MURCIA (EFE).- Investigadores de la Universidad de Murcia (UMU) han demostrado, con pruebas objetivas basadas en el estudio de la melatonina en saliva, que las personas con hábitos nocturnos presentan un mayor riesgo de sufrir obesidad y desarrollan más tendencia a comer de forma emocional y no por sus necesidades fisiológicas.
Así se desprende de una investigación liderada por la catedrática Marta Garaulet en colaboración con investigadores de las universidades de Harvard (Estados Unidos) y Guadalajara (México) en la que se han medido datos de unas 4.000 personas de esos tres países en busca de una correlación entre la obesidad y los denominados “cronotipos”, que marcan las horas del día en que cada persona es más activa.
En estudios previos de esta investigadora ya se había puesto de manifiesto que las personas con cronotipos vespertinos o nocturnos, que mantienen mayor nivel de actividad en las últimas horas del día y se acuestan tarde, tienen una mayor tendencia a la obesidad.
Este estudio relaciona esa circunstancia con el hecho de que estas personas “nocturanas” tienen además una mayor propensión a ser “comedores emocionales”, es decir, que ingieren alimentos en función de sus emociones, especialmente las negativas como el estrés, la ansiedad o el aburrimiento, y no porque tengan hambre.
La principal novedad del estudio es que por primera vez se ha analizado de forma objetiva, y no solo mediante encuesta, esa condición de persona con cronotipo vespertino, ya que se realizó un estudio en colaboración con el hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia a través de un test que mide la evolución de la melatonina.
Esa prueba permitió medir en qué momento sube la melatonina en cada persona y, por lo tanto, cuando empieza su “noche biológica”.
El estudio establece asimismo que ingerir alimentos cuando ya hay presencia de melatonina en el organismo repercute en un aumento de tendencia de la obesidad.
Los análisis realizados manifestaron una clara relación entre las personas con un inicio de su noche biológica más tardío y las que tenían peores hábitos como “comedores emocionales”.
Para cambiar esos hábitos, Garaulet ha considerado que las dietas restrictivas de reducción de ingesta calórica no son una buena solución para estas personas, sino que el abordaje debe ser desde el punto de vista conductual, para lograr evitar vincular la comida a las emociones.