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crítica de cine

'Living': Ishiguro adapta a Kurosawa manteniendo su esencia humanista

6/01/2023 - 

MADRID. En 1952, antes de rodar Los siete samuráis, Akira Kurosawa estrenó Vivir (Ikiru), una película que, con el tiempo, se ha convertido en uno de los grandes clásicos de la filmografía del director japonés. Alejada de sus historias épicas e históricas, el relato se centraba en la figura de un viejo funcionario que había dedicado toda su vida al trabajo y al que diagnosticaban una enfermedad terminal, lo que le hacía replantearse si había sido feliz o no, cómo se había relacionado con los demás y si de verdad había aprovechado el tiempo o lo había empleado de manera rutinaria, e inútil, en hacer cosas que no merecía la pena. 

El premio novel Kazuo Ishiguro adapta ahora el libreto de Kurosawa para trasladarlo al entorno británico de la misma época, aunque no resulta complicado que, aquello de lo que habla reverbere en nuestro presente, sobre todo después de la pandemia. Un presente en el que el trabajo se ha convertido en el centro de nuestras existencias y que lo ocupa prácticamente todo a través del espacio tanto físico como virtual. ¿Qué queda después de eso? ¿Que pretendemos dejar para la posteridad? Seguramente la nada, el vacío. 

Quizás por esa razón, esta nueva versión de Vivir, titulada Living y que ahora firma el director sudafricano Olivier Hermanus con guion de Ishiguro, adquiere una resonancia contemporánea muy potente que demuestra lo universal y atemporal del mensaje que contenía la película original. ¿Somos robots del sistema? ¿Hasta qué punto tenemos la capacidad de disfrutar de una vida plena más allá del éxito profesional? ¿Estamos tan alienados que no nos damos cuenta de nada, de lo que realmente importa? Son algunas de las cuestiones existenciales que palpitaban en la obra original y, ahora también en este remake que, de alguna forma, conecta con temas fundamentales del corpus textual de Ishiguro, en el que se encuentran presentes la soledad, la incomunicación, la frustración, la identidad y la propia naturaleza de los seres humanos a través de sus sentimientos. 

Puede que esta película, Living, sea tachada de académica, pero a veces el adjetivo adquiere connotaciones peyorativas que no siempre son justas. En efecto, se trata de un trabajo académico, sí, preciso y pulcro, pero también delicado y profundo, reflexivo. Podría haber caído fácilmente en el sentimentalismo, pero lo bordea de una manera exquisita y grácil, porque no siempre hablar de temas graves e importantes de forma emocional significa caer en lo cursi y en lo relamido.

Parte del mérito de Living, además de la precisión del guion de Ishiguro y de la dirección de Hermanus, recae en la interpretación de Bill Nighy, que toma las riendas del personaje que encarnó Takashi Shimura de una forma no menos magistral que su espejo antecesor. En pocas ocasiones habíamos visto al actor al frente de un proyecto en el que él es el auténtico protagonista. Se había convertido en un secundario de lujo o en la comparsa de su partenaire femenina hasta ahora, demostrando todo su potencial, su capacidad para moverse en toda clase de registros y convertirse en una entidad casi totémica gracias a su fuerza y, al mismo tiempo su fragilidad, su toma de conciencia sobre su propia vida y su transformación paulatina. Quizás, Living, es el mejor regalo de Año Nuevo que como espectadores podríamos hacernos. 

Vivir de Kurosawa siempre quedará como una obra cumbre, pero este Living es también es una exquisitez, una indagación humanista que nos interpela y que nos deja sin argumentos porque, ¿qué es vivir? Esa es la cuestión. 

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