CARTAGENA. Ahora que Murcia Plaza nos ha invitado a revisar la obra de nuestro paisano Pedro Flores visitando la espléndida muestra que se exhibe en el Museo de Bellas Artes, será bueno recordar que entre los más granado de su producción se encuentran también los frescos del Santuario de la Fuensanta, que nos costará más admirar, no sólo por el hecho de estar situados en la cúpula y el coro alto, sino por las tinieblas que reinan habitualmente en el templo.
Pero merece la pena intentarlo, para completar la actualización del buen hacer de uno de los grandes artistas que ha dado esta tierra y porque, a las malas, siempre podremos deleitarnos con el repertorio de exquisitos retablos realizados por otro de los grandes con mayúsculas: Juan González Moreno.
Fue, precisamente, el gran escultor de Aljucer quien convenció al pintor para que dejara por un tiempo su residencia en París y aceptara el encargo de participar en la decoración del Santuario de la Patrona, completando en la parte pictórica los trabajos del propio González Moreno en cuanto a escultura, el de Antonio Carrión y el granadino Nicolás Prados en el retablo mayor y camarín y la aportación de los arquitectos Eugenio Bañón, Damián García Palacios y, más tarde, Fernando Garrido.
"en diciembre de 1959, Pedro Flores regresó por unas semanas a su tierra después de 30 años de ausencia"
La empresa, verdaderamente sensible, consistía en restaurar el templo tras su saqueo y parcial destrucción en 1936, que acabó con el valioso retablo principal, como elemento más destacado. Y los promotores del proyecto pusieron el mayor de los empeños en usar de los mejores mimbres para ensalzar debidamente a la Virgen de la Fuensanta, la gran devoción de los murcianos desde el siglo XVIII. Y lo resultados, largamente esperados, no defraudaron.
Aunque ya se dio un primer impulso al embellecimiento del entorno y las reparaciones exteriores tras la guerra, las obras definitivas no se acometieron hasta la década de los 50. De hecho, en mayo de 1952 informaba el diario Línea de que la costosa empresa, que se cifraba entonces en cinco millones de pesetas, estaba en marcha, y que se había abierto en el Palacio Episcopal una oficina donde se ofrecería información y se recabarían donativos.
Poco a poco fue tomando forma la ambiciosa reconstrucción, aunque no con la presteza ni con los recursos que hubiesen deseado cuantos ansiaban por ver definitivamente concluida la ‘casa’ de la Virgen. Pero siete años después del comienzo de las obras estaba aún por resolver el asunto de las pinturas de la cúpula.
Y fue entonces, en diciembre de 1959, cuando Pedro Flores regresó por unas semanas a su tierra después de 30 años de ausencia. Y aunque remiso al principio, según publicó la prensa murciana en el mes de abril, aceptó el ambicioso encargo de decorar con sus prestigiados pinceles los venerables muros del santuario, para lo que volvió a Murcia desde su residencia parisina en el mes de septiembre de 1960 para afrontar la tarea.
En la víspera del día de Reyes del año siguiente, ya podía apreciarse una parte relevante del trabajo de Flores, a cuyos efectos giraron visita al lugar el obispo de la Diócesis, que lo era por entonces el catalán Sanahuja y Marcé; el vicario general, Balibrea Matás; Bartolomé Bernal, miembro de la Junta pro reconstrucción del Santuario; el ilustre pintor Benjamín Palencia; y el escultor y autor de los relieves del templo, Juan González Moreno, entre otros, causando las pinturas representativas de la Romería una grata impresión, y generándose, en consecuencia, la lógica expectación entre los murcianos por conocerlas.
Declaró el artista sobre lo que estaba representado que se trataba de "un homenaje a Murcia, a la que quiero con toda mi alma. He pintado a sus hombres más ilustres de todas las épocas y al pueblo soberano. Como ves; lo que pudiéramos llamar pretexto, que no lo es, sino, al contrario, hermosísima tradición: la romería de septiembre, ha servido para agrupar muchos siglos de historia local".
Tan cierto es como que en la escena se agrupan alrededor de 200 personajes, de los cuales uno 80 se sitúan en primer plano. Entre ellos, según citaba el propio artista: Alfonso el Sabio, el beato Andrés Imbernón, Francisca, la legendaria comedianta vinculada a la devoción a la Fuensanta, Salzillo, el pintor Villacis... Y entre los contemporáneos, González Moreno, Planes, Garrigós, el obispo Sanahuja, el vicario Balibrea... y el pintor mismo, ataviado como los auroros, por los que sentía verdadera pasión.
Cuatro meses de intenso trabajo habían ofrecido un magnífico resultado, dando a la cúpula un aspecto verdaderamente espectacular en lo artístico y absolutamente emotivo en lo sentimental. A lo que habría que sumar, más tarde, la escena de la Coronación de la Virgen en lo alto del puente Viejo, en abril de 1927.
Benjamín Palencia resumió así sus impresiones: "Se trata de una composición admirable. La posición de las figuras, todas mirando, de algún modo, a la Virgen; el colorido, la viveza, la expresión popular, .son realmente importantísimos. Flores ha captado magistralmente el alma de Murcia, que él lleva tan dentro, que se le manifiesta enseguida. De todas las interpretaciones religiosas que se han hecho en España, ésta es una de las más logradas. En suma, conserva una tradición que nos viene de Goya. Murcia puede estar de enhorabuena. Un hijo, suyo le ha rendido el más inesperado y espléndido homenaje".
Quién lo iba a pensar de un hombre que salió por vez primera en la prensa cuando fue mordido por un perro a la edad de cinco años.
Si van por la Fuensanta y hay algo de luz, no se pierdan los frescos de Flores.
Reúne cuadros pertenecientes a colecciones privadas, que se exponen por primera vez, y los que alberga el Palacio de San Esteban, además de cartas, fotografías y documentos