MURCIA. Esta es una de esas historias que han calado en la tradición oral y que se han transmitido de generación en generación; que podríamos imaginar que es sólo un cuento para esas frías noches de invierno en donde bajo el calor de hogar nos juntamos con nuestros familiares e intentamos atraer la atención de los más pequeños.
De no ser porque García-Izquierdo en la década de los años treinta del siglo pasado recordaba que había visto el mausoleo al que se hace referencia en la leyenda (vid. Antonio Botías en La Verdad, 30 octubre 2016).
En la antigua calle de Las Mulas, hoy llamada Ruipérez por el pintor murciano que allí vivió. Año 1868. En la calleja existía un casón cuya fachada blasonada lucía en penumbra, salvo una ventana, en cuya estancia una hermosa joven tejía despreocupada. Anuncia una campana la medianoche y, apenas silencia su voz de bronce, la mujer se sobresalta. Sin mediar palabra se dirige a un arcón, de donde extrae un vestido negro de novia, con sus aderezos y joyas.
Mientras comienza a vestirlo, según las crónicas, alguien la oiría musitar: "Voy a desposarme con él, con el amado, que allá lejos me espera y me ama". Pero nadie la vería salir de su hogar, ni atravesar toda la ciudad hasta la puerta de Orihuela, ni esquivar a los guardias nocturnos, ni tampoco seguir caminando hasta el antiguo cementerio.
Allí, a la entrada, se volvió a una imaginada comitiva y le dijo: "Gracias amigos por haberme acompañado hasta mi palacio. Dentro de breves instantes saldré con mi amado hacia la iglesia, para que el obispo bendiga nuestras nupcias. Como sabéis, la reina es mi madrina y no tardará en llegar. Doña Isabel no se hace de esperar".
Y la hermosa joven se internó en el camposanto, hasta la tumba donde yacía su amado. "Ya es la hora, bien mío, la carroza nos espera a la puerta para llevarnos a la iglesia", advirtió al frío mármol. Entonces, asida de nuevo a la mano de un supuesto acompañante, deshizo el camino hasta su casa.
Luego se supo que el novio había fallecido el día de su boda, una década antes. Así, año tras año, la mujer repetía tan fúnebre paseo. Hasta que cierto día dos de noviembre la encontraron muerta sobre la lápida que, según la leyenda, estaba quebrada "porque dos brazos de hombre" surgieron para abrazarla. La familia erigió sobre la tumba un mausoleo que representaba esta escena.
En el cementerio de Nuestro Padre Jesús hay alguna vaga referencia a esta leyenda, siguiendo a entrevistados como María Andreo (82 años) y Miguel Angel Serrano (75 años) en el panteón de José Garrido Cánovas (1889), en donde vemos la escultura de un ángel que sostiene una guirnalda caída -símbolo de la caducidad de la vida- mirando hacia arriba, con pose melancólica, sobre un obelisco en donde podemos ver una paloma, símbolo del descanso eterno y símbolo de alma que fluye hacia el más allá.
La relación con la leyenda la tenemos en que él fallece diez años después de su mujer, justo al contrario que la leyenda, y que se le veía transitar desde su casa hasta el camposanto vestido como el día de su boda.
* Santi García dirige 'Rutas Misteriosas' y es autor del libro Murcia, Región Sobrenatural