MADRID. Está claro que no vamos por buen camino para cumplir el Acuerdo de París. En la COP 28, los gobiernos trabajarán en un marco para alcanzar el objetivo global de adaptación (GGA) del Acuerdo de París, y esperamos que también establezcan una hoja de ruta para fomentar la acción climática con compromisos y recomendaciones claras. Entre otros temas, la conferencia abordará la puesta en marcha del fondo para pérdidas y daños acordado durante la COP 27. Los sistemas alimentarios y la agricultura también estarán en el punto de mira este año.
Las buenas intenciones y las promesas no bastarán: el mundo necesita una aplicación urgente. El Informe sobre la Brecha de Emisiones 2022 del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) no ofrece un buen panorama. Las contribuciones determinadas a nivel nacional (CDN) adoptadas por los líderes mundiales en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, celebrada en Glasgow, apenas han rozado la superficie. Según el informe, el mundo tendrá que reducir el 45% de las emisiones actuales de gases de efecto invernadero de aquí a 2030 para estar en condiciones de limitar el calentamiento global a 1,5 grados centígrados (°C) y el 30% para reducirlo a 2°C. Sus autores subrayaron la urgencia de una transformación de todo el sistema y advirtieron de que un planteamiento gradual y escalonado ya no bastará.
Un vistazo a las emisiones mundiales de dióxido de carbono (CO2) relacionadas con la energía en 2022 podría ser motivo de optimismo. Según el informe de emisiones de CO2 de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), éstas aumentaron menos del 1%. Esta cifra es significativamente inferior a la del año pasado, en el que se registró un aumento de más del 6%. Pero también se debió principalmente al crecimiento de sectores como la energía solar, la eólica y los vehículos eléctricos (VE), que ayudaron a compensar el impacto del mayor uso del carbón y el petróleo en medio de la crisis energética mundial. El informe lo deja claro: las emisiones de carbono siguen en una trayectoria de crecimiento insostenible y se necesitan medidas más audaces para que el mundo acelere la transición energética y cumpla sus objetivos climáticos.
Según BloombergNEF, la oportunidad de inversión se sitúa en torno a los 200 billones de dólares, ya que los esfuerzos en la transición energética deben aumentar para que el mundo alcance sus objetivos de cero emisiones netas en 2050. Esto supone un gasto anual de unos 6,5 billones de dólares, frente a los 2 billones de 2021, o lo que es lo mismo, una media de aproximadamente el 2% del PIB mundial (casi el equivalente a lo que gastan los aliados de la OTAN en presupuesto militar).
Ámbitos como la energía eólica, los vehículos eléctricos y las bombas de calor tendrán que crecer drásticamente. Si tomamos como ejemplo la energía eólica en Estados Unidos, su capacidad tendrá que pasar de los 100 gigavatios actuales a 4.200 gigavatios en 2050, según Bank of America Global Research. O pensemos en el aumento de cientos de miles de estaciones de recarga de vehículos eléctricos en medio del cambio hacia el transporte por carretera impulsado por baterías.
Todos estos sectores necesitarán que sus mercados crezcan entre 40 y casi 200 veces su tamaño actual, y ese crecimiento requerirá capital. BloombergNEF calcula que se necesitarán unos 110 billones de dólares para transformar la forma en que consumimos la energía, por lo que habrá que pensar en bombas de calor, vehículos eléctricos y reciclaje sostenible. Los 90 billones de dólares restantes se destinarán a los activos de suministro energético, que incluyen la infraestructura de red y la captura de carbono.
Los incentivos han comenzado a reforzarse en EE UU y Europa hasta el punto de que las inversiones en transición energética ya están al borde de superar a las destinadas a combustibles fósiles, una tendencia que se acelerará drásticamente en los próximos años. Las empresas con una ventaja competitiva en este ámbito son exactamente el tipo de inversiones que tenemos en cuenta, ya que se beneficiarán de una afluencia de capital, a menudo ofreciendo soluciones más baratas y la oportunidad de crecer con mayor rapidez.
Pero incluso sin apoyo político ni programas de subvenciones, estas tendencias persistirán como motores a largo plazo y vientos de cola estructurales para las empresas que aporten soluciones viables a las amenazas medioambientales a las que nos enfrentamos. Las inversiones en tecnologías que hagan avanzar la construcción de inmuebles energéticamente eficientes, el transporte por carretera ecológico y las alternativas a los procesos intensivos en carbono son tan cruciales como el desarrollo de energías renovables tales como los parques eólicos y solares.
Existe un gran apetito por este tipo de inversiones. Nuestra encuesta sobre inversión de impacto 2023 reveló un considerable interés entre los profesionales por adoptar estrategias de inversión de impacto y sugiere que aún existe un enorme potencial sin explotar dentro del mercado.
Es probable que las presiones normativas contribuyan a despertar el apetito de los inversores por las inversiones de impacto. La Casa Blanca anunció en septiembre que el objetivo del presidente Biden es reducir a la mitad las emisiones de EE UU con respecto a los niveles de 2005, lo que supone casi duplicar el objetivo fijado inicialmente por la Administración Obama. En principio, los legisladores de la UE han acordado aumentar su objetivo de reducción de emisiones del 40% al 55% respecto a los niveles de 1990. Esto ejercerá una presión adicional sobre las empresas para que se sumen a la lucha contra el cambio climático.
Invertir en la acción por el clima no sólo es necesario para prevenir el catastrófico cambio climático, el estrés hídrico o la pérdida de biodiversidad, por citar algunos ejemplos, sino que también tiene sentido desde el punto de vista económico a largo plazo. Recientemente, la Autoridad del Canal de Panamá ha anunciado nuevos recortes en el tráfico de buques debido a la sequía provocada por El Niño, que se considera la peor de los últimos tiempos.
Las alarmas suenan tan fuerte que resulta atronador. Pero para la humanidad, dejarlo todo y salir corriendo no es una opción. Debemos intensificar nuestros esfuerzos, y los inversores serán cruciales para cambiar las cosas. El momento de actuar no es mañana, la semana que viene o el año que viene. Es ahora.
Pascal Dudle es gestor senior de carteras de Vontobel
El impacto sobre nuestras vidas y nuestra sociedad será dramático. Sin duda se trata del mayor desafío que en estos momentos encara la humanidad