MURCIA. “Perdona, he estado en el andamio todo el día y no he podido mirar el teléfono.” A Pablo Muñoz Ruiz la llamada le encuentra a 20 metros de altura junto a sus hermanos Alfonso y Rodrigo, trabajando en una vidriera de 1672 de la Catedral de Segovia, donde su taller se encarga de la restauración de todos sus vitrales desde 2010.
Por Vetraria Muñoz de Pablos han pasado algunas de las vidrieras más importantes de nuestro país. Aquí se han restaurado los vitrales de las catedrales de Segovia y de Ávila, del Banco de España, del Congreso de los Diputados o del Palacio del Senado entre otros muchos. Además, el hecho de que hace 550 años se instalara allí la primera imprenta de España, convierte este taller segoviano en un lugar mágico. “La instaló Juan Párix, discípulo de Guthemberg en 1472 y aquí se imprimió el Sinodal de Águilafuente, primer libro impreso en España y en castellano”, explica orgulloso Pablo Muñoz.
Ahora, en Vetraria se moldean la luz y el color. Orthem, la empresa del Grupo Hozono Global que se ocupa de la restauración del imafronte de la Catedral de Murcia, encargó a este taller de Segovia que devolviera su aspecto original a las tres vidrieras centrales del templo.
Pablo Muñoz pertenece a una familia de artistas del vidrio y del color. Junto a su hermano Alfonso y a su padre Carlos, Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes 2023, fundaron en los años noventa Vetraria, considerado hoy uno de los talleres de vidrieras más importantes de Europa. Durante los últimos seis meses y como parte de los trabajos de restauración de la fachada, los vitrales principales de la Catedral de Murcia han presidido este taller segoviano.
Se trata de los vitrales de San Pablo y San Pedro, situados sobre las portadas laterales, y de la imponente vidriera de la Virgen de la Fuensanta en el hueco central.
Aunque estas vidrieras no son contemporáneas a la construcción de la fachada, ya que se ejecutaron alrededor del año 1900, su calidad excepcional justifica la restauración. Firmadas por José Maumejean, representan un legado histórico de este taller, que perseguía dignificar y devolver solemnidad e importancia a los huecos y paramentos y llegando a hacer de la casa Maumejean el taller de vidrieras más importante del mundo durante los cerca de 100 años que estuvo activo.
Elaboradas con vidrios soplados de color en masa, pintados con grisallas, carnaciones y amarillos de plata, así como vidrios plaqué grabados al ácido, se trata de piezas con una densidad de color inusual.
Explica Muñoz que “normalmente en una vidriera suele haber un índice de blancos mucho mayor, más en una fachada barroca como la de la Catedral de Murcia, donde lo normal era buscar la mayor disponibilidad de luz”. De hecho, “quizás estos huecos tuvieran unas vidrieras blancas que se sustituyeron por estas otras, que son muy cromáticas y con las que buscaban impresionar”. “Se nota que pusieron mucho mimo en hacerlas”, concluye.
A lo largo de los años, las vidrieras se han conservado razonablemente bien, aunque presentaban algunos problemas, como pandeo de panales por falta de fijación y rotura de soldaduras, pérdidas puntuales de masillas perimetrales, suciedad interior por condensación y suciedad exterior debido a palomina y agentes meteorológicos. La restauración ha consistido en limpieza, consolidación de roturas y reintegración de calibres y de un reforzado individual de cada panel.
“Ha sido un proceso laborioso, pero no complicado”, explica, “porque, aunque presentaban mucha acumulación por residuos, no tenían faltas graves, lo que ha simplificado mucho los trabajos”.
Presentaban “suciedad adherida muy peligrosa porque en la restauración puedes arrancar la capa pictórica o incluso la propia superficie del vidrio, necesita una limpieza muy minuciosa en taller”. De hecho, “la de San Pablo estaba opacada la mitad de la pieza, por lo que el antes y el después de la restauración será evidente ya que dejará pasar mucho más la luz”.
Más complejo fue el proceso de desmontaje de estas vidrieras, puesto que los paneles miden prácticamente el doble de lo que es habitual en este tipo de vidrieras. La central se desmontó desde fuera, mientras que las laterales se desmontaron con una máquina elevadora y se pasaron hacia el exterior, donde había un equipo preparado para recibir las piezas y embalarlas “in situ” para que los paneles no sufrieran ningún daño.
“Fuimos los primeros en entrar y seremos los últimos en salir” ya que el desmontaje se realizó el mismo día en que los profesionales de Orthem finalizaron la instalación del andamio y volverán a ocupar su lugar una vez hayan terminado todas las obras de restauración. “Imagínate lo que sería que se volvieran a manchar con el polvo de los trabajos, después de todo el trabajo de limpieza”, enfatiza Muñoz.
Una vez recolocadas en su lugar, las vidrieras se protegerán con un vidrio exterior mientras que en el interior se dispondrá un sistema de ventilación que creará una cámara interior por la que recirculará el aire evitando así la condensación que ensuciaría la cara interior de la pieza. Además, se instalará una línea de vida, un sistema de anclaje para asegurar el trabajo de los operarios en altura, para permitir la limpieza anual de las vidrieras, asegurando su mantenimiento y conservación para las generaciones futuras.
En cualquier caso, con esta intervención “hemos reducido la posibilidad de deterioro muchísimos años; de hecho, hemos comprobado cómo vidrieras restauradas por nosotros hace veinte años se encuentran en perfecto estado, aplicando los mismos criterios de intervención que estamos utilizando en estas de la catedral de Murcia. Como si el deterioro y el tiempo hubieran quedado congelados en ellas”.
Explica Muñoz que los vitralistas son unos artistas especiales porque no trabajan en una sola área, sino que lo hacen dentro de una disciplina artística que une “materias y conocimientos que abarcan cosas tangibles como el vidrio o el metal, e intangibles como la luz y la sombra en espacios con un fuerte contenido simbólico”.
La magia de su especialidad reside en esta combinación única y en secretos como los colores de cementación por intercambio iónico. “Si superas cómo se genera el amarillo de plata… es algo completamente mágico”, comenta. Con esta restauración, Vetraria mantiene viva esta magia y asegura que el tiempo no pase por estas obras maestras que a finales del XIX realizó el maestro Maumejean, iluminando el interior del templo durante muchas generaciones más.