CARTAGENA. En su discurso inaugural, la presidenta mexicana insistió en condenar "la invasión española". Con todo, no fue eso lo que más me llamó la atención, sino su llamada a mantener relaciones basadas en el respeto a la soberanía de ambas naciones. ¡Por fin, me dije, alguien relevante reconocía que España es una nación soberana! ¡Que sonasen los claros clarines y grabasen en mármol sus palabras! Pero luego me asaltó una duda: ¿se merecían tal declaración sus esforzados acompañantes españoles, todos ellos de extrema izquierda y firmes partidarios de distribuir la soberanía española en varias nacioncitas?
"¡Mira que cruzar el océano para tener que oír que España es una nación soberana!"
Me habría gustado ver la cara de Ana Pontón, la dirigente del BNG que asistió a la toma de posesión. Al igual que la gallega, yo nunca había puesto en duda la soberanía de México; a diferencia de la gallega, yo también le reconocía esa cualidad a España. Estricta partidaria de la soberanía de Galicia, con la consiguiente degradación de España a la triste condición de Estado Plurinacional, supongo que la bella Pontón se sobresaltaría. ¡Mira que cruzar el océano para tener que oír que España es una nación soberana! Y encima no lo decía alguien tan reaccionario como el presidente pepero Rueda, sino una militante de Morena, un partido cuyo izquierdismo estaba fuera de toda duda. En popular expresión gallega, ¡manda carallo!
El nombre de ese partido mexicano es un acrónimo de Movimiento de Regeneración Nacional. Según Rosa Belmonte, deriva del aspecto teñido de la Virgen de Guadalupe. Dice esa amena escritora que sería parecido a fundar un partido en Murcia y llamarlo Morenica en honor de la Virgen de la Fuensanta. Ahora que sabemos que Carlos Alcaraz siempre lleva una estampa de la Fuensanta que le regaló su abuela, quizás no sería mala idea.
Tradicionalmente se ha considerado que la aparición de la Virgen al indígena Juan Diego en el cerro de Tepeyac indujo una conversión masiva de aztecas al cristianismo. Lo mismo ahora sale alguien acusando a la Virgen de Guadalupe de colaborar con los invasores. Suele decirse que tiene un aspecto mestizo, pero la triste realidad es que su tez es bastante más clara que la de su homóloga española, venerada desde el siglo XIII en un santuario del pueblo extremeño de Guadalupe. Y, horror de los horrores, figuraba en el pendón de Hernán Cortés. Fue precisamente el parecido de la aparecida mexicana con la figura del pendón lo que indujo que fuese llamada Nuestra Señora de Guadalupe, pues de otro modo quizás habría sido Nuestra Señora de Tepeyac. A su favor contaba que Juan Diego logró convencer de la aparición al escéptico obispo de la diócesis, Juan de Zumárraga; en su contra contaba que, al igual que el obispo, el nombre de esa Virgen era de origen español.
"COLAU, Toda una defensora del derecho de Cataluña a autodeterminarse, se declaraba española por mor de la convenienciA"
No menos sorprendente fue la intervención de Ada Colau, que asistía en representación de los Comunes de Cataluña. La gente de Murcia recordará el vínculo sentimental que los une con esa dirigente catalana a través de su primera directora de comunicación, que estudió en el célebre colegio de los Maristas. Tras espatarrarse y bajarse oportunamente las bragas, tuvo a bien orinar públicamente de pie en la Gran Vía murciana. Mientras que algunos se alegraron de que por fin había llegado algo de agua desde Cataluña, ella declaró que se trataba de un acto postporno para contribuir a la liberación sexual femenina. Prodigaba ese tipo de performances con la etiqueta de "Miss Braga". Pues bien, casi postpornográfica resultó la intervención de Colau ante la presidenta: tratando de agradar a su anfitriona, pidió excusas por la actuación de los españoles en el pasado. Pero lo más estupefaciente es que lo hizo, según sus propias palabras, en su condición de "europea y española". No solo no habló en catalán, su lenguaje perpetuo como alcaldesa de Barcelona, sino que se reconoció española en idioma castellano. ¡Ostres! ¡Collons! Toda una defensora del derecho de Cataluña a autodeterminarse, tan aguerrida que incluso votó afirmativamente en el referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017, se declaraba española por mor de la conveniencia.
También me gustaría haber visto la cara de Gerardo Pisarello, el diputado de los Comunes presente en el acto. Imagino que se preguntaría si había merecido la pena quitar airadamente la bandera española del balcón del ayuntamiento de Barcelona cuando era concejal en el equipo de Colau. Tras tamaña heroicidad antiespañola, ¿cómo aguantó ver a su antigua jefa declarándose española? Sobreponiéndose, Pisarello declaró que le parecía acertada la decisión de la presidenta de no invitar a Felipe VI. Anticipándose, ella lo había mencionado expresamente en su discurso. Como profesor de Derecho Constitucional, ¿ha leído Pisarello el artículo 56? Pues dice que el Rey es el jefe del Estado, cuya más alta representación asume en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica. ¿No era ese el caso de México? ¿Qué enseñaba Pisarello en sus clases de Derecho Constitucional?
Tampoco defraudó Irene Montero, la eurodiputada podemita madrileña. Decidió fotografiarse ante una pintura mural de Rivera en la que aparecía Cortés frente a unos indiogenas, como decía el humorista mexicano Cantinflas. En tan apropiado marco, la enérgica feminista condenó la pretérita invasión española. Quizás no se acordaba de que Frida Kahlo, la amante del pintor, siempre se quejó de haber padecido dos grandes accidentes en su vida: un choque de autobús y su relación con Diego Rivera. Pero pintar, pintaba muy bien.