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Las secuelas del Tibio sobre Sheinbaum

6/10/2024 - 

CARTAGENA. El Tibio anterior versó sobre el debate abierto por la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, con motivo de su toma de posesión. En tono irónico, comenté diversas facetas del conflicto diplomático abierto por su decisión de excluir al rey de España. La explicó diciendo que Felipe VI no había satisfecho la petición formulada por López Obrador, anterior presidente mexicano, de que pidiese excusas por los daños causados a los indígenas por los colonizadores españoles. Inesperadamente, ese artículo ha tenido toda una serie de secuelas.

Preservando la identidad de mis corresponsales, comentaré en este Tibio algunas de las respuestas más notables que he recibido. La inmensa mayoría ellas procedían de españoles que concordaban con mi punto de vista y declaraban haberse reído mucho al leerlo. Se agradece. Hubo tres que no caían en esa categoría. Una de ellas, escrita educadamente, me informaba de que Sheinbaum no es un apellido alemán, sino lituano. El padre de la presidenta era un judío asquenazí lituano que destacó como químico y su madre una judía sefardí búlgara que destacó como bióloga. Así que la presidenta había nacido en el seno de una familia ilustrada. Eso estaba bien, pero provenir de sendas familias judías europeas no cambiaba mi broma de que no era ni mexica, ni maya. Si acaso, en tanto que sefardí, la reforzaba. Como es sabido, los sefardíes proceden de judíos españoles que fueron expulsados por los Reyes católicos. Así pues, en la rama materna de la presidenta acaso hubo antecesores españoles. De hecho, su segundo apellido es Pardo, originario de judíos españoles que vivían en la costa Mediterránea.

"como dijo Octavio Paz, los mexicanos que odian a los españoles se odian a ellos mismos sin saberlo"

Otra comunicación privada provenía de un empresario vasco. Acomodado en el Levante español huyendo del acoso al que ETA sometía a muchos de sus colegas, decidió ampliar su negocio desde España a México. A tal efecto, un amigo le facilitó un contacto en ese país. Cuál no sería su sorpresa cuando, al cabo de unos meses, descubrió que su nuevo socio dirigía una amplia red de etarras refugiados en México. Disgustado, clausuró discretamente su negocio en el extranjero. Se quejaba mi corresponsal del apoyo total que el Gobierno mexicano daba los terroristas etarras. Vista esa información, supongo que el representante de Reunirse (Bildu) en la toma de posesión se sentiría como en casa. Quizás algo decepcionado porque, ahora que andan pidiendo reformar el Estatuto de Autonomía para reconocer a Vasconia como nación soberana, el derecho a la autodeterminación y las relaciones bilaterales con España, no debió de gustarle que la presidenta dijese que España era una nación soberana. E incluso añadió que mantenía buenas relaciones con México y que pretendía que ambos países siguiesen colaborando. Tampoco me extraña, habida cuenta de que su hija completó sus estudios de Literatura en la universidad de Barcelona y su hijo sus estudios de Arte en la Politécnica de Valencia. Esas cosas unen.

Por último, la tercera misiva privada que comentaré procedía de un ciudadano mexicano. A lo que se veía, firmemente indigenista. Tras dedicarme una florida relación de epítetos, como patán, ridículo e ignorante, me ilustraba con una amplia colección de los notabilísimos logros de las culturas indígenas en la etapa preshispánica. Por motivos de espacio, no los reproduciré. En cualquier caso, concordaba con las declaraciones de la presidenta en su toma de posesión: "El origen de la grandeza cultural de México reside en las grandes civilizaciones que vivían en esta tierra siglos antes de que la invadieran los españoles". Y añadió: "Aquí crecieron culturas que construyeron pirámides monumentales, que entendieron los astros, la vida y la muerte, que nos dieron lenguas vivas; los mayas crearon las matemáticas". Apasionante.

Por simetría, tampoco glosaré los notables logros de las culturas occidentales en la etapa preamericana. Aunque personalmente me impresionaron más las pirámides escalonadas mayas, a los egipcios tampoco se les dio mal construir pirámides monumentales, ni a los europeos levantar grandiosas catedrales. En lo de las lenguas vivas omitió que fueron los colonizadores los que registraron los primeros diccionarios y gramáticas de algunas de las lenguas indígenas. Por otra parte, tenía su gracia en una señora que presidía el país con más hispanohablantes del mundo. Lo de entender los astros me trajo a la memoria los nombres de Ptolomeo, Copérnico y Galileo, pero lo más estupefaciente fue su afirmación de que los mayas inventaron las matemáticas. 

Desde luego, es muy meritorio que conociesen el número cero, que representaban con una concha o un caracol. Eso les permitió realizar complejos cálculos aritméticos y elaborar un calendario bastante preciso. Pero también los europeos conocían el número cero ya en el siglo XIII. Ideado por los indios y trasmitido por los árabes, tempranamente lo empleó el italiano Fibonacci. Y, en cuanto a la invención de las matemáticas, sin obviar las aportaciones de los sumerios y los egipcios, algo tendrían que decir Pitágoras, Tales de Mileto y Euclides. A más y más, ya antes del gran encuentro los europeos manejaron los números racionales y, aunque sin reconocerlos como tales, los números negativos.

Volviendo al campo estrictamente privado, considero de suficiente interés publicar que mi crítico mexicano me pidió que no bromease con sus dos apellidos, que él mismo calificaba de "españoles". Según declaraba, se los cambiaría si pudiese. He ahí una buena síntesis del drama de muchos mexicanos indigenistas. Muy a su pesar, descienden (en sentido genético) de esos españoles cuya intervención lamentan. Como le dijo Julio Camba a una dama mexicana que le reprochaba la colonización, no fueron los antepasados del visitante los que cometieron las supuestas tropelías, que esos se quedaron en España, sino los de la dama que lo interpelaba, pues era ella la que nació en México. Por citar un pasaje de Octavio Paz, un escritor mexicano premio Nobel de Literatura, los mexicanos que odian a los españoles se odian a ellos mismos sin saberlo. Por cierto, que le recomendé a mi airado corresponsal que leyese a Paz. Me dijo que lo probaría, pero que, de todos modos, los suyos no lo consideraban un representante apropiado de la verdadera cultura mexicana. Para gustos, colores. Si lo sabré yo, que no me cansaba de pedir a un colega de tesis doctoral nacido en Guanajuato que me cantase aquello de "Cuando la Luna se pone regrandota como una pelotota y alumbra el callejón…" Por cierto, acogido en nuestro equipo de doctorandos españoles aficionados al fútbol, el joven de Guanajato jugaba bastante bien, pero daba mucha leña. Combativos siempre, a lo que se ve. Todavía conservamos cierto grado de amistad. Si es que, guste o no, España y México están unidos por múltiples lazos, como comentó la presidenta. En eso, acertó.   


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