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COMO AYER / OPINIÓN

Las flores de la plaza

14/10/2020 - 

MURCIA. En los últimos días hemos tenido noticia de una campaña promovida por la Comunidad Autónoma para favorecer la venta de flores cultivadas en la Región, incentivando el consumo de este bello y polícromo producto de nuestra tierra, que se ha visto seriamente perjudicado por la crisis sanitaria y la suspensión de numerosos actos y festejos, civiles y religiosos en los que la presencia de la flor resultaba imprescindible.

Hablamos de procesiones, bodas, comuniones, cabalgatas, ofrendas multitudinarias… que habrían proliferado a lo largo de la primavera y del verano en otras circunstancias, y que en las actuales se han aplazado, reducido o, sencillamente, anulado.

Y ahora, cuando se aproximan la festividad de Todos los Santos y la conmemoración de los Fieles Difuntos, los días 1 y 2 de noviembre, se ha entendido que es el momento de relanzar el consumo y, a la vez, de tratar de espaciar la afluencia a los camposantos, repartiendo las visitas a lo largo de las jornadas anteriores y posteriores a las fechas tradicionales.

"la plaza que es hoy corazón del tapeo murciano no era tal propiamente, ya que todo su espacio central se encontraba ocupado por la Carnicería, y de ella tomaba el nombre"

No es fácil cambiar las costumbres, pero tantas cosas han cambiado en los últimos meses, que debemos estar preparados y predispuestos a seguir adaptando nuestras vidas a esta nueva normalidad a la que tanto cuesta convertir en normalidad a secas.

Y volverán los puestos de flores a sus lugares habituales, que lo han sido, desde muchos años atrás, las plazas vecinas de Santa Catalina y… de las Flores, lugar predestinado por un nombre, aunque la proliferación de bares ha arrinconado a los dos negocios estables del fragante producto y limitado la instalación de los eventuales.

Pero no fue siempre así. Era otra plaza fronteriza con la anterior, la de San Pedro, la que acogía en el último cuarto del siglo XIX el florido mercadeo, mientras que la plaza que es hoy corazón del tapeo murciano no era tal propiamente, ya que todo su espacio central se encontraba ocupado, desde muy antiguo, por la Carnicería, y de ella tomaba el nombre.

Allá por el año 1882, la prensa local acogía una idea que no prosperó, pero que no pocos tuvieron por feliz: "Arreglar el riego del paseo de la plaza de Chacón (Santa Isabel); plantar sus jardincillos de bellas flores; colocar una verja y puertas para cerrarlo de noche; encargar de su guarda a un guardia municipal; hacer mesas y situarlas alrededor del monumento para llevar a aquel sitio la venta de flores que hoy se hace mal y estrechamente en la plaza de San Pedro; colocar en algunos sitios de este paseo kioscos o armarios para la venta de agua, refrescos y dulces; y, por último, convertirlo en paseo matinal, llevando allí alguna vez la música".

Pasados diez largos años, se volvió sobre el asunto, pero apuntando ya al emplazamiento que es objeto de esta reseña. Se tuvo entonces por buena mejora para la ciudad la idea de "derribar la Carnicería para hacer una plaza y establecer en ella kioskos de hierro para la venta de flores, pájaros, etc. etc.".

La propuesta fue adelante, aunque no con la premura que algunos deseaban y otros deploraban. En el debate terció el Diario de Murcia para indicar su conformidad "con que se derribe la Carnicería, porque ya no sirve, y porque quedará allí una plaza muy bonita que dará más vista y valor a las casas que hoy la circundan; pero causa cierto sentimiento ver desaparecer los edificios antiguos, consagrados por su historia y sus servicios. Se trata de una carnicería, es verdad, pero, no por ser tal deja de ser parte integrante de la Murcia que se va perdiendo. Como el día que caiga el Contraste, llamado también a desaparecer, caerán con él los últimos recuerdos de aquellas milicias murcianas, tan famosas y renombradas".

Cayó, en efecto, la Carnicería, pero el Contraste, pese a ser víctima de un deterioro imparable, aún sobrevivió en casi 40 años al vaticinio y en 16 al vaticinador, que no era otro que el reconocido periodista José Martínez Tornel. Corría el mes de mayo de 1893. En el mismo periódico, se daba cuenta de otra noticia vinculada al asunto que nos ocupa, pues se anunciaba que el Ayuntamiento, a propuesta del alcalde y por unanimidad, había acordado bautizar a la nueva plaza que resultase del derribo de la Carnicería con el nombre de otro ilustre murciano: Pedro Díaz Cassou. Una decisión, por cierto, que contradijo el pueblo, llamándola desde muy pronto plaza de las Flores.

A lo largo del tiempo, este céntrico y concurrido espacio urbano conoció célebres establecimientos ya desaparecidos o desplazados a otro lugar, como los Almacenes El Río de la Plata, la Funeraria de Jesús y los Ultramarinos de los Abellanes; mientras que otros veteranos perviven y conviven con los dedicado al cañeo y el tapeo, como la famosa Confitería de Bonache (1828); la Farmacia de Montesinos, que hoy es de Peñalver (y que ya funcionaba en 1928); la Floristería de Fernando (1894); y, claro está, el pionero Bar La Tapa (1927), en cuya preciada terraza, que lo era más aún cuando la plaza estaba abierta al tráfico rodado, servía cervezas el ‘demonio’ del Domingo de Resurrección. Pero esa es, desde luego, otra historia.

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