CARTAGENA. Se cumplen ahora 99 años desde que el diario El Porvenir anunciaba la cesión formal de la isla Perdiguera para prácticas de tiro y bombardeo de la Base Aérea de Los Alcázares. Así lo relata Antonio Zapata, cronista de Los Alcázares y actual presidente de LAEC (Los Alcázares Eco Cultural).
Explica Zapata que la familia propietaria eran los Romanones, que la habían adquirido a principios de siglo, junto a otras islas como la del Barón. "Semejante acto de generosidad fue motivo para que en el Congreso un diputado les propusiera para la Gran Cruz de Isabel la Católica", añade el cronista.
Este uso militar se prolongó durante varias décadas y así lo atestiguan los edificios en ruinas, junto con el polvorín que atraviesa uno de los cabezos de la isla. Personajes como Alfonso XIII o Primo de Rivera visitaron las instalaciones durante los años 20 para contemplar las maniobras y prácticas de los pilotos y aviones destinados en Los Alcázares.
La isla, subraya Antonio Zapata, también cuenta con una suerte de leyenda urbana propia, relacionada con este uso militar. Y es que "dicen algunos que hay un edificio extraño allí. Posee grifería y azulejos en una forma y distribución más propia de un laboratorio que de otra cosa." Según esta leyenda, "allí se habrían desarrollado armas químicas en los años 20 del pasado siglo". Lo cierto es que "no hay ninguna evidencia que acredite dicha actividad". Pero hay una sombra de sospecha. Oigamos lo que cuenta Ignacio Hidalgo de Cisneros, piloto ilustre del ejército español, en sus memorias Cambio de rumbo:
"En aquellos días, debido al 'Goliat', me tocó realizar una faena verdaderamente canallesca que me proporcionó el vergonzoso y triste privilegio de ser el primer aviador que tiró iperita desde un avión, gas que había sido empleado por primera vez en Yprés, al fin de la Primera Guerra mundial, donde la artillería lanzó una verdadera lluvia de granadas que hicieron estragos. Pues bien, un día aparecieron en el aeródromo de Melilla las primeras cajas con bombas de avión cargadas de iperita. Venían de Cartagena, se habían adquirido en una de las muchas compras que se hicieron en los stocks de material de los aliados; en total eran 100 bombas de 100 kilogramos cada una. Estas bombas no habían llegado utilizarse en la guerra, pues cuando estaban preparadas llegó el armisticio".
Si se hizo alguna prueba de bombardeo aéreo, "solo había una Escuela de Tiro y Bombardeo en España en ese momento; estaba en Los Alcázares. Y, además, no había ninguna otra base aérea militar en todo el sureste español", indica Zapata.
¿Se imagina alguien un lugar más tranquilo y alejado del mundanal ruido para experimentar que la Perdiguera en 1921?
-¡Lo que nos faltaba! ¡Armas químicas!- salta el mújol.
A pesar de todo lo anterior, añade el cronista oficial de Los Alcázares, "en la memoria colectiva de muchas personas los edificios más emblemáticos de la isla siempre serán los chiringuitos, los culinarios sus usos más recordados, y el olor a sardina, el elemento más agresivo con las vías respiratorias".