MURCIA. No soy muy de seguir la tradición, a menos que me guste. Desde luego, no soy forofa de la que llena estos días el papel impreso y las redes sociales en plan listados de propósitos personales a ejecutar con la llegada de un nuevo año. Si alguien se encargase de recopilar lo que año tras año la mayoría se propone, o aconsejan los expertos, triunfarían las listas de temas relacionados con la salud del tipo perder peso, hacer deporte, cambiar a dieta saludable y casi de elaboración artesanal, realizar voluntariado altruista, ser mejor persona, imbuirse en técnicas de relajación aprendiendo a respirar, cosa que no sabíamos hacer por increíble que parezca, etc.
"Reírme a base de bieN: un mínimo de tres carcajadas al día"
Yo simplemente comienzo el año y voy viviendo según vaya la cosa. Sí confecciono listas, pero de tareas diarias para ejecutarlas y eliminarlas con el único objetivo de dotar de eficacia y optimización a mi tiempo para liberar unos minutillos dedicados a "no hacer nada", pero eso de proyectar objetivos para un año es algo que no me nace. Por otra parte, la mayoría de los objetivos recurrentes suelen lograrse a base de talonario; estética, tratamientos, personal de servicio, alimentarse a mesa puesta, terapias, personal shopper, gurú guía, y un sinfín de cosas más que se me antojan invasivas.
El éxito de todo lo que incluyen las salvíficas listas depende directamente de la motivación que generen en la persona, así que basándome en mi motivación, y por ir a la moda y probar como si de un concierto a golpe de tecla e introspección se tratase, he confeccionado una lista de propósitos que me motivan, sean acordes o no con las recomendaciones establecidas por expertos. A saber:
1. Aplicar el método científico o la que llamo "técnica de Santo Tomás" a la información que me llegue por redes sociales, prensa o contactos que no estén dentro de los de confianza. Es decir, comprobar la cohesión entre lo que se dice, y lo que es.
2. Progresar en el pasotismo ilustrado frente a discursos políticos vacíos de contenido, frente a expertos autoproclamados (o aclamados por la masa) en diversas materias, frente a crispadores y emisores de bulos, y frente a cuerpos, rostros o historietas sacadas de novelas rosas o telenovelas infumables.
3. Reírme a base de bien, incluso producir risas con el recuerdo de personas, animales o cosas que generan humor inteligente, fina ironía y complicidad de criterios; un mínimo de tres carcajadas al día.
4. Abrazar la naturaleza, el hogar, a mí misma. Rodearme de espacios sintonizados, personalizados y amados para ser árbol y fluir en ellos.
5. Mirar el camino que he hollado cada poco; hacia atrás, reconociéndome, y hacia delante, ilusionándome. Agradecer y conservar las personas que han sumado y olvidar las que no.
6. Retomar el libro que empecé en un momento de cambio profundo; completarlo, remodelarlo y conectarlo al mi tiempo y espacio. Dicen que hay que poner fechas, pero este es un libro de vida y quiero escribirlo sintiéndolo. ¡Quién sabe qué puede pasar cuando se desempolvan vivencias adormecidas!
7. Decir las cuatro cosas rapidito; aprender a soltarlas con elegancia antes de causarme incomodidad. Que hay que cultivar el desapego, sobre todo de lo pegajoso. Y aquí paz y después gloria.
8. Erradicar el miedo, el que pueda quedar en algún pliego de mí ser, como última argolla sujeta a los intereses de los demás.
9. Seguir creciendo profesionalmente, aumentando la visión periférica, sin sucumbir a la competitividad ni a la mala sangre; sin perder la apreciación del valor de las personas.
10. Observar, alimentar la curiosidad, hilvanar, entretejer, reflexionar, discutir y concluir. Todo ello buen guardado en un casillero gigantesco por categorías puede suponer un trabajo titánico, pero extraordinario.
Pues he llegado a diez, un bonito decálogo, y quizá con propuestas bastante amplias. Nada de fechas concretas, nada de objetivos que dependan de los demás. Las voy a imprimir a modo de decálogo para que no se me olviden y, sobre todo, para agarrarme cuando vengan las curvas. Al lado voy a colocar un cuaderno de madera y papel reciclado para anotar las risas, las lágrimas, los puñetazos, gritos, ironías y bailes y todo aquello que esté relacionado con la consecución de estos propósitos. Incluso se me está ocurriendo hacer un mapa, similar al de los piratas que buscan oro y aventuras a la par.
Así que miro al horizonte azul y ya lo estoy viendo: islas de propósitos, rutas de estrategias y un viaje alucinante alrededor de la vida desde el mismísimo puente de mando. ¿Mucho para un año? ¿Quién dijo miedo?
Celia Martínez Mora
Investigadora