MURCIA. Camino del litoral marmenorense, hace unos días, recordaba la afamada ‘ruta de las ventas’ que salpicaba el camino entre Murcia y la costa, y que resultaba en sus hitos parada obligada cuando se viajaba con menos prisas, se vivía sin tanto aperreo y no había controles de alcoholemia que hicieran temer un mal encuentro con la Benemérita.
En las ventas del camino se hacía acopio de aquellos colosales panes de carrasca, que no se ponían duros en varios días, morcillas recién hechas y otros embutidos, como salchichas y/o longanizas secas o para hacer a la plancha, chorizo, blanco, morcón, butifarra y otros derivados del colesterol.
"la Paloma era muy popular como lugar próximo a Murcia y vecino de la montaña para ir a comer los fines de semana"
Y mientras terminaban de despachar la comanda, formaba parte del rito tomar un tentempié a base de vino, normalmente un chato; o cerveza, en este caso, caña para los mayores y bolito para los más jóvenes; que se acompañaban con alguna muestra de los embutidos adquiridos, servida sobre el mostrador en el mismo papel de envolver.
Aquellas paradas se verificaban en la Venta de la Paloma, al comienzo de la subida del puerto de la Cadena, en la margen derecha de la carretera; la de la Virgen, al terminar de bajar el puerto, en el lado izquierdo (aunque luego cambiaría de emplazamiento); la de San Antonio, de nuevo a la derecha, en el mismo punto donde se encuentra, a poco de tomar la carretera (hoy autovía) del Mar Menor; y la de San José, poco antes de entrar en Balsicas, a la izquierda.
Las dos intermedias eran las preferidas de mi familia, porque a la Paloma se llegaba demasiado pronto, por lo que no ‘partía’ el camino; y la de San José demasiado cerca del destino, aparte de que era la preferida si de lo que se trataba era de parar, formalmente, a comer.
Pero la Paloma, amén de su condición de primera opción de parada en la ruta hacia el litoral, era muy popular como lugar próximo a Murcia y vecino de la montaña para ir a comer los fines de semana. Sobre todo, al margen de los manjares citados, sus muy acreditados arroces.
Aunque la Venta de la Paloma original desapareció, en los primeros años 80 del pasado siglo, la denominación pervivió en un establecimiento regentado por una antigua empleada del primitivo en la carretera de El Palmar a Mazarrón, que hace unos años declaraba que la primitiva venta nació en 1905.
En efecto, la Paloma había abierto sus puertas más de un siglo atrás, pero era aún más antigua de lo que la dueña de su versión más reciente pensaba, ya que aparecen noticias de ella en la prensa desde 1884 al menos.
Así, a finales de ese año se comunicaba en las páginas del Diario de Murcia que en la Venta de la Paloma se daba razón de un ama de cría para el domicilio de los padres. Y siete más tarde, el gobernador de la provincia autorizaba la instalación en la venta de un ‘tiro de pavo’.
Sólo unos días más tarde de este hecho, en Las Provincias de Levante se informaba de que en el "tiro de pichón establecido en la Venta de la Paloma, se promovió una acalorada reyerta entre dos sujetos llamados Pedro Guillén y Bartolomé Bernal, los cuales se hicieron varios disparos de arma de fuego, afortunadamente sin consecuencias. El juez de San Juan de esta ciudad, sr. Castro, que se encontraba en el lugar del suceso, ordenó la detención de los contrincantes, la cual llevó a cabo la guardia civil".
La fama del lugar, desde antes de que acabara el siglo XIX, la ponían de manifiesto, en la primavera de 1898, unos versos publicados en El Diario de Murcia: "Ya estamos en la Pascua ¡qué regocijo! cuánta gente a la sierra sale de broma, al valle, a la Fuensanta, no hay punto fijo, a la Luz o a la venta de la Paloma".
Un suelto en el diario El Tiempo, en 1908, confirmaba la gran popularidad adquirida por el enclave serrano, sobre todo desde la entonces reciente inauguración del tranvía eléctrico de Murcia a El Palmar: "A diario, pero por lo general los domingos es este punto el destinado por buen número de murcianos para pasar un rato agradable, no solo en verano sino que también en el invierno. Y con el Palmar ha tomado nombradía, y justa por cierto, la Venta de la Paloma, lugar desconocido antes para muchos y que hoy está convertido en un verdadero sitio de recreo". Y para facilitar más el desplazamiento, la empresa tranviaria ofrecía billetes de ida y vuelta a 25 céntimos.
Casi tres cuartos de siglo después, con todo su bagaje de historia y buena cocina a cuestas, a la Venta de la Paloma original le tocó dejar paso al progreso. Lo anunció el diario ‘Línea’ el 3 de febrero de 1982, el año del Mundial: "Según nuestras noticias, la venta estorbaba para un proyecto urbanizador que se proyecta en aquel enclave estratégico, junto a la transitada carretera nacional de Murcia a Cartagena, y el abandono ha motivado el desplome de parte de la marquesina; destrozos a |os que seguirán las cubiertas y el interior".
Al final, fue el trazado de la autovía que ocupó el lugar de la carretera lo que terminó por ocupar aquella primera curva de la subida a la Cadena, tan concurrido en tiempos de bonanza, o tan olvidado en los días difíciles, cuando sólo pasaban los carreteros, cuando los arrieros eran los principales clientes en el yantar y luego usaban la cuadra para descansar sobre las pajas antes de reemprender el camino hacia el entonces tan distante litoral.