como ayer / OPINIÓN

La nieve que trajo La Fuensanta (y que a La Fuensanta convirtió en patrona)

14/01/2021 - 

MURCIA. Toca escribir de nieve, aunque nuestra Región ha estado entre las menos afectadas por la tremenda nevada que nos trajo la pasada semana la borrasca llamada Filomena, porque al final nevó donde nieva siempre, no como hace unos pocos años, en enero de 2017, cuando la capa blanca llegó hasta la orilla misma del mar. Ha servido también para recordarnos a muchos que la vez anterior a esa, todavía reciente, en que la nieve cubrió las calles de la ciudad de Murcia fue en febrero de 1983. Era sábado, y esa circunstancia nos permitió disfrutar del inusual acontecimiento con mayor disponibilidad.

"La favorable intercesión de La Fuensanta  condujo a que desde 1731 fuera considerada como única patrona de Murcia" 

La gran nevada con que se arranca este 2021 del que tanto esperamos, pero tan poco nos fiamos, ha dejado paisajes insólitos, por siberianos, en media España. Le hubiese ido de perlas cualquiera de ellos al célebre director de cine David Lean, cuando escogió nuestro país para rodar su famosa película Doctor Zhivago, entre diciembre de 1964 y octubre de 1965, satisfecho de su anterior experiencia, con la no menos reconocida Lawrence de Arabia y confiado en que el clima de Soria le pondría al alcance de la cámara la estepa siberiana. No fue así, ya que se encontró con el invierno más cálido en medio siglo y los campos nevados brillaron por su ausencia.

Cuando mi primera nevada, en marzo de 1971, se tuvo la blanca novedad como algo bastante inesperado, primavera en ciernes, pero no tanto como cuando en 1910 el blanco elemento cubrió la ciudad el 1 de abril, con la Semana Santa recién concluida y a un mes y medio de que el cometa Halley realizara su penúltima visita (la próxima será dentro de 40 años).

La sorpresiva precipitación fue comentada por Martínez Tornel en estos términos: "¡Nevar en 1° de Abril, cuando todos los frutales de nuestra huerta están en sus primeros y tiernos brotes, cuando el inmenso moreral está echando las más tiernas hojitas, que han de alimentar a los gusanos de la seda, ya recién nacidos! ¡cuando con una helada se pueden perder todas las riquezas de esta vega! Primero el campo con la sequía; y ahora la huerta con la nieve y las heladas; les digo a ustedes que si el espíritu del mal fuese el que dirigiese estas cosas, teniendo en su mano todos los fenómenos atmosféricos, no los distribuiría peor que acontecen. ¡En primeros de Abril nieve en Murcia! El consuelo que nos queda es que antes de ocho días hará calor". 

Como comprobarán quienes estas líneas lean, si ahora los trajines meteorológicos extraños se atribuyen al cambio climático, hace 110 años era algo peor que el mismísimo diablo el autor de la conjunción de elementos adversos, por lo que nada tenía de extraño que se acudiera a la deidad e intercesores celestiales para librar a los murcianos de las diversas aflicciones producidas por el defecto (las más veces) o exceso de precipitaciones.

Precisamente en esas circunstancias se produjo una gran nevada en el año 1694, nada menos, que trajo consigo, unas décadas después, relevantes y permanentes consecuencias en el devocionario local.

Por aquel entonces era patrona y protectora de la ciudad de Murcia la Virgen de la Arrixaca, y a ella se acudía implorando "el celestial socorro en aflicciones como sequía, contagios, enfermedades de reyes etc. Especialmente en rogativa de lluvia, solía ser traída con frecuencia desde el Convento de San Agustín (a cuyos frailes desde 1580 estaba confiada) a la Catedral, donde se le decían siete misas de gozo, y es fama que por su intercesión llovía casi siempre. Alguna vez se ponía en rogativa a la Virgen de los Remedios (de la iglesia de La Merced)

De la Fuensanta casi nadie por entonces se cuidaba. Allí se estaba en su pobre ermita del monte, presidiendo a la pequeña Tebaida del Ondoyuelo. Sus dos modestas funciones anuales, con procesión a la fuente, serían ocasión de esparcimiento para la gente de Aljezares y la Alberca y para unos cuantos capitulares, sin trascender más", según el relato publicado por Andrés Baquero a finales del siglo XIX.

Pero con ocasión de la tremenda sequía de 1694, estando el Cabildo Catedral "de pique con los agustinos y en pleito con el obispo", se decidió que fuera la Virgen de la Fuensanta la que se trajera a la ciudad desde el monte para ser puesta en rogativa, acaso porque "la ermita de la Fuensanta estaba bajo el patronato o inmediato cuidado del Cabildo; y acaso, además, porque la circunstancia del olvido relativo en que la imagen de la Fuensanta era tenida a la sazón, había de hacer más de bulto el desaire a su Ilustrísima".

La historia de lo que sucedió es larga y bastante conocida, pero baste recordar, por esta vez, que a pesar de la prohibición del obispo, Cabildo Catedral y frailes capuchinos confabularon para que la imagen visitara por vez primera la ciudad el 16 de enero de ese año, de lo que se derivaron sanciones y hasta excomuniones que fueron luego levantadas tras la mediación de la autoridad civil.

Lo cierto es que: "Todo quedó en sosiego. Concluido el septenario que se había empezado a la Virgen de la Fuensanta, se celebró una magnífica procesión, que presidió personalmente su Ilustrísima, para volver la bendita imagen a Capuchinos (por entonces en la alameda del mismo nombre, en el barrio del Carmen) y en prueba de concordia se llevó la procesión por San Agustín, deteniéndose ante la capilla de Nuestra Señora de la Arrixaca, donde se dijo una Salve para el aumento de devoción de ambas imágenes. Estas funciones fueron tan aceptables del pueblo, que mucha gente lloraba de gozo".

Testimonió el doctoral La Riva que no sólo llovió, sino que también "nevó copiosamente". Y, en efecto, entre las efemérides murcianas del 16 de marzo encontramos que en 1694 cayó una gran nevada en Murcia, a menos de un mes de que el 7 de abril, Miércoles Santo, recorriera por vez primera las calles de la ciudad la emblemática talla del Cristo de la Sangre.

La favorable intercesión de La Fuensanta ante circunstancias como la relatada, o como la que se produjo en 1702, cuando llevada La Arrixaca a la Catedral no llovió y sí lo hizo cuando la imagen del Monte fue trasladada a la parroquia de San Pedro, añadida a la voluntad del Cabildo Catedral de aupar al Patronazgo a una Virgen sobre la que tuvieran poder de decisión directo, fue lo que condujo a que desde 1731 fuera considerada "como única patrona de Murcia, siendo este año el último que la de la Arrixaca se trajo en rogativa a la Catedral".  


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