EL RINCÓN DE PENSAR / OPINIÓN

La torrija y el IPC

Foto: RAFAEL BASTANTE (EP)
2/04/2024 - 

MURCIA. Hace unos días escuché en televisión una noticia que afirmaba que esta Semana Santa hacer una torrija -ese postre tan típico de la época- es un 34% más caro que el año pasado. Además, según un estudio de EAE Business School, el precio de cocinar este alimento se ha disparado un 72% en los últimos tres años.

Antes de adentrarme en desarrollar la idea que voy a exponer, quiero pedir disculpas porque (aunque escribo en un hueco que he sacado el Jueves Santo) este artículo se publicará ya en Pascua, y en Murcia en plenas Fiestas de Primavera, cuando ya no es tan típico comer torrijas. O sea, podríamos decir que la noticia ha 'perdido' actualidad…

El caso es que pienso que sigue en el candelero porque la mona de Pascua tiene los mismos ingredientes (la mona lleva harina de fuerza, levadura fresca y un poco de sal; que son los ingredientes del pan). Si acaso, es cierto que la mona lleva un poco de ralladura de naranja y de limón, pero en cantidades mínimas.

Después de haberse 'tragado' tres párrafos y -si he conseguido picar su curiosidad- haber pinchado los dos enlaces, es legítimo que el lector se pregunte: ¿y qué tiene que ver la torrija -o la mona- con el IPC?

Como saben la mayoría de los que me siguen, el IPC es el Índice de Precios al Consumo: un indicador que mide la evolución de los precios de los bienes y servicios que consumen las familias. Algunas de sus características esenciales:

  • En España, lo calcula el INE (Instituto Nacional de Estadística) a partir de los precios de una 'cesta de la compra tipo' de un hogar medio.
  • Esa cesta incluye 955 artículos de diferentes categorías, como alimentación, bebidas, vestido, calzado, vivienda, menaje, medicina, transporte, comunicaciones, ocio y cultura, hoteles, cafés y restaurantes, enseñanza, etc.
  • Periódicamente se revisa su composición, y se añaden nuevos productos cuyo consumo comienza a ser significativo, o por el contrario se excluyen otros que han dejado de serlo.

En febrero de este año, el IPC interanual publicado por el INE fue del 2,8%. Eso quiere decir que entre el 1 de marzo de 2023 y el 29 de febrero de este año 2024, el precio del conjunto de bienes y servicios que constituyen la cesta de la compra típica de una familia española ha subido un 2,8%.

O lo que es lo mismo: si por ejemplo Vd. en febrero de 2023 tuvo un gasto total de 1.100 € (contando la compra de todo el mes en el supermercado, ir algún día a un comer o cenar a un restaurante -si se lo pudo permitir-, ir al cine, gasto del coche, gasolina, transporte público, alquiler de la vivienda, colegio de sus hijos, actividades extraescolares, recibo de la luz, del agua, del gas, teléfono móvil, Internet, ropa, etc. etc.), y en febrero de este año ha comprado Vd. lo mismo, debería haber gastado 30,80 € más; o sea, haber pagado un total de 1.130,80 €.

Me imagino que una gran parte de los que hayan llegado hasta aquí quizá piensen que trato de tomarles el pelo…

La semana pasada me comentaba un amigo: Javier, es que el año pasado me gastaba 120 € en el supermercado (me decía el nombre de una cadena concreta, bastante popular) y salía con ocho bolsas llenas. Y este año con ese dinero nunca consigo llenar más de cinco bolsas.

¿Podríamos concluir entonces que el IPC es falso? ¿Que está mal calculado o es un engaño?

Desde luego, como economista no me atrevo a decirlo. Aunque todos sabemos que los políticos son muy aficionados a 'maquillar' las cifras económicas, y más cuando desgraciadamente vivimos en una continua campaña electoral.

Quizá, por ejemplo basta con pensar en cómo desde el Gobierno (ahora de un determinado color, pero todos hacen parecido) se empeñan en sacar pecho respecto a la evolución del paro, mientras ocultan un desempleo real de 700.000 fijos discontinuos cobrando prestaciones.

Lo que sí me atrevo a decir, y pienso que viene al caso, es una idea básica en economía (tanto en la macro como en la microeconomía), y que ya he expuesto aquí en alguna otra ocasión.

La economía se mueve por expectativas, y también en cierto modo por 'percepciones'. Cuando las expectativas económicas son negativas, ésta se ralentiza. Se para la inversión, y disminuye el consumo.

Y me parece que la inmensa mayoría percibimos que la subida del coste de la vida (eso en el fondo es la inflación, y lo que trata de medir el IPC) durante los últimos 12 meses ha sido sensiblemente superior al 2,4%.

¿Puede por tanto influir la percepción que tenemos sobre la inflación real en nuestro comportamiento económico? Estoy convencido de que sí, y no precisamente de forma positiva.

Javier Giner Almendral 

Economista

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