MURCIA. Cuenta Carola Falgás (también conocida por su nombre artístico, Carol Kiu), que su obsesión por el tarot le viene de lejos. Su primera baraja -la primera de muchas, porque su colección de mazos se cuenta por decenas en estos momentos- venía de regalo con la revista Cosmopolitan. “Recuerdo que era una de arcanos mayores -especifica-, y que yo por aquel entonces todavía entendía el tarot como una herramienta predictiva para leer el futuro”.
Su fascinación por ese mundo misterioso y lleno de simbolismo fue creciendo, pero ella llevaba su afición en secreto porque en esa época el tarot, al menos en España, estaba envuelto en una pátina bastante poco atractiva para la juventud “moderna”. Tenía ciertas connotaciones negativas asociadas a la ignorancia y a una rancia excentricidad, o directamente se tomaba a broma (y sino que se lo pregunten a la Bruja Lola o a Aramís Fuster). “Una vez se me ocurrió llamar a Esperanza Gracia a un teléfono de esos que salían en la tele y llegó a mi casa una factura monumental”, rememora. Su padre se agarró un buen cabreo: “Ahora te diré yo el futuro, maja…”.
Forofa también del punk y creativa por naturaleza, Carola desarrolló su trayectoria profesional como diseñadora, primero en el sector textil y de la moda, y después en el del mueble y el interiorismo. Pero nunca dejó de instruirse en el tarot, una pasión que compartía con algunas de sus principales referentes, como la coleccionista de arte Peggy Guggenheim o la pintora Leonora Carrington -quien por cierto fue quien inoculó a Alejandro Jodorowsky el “bicho” del tarot-. Poco a poco fue descubriendo que esta pseudociencia encerraba muchos aspectos creativos, intelectuales y artísticos que trascendían el hecho adivinatorio.
Carola leyó muchos libros e hizo sus primeros pinitos tirando las cartas, pero siempre informalmente y entre amigos. Fue hace apenas unos meses cuando decidió integrar el tarot como una vertiente profesional más, que además en un futuro próximo estará íntimamente ligada con su faceta como diseñadora, ya que tiene previsto lanzar una línea de joyas, tapetes y barajas de naipes, entre otros productos.
El suyo es un buen ejemplo de cómo ha cambiado la percepción social del tarot en los últimos años; de cómo ha saltado del oscurantismo underground a la cultura de masas. Así como el arte del tatuaje y las corrientes musicales duras como el black metal o el doom siempre han incorporado la imaginería oculista en su estética, la presencia recurrente de esta en el mundo comercial es mucho más reciente.
El diseño de moda, la joyería y la ilustración gráfica contemporáneas están plagadas de referencias al zodíaco, a la brujería y a la cartomancia. Pero no solo ellos. Los departamentos de marketing de grandes marcas integran cada vez más a menudo en sus eventos los servicios de una (o un) tarotista, cuya presencia no siempre se limita a dar color y entretenimiento, sino que en ocasiones también sirve para proporcionar indirectamente información valiosa sobre el perfil emocional y psicológico del público objetivo de la firma.
Otro ejemplo de las expectativas depositadas en el tarot por parte de los empresarios es la start-up Miistico, integrada Lanzadera, la aceleradora de empresas fundada por Juan Roig. Esta es una de las vías que encontró Carola para iniciarse profesionalmente en este mundo: la plataforma le proporciona un cliente o un evento, y por ello se lleva una comisión. Otra vía más directa es contactarla directamente a través de su Instagram -@carolkiu.tarotandrecords-. ¿Sus tarifas? 35 euros por una tirada de cartas de unos 30 minutos y 60 euros por una tirada larga que entra más al detalle y además incluye la elaboración de un documento que integra también aspectos de numerología. “También es muy común que me llamen grupos. Por ejemplo, el otro día fui a un cumpleaños y eché las cartas a cinco amigas”. El perfil de los clientes habituales de estos servicios es variopinto, pero no en género: la mayor parte son mujeres con estudios superiores.
Estética y conceptualmente, el tarot es un filón. Pero, ¿qué otras razones, además de las meramente mercadotécnicas, anidan detrás de esta nueva fascinación?
La periodista especializada en moda y estilo de vida Patricia Moreno ofrece una perspectiva muy interesante sobre este asunto. “Hace aproximadamente cinco años empecé a percibir un resurgir de los códigos del tarot por parte del mainstream. En su momento, lo entendí como parte de la última revolución feminista, que recuperaba la figura de las brujas y, al mismo tiempo, proponía el viaje a espacios no patriarcales o capitalistas –al menos, simbólicamente– en busca de respuestas. Era un momento de gran cuestionamiento de todo lo establecido, sobre todo por parte de una nueva generación de mujeres. Este universo nos abría a creencias silenciadas por el sistema, con una genealogía que, además de las brujas, incluía a santeras, parteras o comunidades indígenas”.
“Marcas independientes o creadoras de contenido –en España, podríamos citar Morgana Sanderson o Charas Vega (@Charcastrology)– despertaron un consumo digital que grandes firmas aprovecharon muy pronto. Si bien algunas como Dior han estado históricamente ligadas al zodiaco (su fundador, Christian Dior, era un gran supersticioso y en Dior Galerie, en París, hay pañuelos de seda con los signos del zodiaco de los años 60), otras lo han integrado como signo de los tiempos. Recuerdo que Dior hizo un evento en su tienda en Madrid con una pitonisa, sería 2019; en primera persona, disfruté de una lectura de carta astral en 2022 en Florencia, en la tienda de Miu Miu. Desde ese momento, es cada vez más común que marcas y espacios incluyan el tarot como parte de su oferta (otra tendencia en el mundo de las experiencias de marca podrían ser los tatuajes en vivo). Un ejemplo local es el Sea Bar del hotel The Westin Valencia, que en un ciclo de 'afterworks' combinó cóteles, dj y el tarot de Carol Kiu. También ella dirigió la noche esotérica de Filipinas 5 en colaboración con Kukla y Somos Brava hace unos meses; una noche fascinante”, añade esta periodista.
Moreno nos habla también de Antevasins Store, que se ha convertido en un lugar de referencia en València. “Su espacio, en El Carmen, acoge cursos de introducción al tarot –me regalaron uno por mi cumpleaños–, pero también talleres de ungüentos, amuletos o piedras, abriendo las puertas de un mundo nuevo para toda una generación, como la mía, que fuimos criadas en la educación católica. Una doctrina que, como mujeres, nos ha limitado; en cambio, en el mundo del tarot encontramos algo cercano al autoconocimiento, a la expansión y, sobre todo, nos reconciliamos con nuestro lado espiritual, antes monopolizado por la Santísima Trinidad”.
Carola Falgás también cita a Antevasins Store y sobre todo a su propietaria, la también tarotista Azahara Santoro, como la persona que más puertas le ha abierto. “Hice varios cursos con ella. Tiene muchísimos conocimientos”, asegura. Otra de las tiendas de referencia para Carol Kiu es Arcana, de Barcelona, aunque solo opera online. “Tiene muchas cosas, pero está especializada sobre todo en tarots indies, muchos de los cuales son de importación y en España solo se pueden adquirir a través de ellos”, comenta mientras prepara el tapete para echar las cartas a la periodista que escribe estas líneas.
La casa de Carola es, sin lugar a dudas, la de una persona que solo quiere belleza a su alrededor. Entre los muebles de diseño del salón -la mayoría de los cuales ha diseñado ella misma-, vemos una vitrina de cristal en la que guarda una amplia colección de mazos de cartas, junto con piedras, amuletos y un péndulo que le responde que sí cuando describe círculos en el aire, y que no cuando oscila en línea recta. Hay rarezas y reliquias, compradas al vuelo (y a precios bastante elevados) en tiendas de segunda mano y antigüedades, pero también muchísimas barajas indies. Es decir, interpretaciones contemporáneas -algunas muy libres- realizadas por ilustradores como Ricardo Cavolo, Tete Chumi -que asocia cada arcano mayor a un célebre músico de blues- o Belén Segarra, uno de sus preferidos. También tiene clásicos como el Tarot Thoth de Aleister Crowley, el de Dalí o el tarot de Marsella de Camoin y Jodorowsky.
En las estanterías, junto con libros de diseño y novelas, muchos ensayos sobre tarot y astrología. Entre ellos, La vía del Tarot, de Jodorowsky y Marianne Costa, Jung y el Tarot, de Sallie Nichols; El tarot de Leonora Carrington (“una maravilla”) y El perfecto manual de la pitonisa (“un libro mítico y muy buscado”).
Fue precisamente un libro sobre psicomagia de Jodorowsky el que le hizo comprender que el tarot era “una herramienta más de autoconocimiento muy poderosa y con múltiples aplicaciones”. “El esoterismo y el tarot predictivo no me gusta porque se hace desde el miedo y la inseguridad. Para mí, sin embargo, el tarot no es oscuro”, insiste. “Nada está escrito en piedra, el tarot implica mucha intuición. Es creativo, flexible y subjetivo. Yo no te digo lo que te va a pasar en el futuro, sino que te ayudo a interpretar sobre las cuestiones que te preocupan en el presente. Mi papel es interpretar las cartas que vas escogiendo y construir con ellas una narrativa, una historia. Pero el objetivo no es condicionar tu vida, sino ayudarte a observar las cosas con más perspectiva sobre tu situación actual, y a reflexionar sobre ello. Si al día siguiente de que te echen las cartas, nada de lo que te han dicho se queda contigo o te resuena, entonces hay que dejarlo ir. Si por el contrario se te ha quedado el runrún, entonces es que debes prestar atención a lo que te han dicho las cartas”.