CARTAGENA. Dicen que las comparaciones son odiosas, pero comparar el futuro político y penal de Pedro Antonio Sánchez, alias PAS, con el de Carlos Puigdemont, alias Carles, es sumamente ilustrativo. Y no es ocioso, puesto que ambos han sido alcaldes de sendos pueblos, han presidido de sendos gobiernos de comunidades autónomas y tienen cuentas pendientes con la justicia. Dada la similitud de sus circunstancias, el sistema judicial los ha tratado de forma imparcial. Concretemos.
El fiscal pide para PAS una condena de trece años de cárcel por prevaricación, malversación y falsedad documental. Le acusan de producir un daño al erario de millón y medio de euros durante la construcción de un edificio para niños y para mujeres en Puerto Lumbreras. Por su parte, Carles desobedeció reiteradas conminaciones judiciales, malversó unos cinco millones de euros y proclamó la independencia de su comunidad autónoma. Al principio se le acusaba de sedición y malversación, lo que le habría supuesto unos trece años de cárcel y devolver lo malversado. Ese trato igualitario por parte de fiscales y jueces se embarra en cuanto introducimos la dimensión política. Y todo porque, por más murcianistas que seamos, tenemos que reconocer que el dialecto panocho no puede competir con el idioma catalán en importancia lingüística ni sociológica. En ese aspecto, lleva ventaja Carles. Y eso ha arrastrado otros varios privilegios.
"el lenguaje panocho pesa menos que el catalán. Otra explicación no se me ocurre"
Residente en Miami, PAS siempre ha comparecido desde la estadounidense Florida ante los tribunales españoles para explicar sus hazañas como alcalde de Puerto Lumbreras. En cambio, tras huir gallardamente en el maletero de un coche y esconderse en el pequeño pueblo belga de Waterloo, Carles ha eludido por sistema la acción de la justicia española. Como se sabe, los belgas se han especializado en denegar la entrega a España de todo tipo de delincuentes, etarras incluidos. Los tribunales superiores europeos los han dejado sin argumentos, pero buena parte de la peña opina que no entregarán a Carles porque, en materia de obstrucción a la justicia, brillan de forma deslumbrante. Ventaja de nuevo para Carles.
Dicen sus entusiastas que, no solo Bélgica, sino ningún país europeo lo ha entregado a España, lo que probaría que no disfrutamos de una plena democracia. La realidad es que Alemania aceptó entregarlo para que lo juzgasen solo por malversación, que no por sedición. Es falsa, pues, la supuesta unanimidad europea contra la justicia española. El magistrado Llarena prefirió el fuero al huevo y no aceptó la restricción alemana; de haberla aceptado, probablemente Carles habría pasado un par de años en prisión y luego habría sido indultado por el Gobierno tripartito español presidido por Pedro Sánchez. Recordemos con regocijo la avalancha de desmentidos por varias de sus ministras cuando Carles comentó, hace apenas un par de semanas, que ciertas personalidades del PSOE le habían ofrecido indultarlo si se entregaba. Lo desmintieron, pero hubo oferta porque ya estaban previendo lo que podía suceder tras las elecciones. Todo premeditado para favorecer al prófugo Carles. En cambio, a pesar de que no elude comparecer ante el juez, nadie ha ofrecido nunca ningún indulto a PAS. ¿Por qué? Quizás porque, como dije, el lenguaje panocho pesa menos que el catalán. Otra explicación no se me ocurre, ya que la diferente gravedad de los delitos que les imputan no justificaría ese privilegio, sino más bien lo revertiría. Da igual: la tercera ventaja para Carles.
La cosa no acaba aquí. Para beneficiar a los separatistas, el delito de sedición fue derogado a instancias del gobierno de Sánchez. Si ahora Carles fuese juzgado no le caerían más de seis años de condena, es decir un año de cárcel por millón malversado, diez veces menos que a PAS. Y, eso sí, sería indultado de inmediato. Decididamente, pesa más el catalán que el panocho.
He hablado del panocho, pero ahora toca hablar de la repanocha. Por uno de esos giros inesperados de la Fortuna, la reelección de Sánchez como presidente del Gobierno español depende de los siete diputados de Juntos por Cataluña (JpC), el partido fundado por Carles. Y eso ha elevado su cotización política hasta niveles estratosféricos. Acepta que le otorguen un grupo parlamentario sin cumplir los requisitos, pero además ha exigido una amnistía para todos los separatistas procesados y celebrar un referéndum de segregación en Cataluña. ¿Alguien pide una amnistía para los centenares de murcianos, o siquiera de unas decenas, que hayan estado vinculados a PAS? Claro que no, porque los panochos pesamos menos a juicio de ciertos políticos.
Para colmo, la amnistía no cabe en la Constitución. Al menos, eso opinan la mayoría de los expertos. Discrepa de esa opinión Jaume Assens, el dirigente de Sumar que aconsejó a Carles que huyese a Bélgica. No a Francia, Alemania o Italia, sino precisamente a Bélgica. Sabía de qué hablaba. También opina que la amnistía es constitucional. Uno, en su ignorancia, señala que, si el texto constitucional prohíbe los indultos generales, con más motivo, aunque no lo explicite, prohibirá las amnistías. Uno supone que, si el que puede lo más, puede lo menos, entonces el que prohíbe lo menos, prohíbe lo más. Si es delito robar cien euros, será delito robar un millón. Aparte de que, según el artículo 47 de la Constitución, los jueces tienen derecho a juzgar los delitos y hacer cumplir las sentencias. ¿Cómo podrían ejercer ese derecho si los políticos amnistiasen antes del juicio a los sospechosos? No hay amnistía que valga.
"La reelección de Sánchez depende de Juntos por Cataluña. Y eso ha elevado su cotización política hasta niveles estratosféricos"
No obstante, hay soluciones creativas, en opinión del profesor Urías. La más sencilla, ir indultando a cada uno de los separatistas procesados a medida que los fuesen condenando. Un acto de justicia ejemplar: por la mañana te condenan y por la tarde te indultan de serie. Otra, aunque más complicada, sería eliminar del Código Penal todos los delitos de los que acusen a los aliados de Carles. Generalizar el bello método de derogar la sedición y abaratar la malversación ya empleado con Junqueras. Los mejores psiquiatras opinan que ni siquiera Sánchez se atrevería a tanto. Solo queda, pues, el comodín del magistrado Pumpido, presidente del Tribunal Constitucional: que se encargue él de legalizar las amnistías y asunto arreglado. Expectación.
Dejaré para otra ocasión el asunto del referéndum, pero no puedo obviar la indignidad de esta política frente a la tersura de nuestra justicia. La contingencia de que la formación del Gobierno español dependa de Carles lo convierte en un demócrata progresista con el que conviene pactar. Con quien no conviene pactar es con Vox, esa banda de horribles democristianos, ni con el PP, el partido que más escaños ostenta en el Congreso y el Senado. ¿Y para esto contribuí a hacer una transición a la democracia? Si lo llego a saber, a favor de la libertad, la amnistía y el Estatuto de Autonomía para Cataluña se habría manifestado Rosalía, la cantaora de alboreás que no es gitana. Bueno, Rosalía y yo. Después de todo, ni los socialistas ni los comunistas de la transición cometían estas tropelías. Ahora solo los jueces siguen salvándonos de la desesperanza. Ojalá declaren a PAS inocente. En caso contrario, que Sánchez, que presume de raíces lorquinas, lo indulte como a Carles. Es más, si Pumpido decide que haya amnistía, que se extienda a todos los políticos delincuentes. Incluso a Griñán. Me parece mucho más grave romper España que chapucear con una guardería o regalar dinero estatal a desempleados y empresarios amigos.