichosos, dilapidamos nuestra fortuna adquirida: la Tierra.
Hay un dicho español que afirma que la empresa la monta el abuelo, la mantiene el hijo y la pierde el nieto.
Pues señoras y señores, parece ser que ya ha llegado la generación de los nietos egoístas, caprichosos e inconscientes. A la siguiente ya solo le quedarán deudas.
Lo cual no quiero ni imaginarme qué significa.
El impacto sobre nuestras vidas y nuestra sociedad será dramático. Sin duda se trata del mayor desafío que en estos momentos encara la humanidad