MURCIA. Es evidente que en la vida en general cuando quieres lograr algo has de entregar otro algo a cambio. La reciprocidad forma parte inmanente a nuestra relación con el entorno, pero no solo con las personas sino con todo cuanto nos rodea y se considera ser vivo. Por ejemplo, plantas una semilla de la que obtienes flores y frutos, que te exige unos cuidados y así de manera cíclica: cuidas y recibes. Con tu familia, con tus vecinos, con tus compañeros de trabajo, incluso con desconocidos con quienes coincides una y otra vez en la cafetería, habiendo un interés, objetivo o circunstancia comunes necesariamente aparece la reciprocidad: "Yo pongo esto esperando que tú correspondas para lograr lo que ambos nos proponemos".
"¿qué piensa hacer usted cuando, ya en su casa y jubilado, no tenga a quién mandar o coordinar?"
¿Y qué sucede cuando tú eres el empresario, mánager o directivo en tu empresa? Pues exactamente igual: tu ofreces a tus colaboradores, clientes y proveedores acogida, orientación, servicio, satisfacción de sus necesidades y fiabilidad, a cambio de que te contrapresten con lo que esperas de ellos. Sin embargo, en la cultura de la que venimos quienes ya peinamos canas hace unos años —o lucimos frente despejada— ejercer de jefe implicaba 'mandar'; o dicho de otro modo, que tus empleados hiciesen lo que tú les ordenabas con los medios, la manera y en el momento que tú indicabas, porque el resultado era tu responsabilidad. Es decir, trabajaban para ti y jerárquicamente ¡tu poder era incuestionable!, y si te equivocabas siempre podías echar la culpa a la incompetencia de alguno con tal de no mostrar fisuras en tu rol y seguir sosteniendo el modelo. Claro que la consecuencia era que se limitaban a obedecer y darte lo que estrictamente les habías pedido, sin añadir iniciativas por el temor a que no fuesen bien recibidas o cuestionasen tu 'autoridad'. ¡Obediencia y lealtad hacia 'el jefe' por encima de todo!
Sin embargo, llegó la democracia, y con ella la oportunidad de decidir quién quiero que me gobierne los próximos cuatro años, y esa sencilla operación, la libertad de decidir, establece con ello una paridad de 'poder' que desmonta los cimientos del Autoritarismo trocándose en autoridad. Así que de ostentar un poder (potestas) inherente al cargo o posición jerárquica que me corresponde en el escalafón del organigrama piramidal, pasamos a ejercer el poder de decisión desde la autoridad (autoritas) que me otorgan los colaboradores del área de servicio que gestiono; pasamos de "dirigir y mandar" a "coordinar y delegar", de 'jefe' o líder autoritario y despótico que me ofrece una seguridad a cambio de mi lealtad incondicional, a 'coordinador' o líder colaborativo que escucha y dinamiza; en definitiva, de plenipotenciario marimandón a persuasivo y facilitador del crecimiento personal, la iniciativa y la autonomía en la toma de decisiones.
Pero además de la ideología dominante en cada época está la personal manera de cada uno de gestionar su desempeño en el mando o liderazgo, que viene condicionado por cómo resuelve sus necesidades motivacionales secundarias definidas, como ya hemos citado en anteriores artículos, por el psicólogo investigador McCLelland en los términos de poder, logro y filiación. Esta combinación de la tendencia particular con la predominancia social de cada momento en el continuum histórico ofrece diferencias significativas de expresión.
Por ejemplo: basándome en atentas observaciones aunque sin contraste científico, una hipótesis común es que en EEUU la necesidad más sobresaliente y común de sus ciudadanos es la de poder e influencia, inmediatamente seguida o a la par de la de logro, y la menos relevante es la de filiación o pertenencia a un grupo con el que identificarse pese a que casi todos se llevan la mano al pecho ante el himno nacional y muchos presumen de su bandera clavada en el parterre de su casa como signo inequívoco de su identidad colectiva. En España sin embargo, ésta última es por lo común muy relevante, pues parece importarnos mucho lo que piensan de nosotros los demás y cómo se nos valora, y si no echemos un vistazo a tantos comportamientos y declaraciones de algunos de nuestros políticos, que parecen ser adoptadas más por el 'postureo' y el qué dirán de mí que por el sentido común y la responsabilidad de la gobernanza orientada al servicio al pueblo que representan.
¡Y con todo lo expuesto hasta ahora qué!
Pues en el caso concreto de mi amigo A.C., ejerciente como directivo los últimos 12 años de los 22 que lleva trabajando en una conocida empresa murciana, y ahora candidato a jubilarse dentro de ocho meses, me cuenta: "Me pregunto cómo me afectará eso de estar en mi posición de líder sobre muchas personas durante tantos años, y de repente, inmediatamente después del día J ya no mandar nada. ¡Ni siquiera en mi casa!¡Bueno, je, je.. A decir verdad... ¡¡¡ahí nunca he mandado!!!
Así que, ¿qué piensa hacer usted cuando, ya en su casa y jubilado, no tenga a quién mandar o coordinar? ¿Cómo continuar sintiéndose 'seguido' en sus decisiones por otras personas y acompañado en su práctica?
Afortunadamente ya hay expertos para casi todo, que te pueden facilitar este tránsito.
Diego A. Yepes
Psicólogo Coach Acreditado
"40 años humanizando empresas"