Una investigación conjunta de diferentes organismos argentinos arrojó luz, en una publicación del año 2018, sobre las desproporcionadas cifras de mujeres migrantes ingresadas en centros psiquiátricos en el periodo comprendido entre 1895 y 1940. De título Mujeres, migrantes y locas, el análisis denuncia los traumas migratorios entre el colectivo femenino y la incapacidad de la medicina tradicional de encontrar un diagnóstico humano, justo y acertado con las pacientes afectadas.
A lo largo de su carrera, la arqueóloga lituana Marija Gimbutas tuvo que soportar que sus colegas varones menospreciaran el valor de su trabajo, llegando a tildar sus estudios como proyecciones fantasmagóricas de su propia y tumultuosa vida personal. Según escribe el antropólogo y activista David Graeber en El amanecer de todo, Gimbutas no solo fue privada del lugar que le correspondía entre los venerados referentes de la arqueología; su destino fue el "cuasi universal vilipendio y su conversión en objeto de desdén lastimoso".
"Tildar a una mujer de loca, de obsesionada o de enfermiza ha sido la herramienta más efectiva del patriarcado a lo largo de la historia"
En el año 2001, el director escocés Peter Mullan llevaba a la gran pantalla Las hermanas de la Magdalena, una durísima historia sobre la institución religiosa del mismo nombre que, durante décadas, vejó y torturó a miles de mujeres prostitutas, madres solteras o simplemente consideradas un peligro para las buenas costumbres. A todas ellas se las castigó por su oficio, por su libertad de criterio o por haber dado a luz fuera del matrimonio, y se les aplicó un estigma incapacitante para vivir en sociedad.
En una esfera más reciente y dentro de la parcela del universo pop, el caso más sangrante de este tipo de prácticas lo ha protagonizado la cantante estadounidense Britney Spears, anulada durante una década por su propio padre. Spears permaneció bajo la tutela legal de su progenitor y fue privada del control sobre su vida –y sobre su inmensa fortuna– puesto que alguien dio por válidas las acusaciones de "locura" y decidió resolver el caso anulando la autonomía de ella.
Tildar a una mujer de loca, de obsesionada o de enfermiza ha sido la herramienta más efectiva del patriarcado a lo largo de la historia. ¿Una reina medieval que sufrió graves maltratos por parte de su padre y de su marido y que decidió rebelarse? Loca. ¿Una soprano que denunció al tenor más importante de los últimos tiempos por abusos sexuales? Reloca. ¿Una ex que te quiso llevar a juicio por violencia de género? Recontraloca. La historia de la liberación femenina se ha construido a base de mujeres que, casualmente, estaban todas locas y cuyo único propósito era, también casualmente, arruinarle la vida a un señor
Hartas de ser escrutadas en juicios por violación, el colectivo feminista chileno Las tesis lanzó en 2019 la performance Un violador en tu camino para reivindicar que el responsable de una acción es aquel que la comete, sin opción a valorar si en algún momento se sintió incitado a hacerlo. La letra rezaba: "Y la culpa no era mía ni dónde estaba ni cómo vestía", en clara contraposición al agotador mantra de que "la violaron porque llevaba minifalda". El impacto de la performance de Las tesis fue tal que la revista Time las eligió en 2020 como una de las 100 personalidades más influyentes del planeta.
En cada lucha emancipadora, las mujeres no solo afrontamos los relatos colectivos que cargan contra nosotras cuando somos víctimas (la llamada revictimización), sino que también tenemos que superar que el horizonte patriarcal juegue a alterar nuestras propias percepciones sobre la realidad mediante feroces técnicas de luz de gas. Somos el detonante porque provocamos, somos las culpables porque habíamos provocado y merecemos severos ajusticiamientos en tanto que todo lo que nos ha podido pasar, nos ha pasado por nuestra culpa.
La cuestión de fondo de cada una de las prácticas enumeradas anteriormente contiene una munición que es más peligrosa todavía que el desprestigio hacia una mujer en concreto: son puro punitivismo aleccionador. Aunque a simple vista no lo parezca, cuando se pretende hundir la reputación de una víctima que ha levantado la voz, lo que en el fondo se está transmitiendo es que calladitas estamos más guapas. En esta sociedad patriarcal se nos castra advirtiéndonos de las consecuencias: no denuncies a tu marido porque va a decir que estás loca, no denuncies una violación porque sacarán todos tus trapos sucios, no te metas con las ideas del capillitas del pueblo porque te van a llamar malfollada con total impunidad.
Las percepciones y su posterior digestión son demasiado determinantes para nuestra vida en sociedad como para pasarlas por alto con la actitud irreflexiva propia de otros tiempos. Todo cuanto entendemos nos sitúa en el mundo, rige nuestras relaciones y nos proyecta en sociedad. Por eso es fundamental que sepamos identificar y combatir los señalamientos misóginos que todavía tratan de arrinconarnos. Y por eso es también fundamental que todos entendamos que, por muy duras que sean las represalias, las que estamos metidas en esto vamos a seguir peleando por la plenitud de nuestros derechos hasta el fin de nuestros días.