Anunciaba la prensa local allá por el año 1867, un 5 de enero, que un “parte telegráfico” había confirmado que los Reyes Magos se encontraban de camino, y al día siguiente harían su entrada triunfal en Murcia por la puerta de Castilla, o lo que es igual, por San Antón, como hacían habitualmente los obispos, y como hicieron allá por el año 1594 las reliquias de San Fulgencio y Santa Florentina que se conservan en urna de plata en el presbiterio de la Catedral.
Se hacía eco la breve reseña de que los pueblos del tránsito se preparaban ya para recibir a los Magos de Oriente con la pompa que para estos casos se requiere, y que un repique general de campanas anunciaría la llegada de los ilustres viajeros.
La fiesta de los Reyes Magos, como fecha navideña por excelencia para regalar, con los niños como principales destinatarios, data del siglo XVI, y es netamente española, pero lo que evidencia la noticia es que la complicidad social con el misterio sobre la verdadera identidad de los sabios llamados por la tradición Melchor, Gaspar y Baltasar, está presente entre nosotros desde hace muchos años.
Y muy poco después, un escueto suelto en la prensa, ponía de manifiesto que ni siquiera un cambo de régimen político radical, como el que se supuso la revolución de 1868, llamada ‘La Gloriosa’, que derrocó por vez primera a la dinastía borbónica, se entrometía en la celebración. Lo contaba el diario ‘La Paz’, que subrayaba que “para dar a conocer que con los Reyes Magos no va nada, y sí con los de la Casa de Borbón, el día de los Santos Reyes tocaron en nuestros paseos dos de las bandas de música de esta capital, siguiendo la costumbre de otros años”.
En aquellos tiempos convulsos, que concluyeron con el regreso de los borbones a finales de 1874, no se escribió mucho más de los generosos sabios llegados de Oriente, pero si nos remitimos a la primera Navidad de la Segunda República, hallamos una cuestación abierta por iniciativa del diario ‘Levante Agrario’ para poder regalar juguetes a los niños desfavorecidos, con la colaboración de las parroquias.
Se había iniciado esta campaña en 1930, dos años antes, como relatamos en estos ‘ayeres’ hace, precisamente, dos años, y pese al nuevo cambio de régimen, aún aguantó en el primer año republicano. Fue el 18 de diciembre de 1931 cuando se inició la tercera y última recaudación, y lo hizo de forma contundente, con 1.172 pesetas frente a las 605 del año anterior. Abrió la lista el Ayuntamiento, con la suma de 750 pesetas, y le siguieron el gobernador civil, con 150, y el diputado a Cortes Gonzalo Figueroa, con 100. Levante Agrario aportó 50 pesetas.
La novedad en ese año fue la extensión del recorrido de la Cabalgata en la mañana del día 6 de enero, que no sólo visitó esta vez las parroquias de la ciudad, sino también una serie de establecimientos benéficos, como el Hospital Provincial, la Inclusa, el Asilo de San Carlos Borromeo, el Sindicato de la Aguja, la Casa Provincial del Niño y el denominado Colegio Asilo de Golfos.
En esta ocasión se repartieron 8.000 juguetes entre los niños pobres de la ciudad y las pedanías de Espinardo, Puente Tocinos y El Palmar, con los camiones del Regimiento de Artillería de la calle de Cartagena como eficaces transportes.
A las siete de la mañana arrancó la comitiva desde la calle de la Rambla, hoy Saavedra Fajardo en el tramo del Mercado, con la banda de clarines del 6º Ligero de Artillería, tres camellos y un elefante, los Reyes Magos a caballo, escoltados por sus pajes, los tres grandes camiones tirados por caballos y la banda de la Misericordia como cierre, concluyendo en Santa Eulalia tras un largo y alegre recorrido por la ciudad, repartiendo ilusión e iluminando los rostros de los niños necesitados.
Pero también fueron agraciados los espectadores con el reparto de diversos juguetes, en número de cuatro mil, adquiridos para ese objeto, al margen de los obtenidos del fruto de la recaudación, amén de dos millares de pastillas de jabón ‘República’ y ‘A B C’, donación de la fábrica de los mismos.
Por su parte, la Federación de Obreros Católicos también celebró lo que llamaron el Día del Niño Obrero, repartiendo juguetes a los hijos de los asociados en el mismo 6 de enero.
Y para que no faltara de nada en aquellos Reyes republicanos, por la tarde, el Círculo de Bellas Artes celebró en su sede un baile que giró en torno a la ‘torta de Reyes’.
Tuvo su sede el Círculo, nacido en 1902, en la Casa Celdrán, en la Trapería, una de las grandes pérdidas arquitectónicas padecidas por la ciudad, y por aquellos años, sus elementos más jóvenes habían decidido celebrar grandes bailes los domingos y días de especial relevancia, como era y es el que pone término a las celebraciones navideñas.
En aquella oportunidad, a las siete se sirvieron los roscones clásicos, en los que se había puesto un número que daba derecho a un magnífico regalo con el que la comisión obsequiaba a los asistentes.
Aunque no faltaron posteriormente iniciativas de recogida de juguetes, como la que lidero en 1933 la Juventud Antoniana, lo cierto es que movimientos como aquél del ‘Levante Agrario’ ya no volvieron a verse en aquellos años, que desembocaron en la sangrienta Guerra Civil.