CARTAGENA. El consejo de administración de Lhicarsa ha aprobado un plan de inversiones valorado en 7,7 millones de euros que servirá para renovar la flota y la maquinaria los servicios de limpieza y recogida de basuras que supondrá adquisición de un centenar de vehículos, más de 1800 contenedores y 2.500 papeleras nuevas y sopladoras que, prometen ser menos ruidosas que las actuales, que , por desgracia, llenan de un sonido estridente las calles de Cartagena por donde pasan. La inversión está prevista en el contrato, y se amortizará en los próximos ocho años sin aumento de costes.
La nueva maquinaria permitirá la renovación de una flota en la que las barredoras tienen una edad media de 15 años y los vehículos de transporte tienen una edad media cercana a los 20 años. El reemplazo se realiza sobre vehículos ya amortizados y siguiendo los datos de una auditoría externa que ha analizado el estado de la flota.
La inversión autorizada prevé también 190.000 euros para informatizar el servicio y geolocalizar a los vehículos “para garantizar el seguimiento y control de los servicios por parte de la inspección municipal”, según ha resaltado la alcaldesa.
Entre las compras previstas hay 10 camiones recolectores, de los cuales 9 son de carga lateral operados solo por el conductor y podrán reemplazar a camiones de carga trasera que necesitan tres trabajadores. Esta sustitución permitirá liberar personal para servicios de limpieza. También se compran 10 máquinas barredoras para renovar elementos de una flota que cuenta con 15 unidades.
Todos los vehículos cumplirán con la nueva legislación en materia ambiental y una parte será de propulsión eléctrica, entre ellos 19 furgonetas para recogida de enseres y cartón en zonas urbanas y 30 bicicletas con carro portacubos para operarios de limpieza, que tienen la asistencia de un motor eléctrico.
Además está prevista la incorporación de 25 sopladores de mano eléctricas, más ecológicas y menos ruidosas, imprescindibles para poder completar la limpieza de las vías en las que hay vehículos estacionados
Recordemos que hace un año, Investigadores de la Universidad Politécnica de Cartagena (UPCT) publicaron un artículo en la revista científica Air Quality, Atmosphere & Health que muestra cómo las partículas de pequeño tamaño suspendidas en el aire, de efecto nocivo para la salud y causantes de enfermedades cardiopulmonares, se multiplican por el uso de sopladores para limpieza viaria.
El estudio publicado recogía las mediciones realizadas durante 104 días en la calle Jiménez de la Espada de Cartagena, que recogen picos de presencia de partículas PM2,5 y PM10 coincidiendo con el paso de operarios de limpieza utilizando sopladores. De media, estos equipos aumentan un 60% la presencia en el aire de partículas PM2,5 y un 70% las PM10. El peligro de estas partículas está en su tamaño, susceptible de penetrar por las vías respiratorias más allá de la laringe, en el caso de las gruesas (PM10), y llegar hasta los bronquiolos, afectando al intercambio pulmonar de gases, en el caso de las finas (PM2,5).
La investigación partió del Trabajo Fin de Máster en Ingeniería Ambiental y de Procesos Sostenibles de Raquel Revuelta Morales, dirigido por José María Moreno y codirigido por Stella Moreno.
Los sopladores levantan a su paso las partículas nocivas y generan un efecto que los investigadores han denominado “onda del polvo” y que afecta durante cuatro minutos a las zonas por las que pasan. “Un minuto antes de que pasen ya se aprecia el incremento de partículas en suspensión y no vuelve la normalidad hasta dos minutos después de su paso”, detalla el investigador José María Moreno Grau, quien considera “una insensatez” levantar el polvo del suelo, que debería aspirarse directamente.
El polvo que los sopladores remueven a velocidades de hasta 200 kilómetros por hora incluye compuestos cancerígenos como los hidrocarburos aromáticos policíclicos, generados por la combustión de los vehículos, y también partículas fecales de origen animal y granos de polen perjudiciales para la población alérgica.
Los autores apuntaban, además, a los efectos contaminantes de los sopladores que utilizan motores de gasolina y a su alto impacto acústico. “Las zonas de bajas emisiones que las ciudades de más de 50.000 habitantes están obligadas a instaurar deberían comenzar con la prohibición del uso de estos aparatos”, razona Moreno Grau.
“Los trabajadores que utilizan estos sopladores son quienes están más expuestos a sus nocivos efectos, pues están contínuamente dentro de la onda de polvo y rara vez utilizan mascarillas adecuadas para evitar inhalar las partículas contaminantes”, añadía por su parte Stella Moreno.
Las partículas en suspensión que remueven los sopladores pueden afectar a las personas no sólo por vía respiratoria, sino también a través del proceso digestivo de alimentos en que se hayan depositado, de ahí que los investigadores incidan en el peligro del uso de estos aparatos junto a establecimientos donde se dispensa comida. De hecho, la investigación fue posible gracias a la colaboración del dueño de una tienda de alimentación, que fue quien registró el paso de los sopladores.