el eurocristiano tibio / OPINIÓN

La garantía del pacto es Sánchez

11/08/2024 - 

CARTAGENA. Andan algunos dirigentes socialistas muy preocupados por cómo presentar en sus regiones el pacto entre Izquierda Republicana de Cataluña (IRC) y el Partido de los Socialistas de Cataluña (PSC). Y saben que no podrán. Les queda callarse u oponerse. En cambio, los socialistas que mandan en Murcia y en Valencia han preferido defender a Sánchez en vez de a sus regiones. Para disimular, se han refugiado en la idea de que solo se trata de un engaño para que los separatistas hagan presidente de la Generalidad a Illa y, luego, si te he visto, no me acuerdo. Parecen ignorar que la idea del cupo catalán la inventaron los comunistas catalanes y los primeros que la copiaron fueron los socialistas catalanes (con la honrosa oposición de Pere Navarro). En cambio, a unos separatistas les parecía demasiado arriesgado y a otros demasiado españolista. Luego cambiaron de opinión, pero Rajoy no se lo concedió a Mas y por eso montaron la sedición de 2017. 

Ahora Sánchez quiere darles lo que Rajoy y él mismo antes les negaron. Porque en una cosa aciertan Vélez y compañía: la clave del pacto es Sánchez. Eso se ve mejor desde la otra orilla: puesto que el pacto contiene medidas cuya ejecución implica modificar leyes orgánicas o que el Gobierno español adopte determinadas decisiones, ¿qué garantía tenían los separatistas de que se cumpliría? Para eso no valía Illa, cuyas competencias no exceden del marco regional. Era imprescindible que Sánchez garantizase el pacto. En efecto, antes de que se firmase tuvo lugar una reunión entre Aragonés y Sánchez. Y en el curso de esa reunión Sánchez le otorgó la deseada garantía: se comprometía a que el Congreso reformase la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas (LOFCA). Es más, pediría a Puigdemont que no volviese a España, no fuera a ser que lo detuviese la policía y las bases de IRC se arrepintiesen del pacto. Esa parte se cambió a última hora mediante un pacto secreto con los de Juntos: si Puigdemont se comprometía a no pisar el parlamento catalán, le dejarían a dar un mitin en Barcelona. Y eso se ha cumplido. Incluso el alcalde socialista de la ciudad autorizó que le montasen un escenario.

"Sánchez, que miente mucho, pero no es tonto, fingió que todo se reducía a la pasta"

Quedaba, sin embargo, otro frente. ¿Cómo afrontar el previsible rechazo al pacto de los aliados del sanchismo? Ya sabían que los peperos y los voxeros iban a oponerse, pero ¿qué hacer con Compromiso, Junta Aragonesista o Más Madrid? ¿Cómo iban a justificar ante los valencianos, los aragoneses y los madrileños los múltiples privilegios para Cataluña del pacto? Y Sánchez, que miente mucho, pero no es tonto, fingió que todo se reducía a la pasta. Si eso fuese así, la solución estaría chupada: el pacto incluiría una cláusula, llamada de solidaridad, mediante la cual la Generalidad recaudaría todos los impuestos, pero se comprometería a ceder cierto porcentaje a la caja común española. Igual que Quevedo decía de sus restos mortales que polvo serían, pero polvo enamorado, aquí había que decir cupo habría, pero cupo solidario. He ahí la fórmula genial, ideada años atrás por el comunista catalán Coscubiela, que permitiría a Sánchez decir que el pacto era bueno para Cataluña y también para España. Y, aun sabiendo que no puede beneficiar a España privar a su Hacienda de la quinta parte de sus ingresos, se apresuró a decirlo. Genio y figura.

No obstante, todavía le quedaba un tercer frente: el vasco. En efecto, el PNV estaba mosqueado con el pacto catalán por temerse, no sin razón, que el cabreo generalizado alcanzase tal intensidad que la gente arremetiese contra el cupo vasco. Ante el argumento de que, si los vascos tenían su cupo, por qué no los catalanes, podría ocurrir que la respuesta fuese: es verdad; suprimamos también el cupo vasco. Urgía reunirse con el presidente vasco, Pradales, y tranquilizarlo. Y así lo hizo Sánchez. Al poco salía Pradales a proclamar que el cupo vasco también era solidario. Encima recochineo, pensamos muchos. De todos modos, los del PNV, siguen mosqueados, pero ¿atreverán a votar en el Congreso contra el cupo catalán? Nadie lo sabe.

Para colmo, Sánchez tendrá que afrontar un último problema: el voto de Izquierda Unida (IU) tampoco está asegurado. Ya Anguita lo había teorizado. Y no necesito que nadie me lo explique porque lo contó él mismo durante un viaje en la campaña electoral andaluza de 1986. Según nos dijo, cualquier ruptura de la unidad económica o fiscal de España sería un ataque frontal a los intereses de los trabajadores españoles y, en particular, de los andaluces. Por mi parte, comenté la diferencia entre federar y confederar. Aplicado a este caso, federar sería mantener los impuestos federales, como el IRPF, bajo el dominio de la Hacienda española y, en paralelo, llegar a un acuerdo simultáneo con todas las regiones para repartir lo recaudado. En cambio, confederar sería que cada región recaudase todos los impuestos y los administrase, aportando, en su caso, algo a la Hacienda confederal para asuntos no distribuidos, como la Defensa y poco más. Y a ese acuerdo llegamos: defenderíamos desde IU-Convocatoria por Andalucía un modelo federal para España y rechazaríamos un modelo confederal. Capitaneados por Maíllo, ahora los de IU probablemente se atengan a la política marcada por Anguita: federar, sí; romper la caja común, no. Y, aunque Sánchez, siguiendo su costumbre, esté contando la mentirijilla de que el pacto catalán es de tipo federal, en realidad es confederal a tope. Así que IU tendrá que rechazarlo. Si lo aceptasen, se desmarcarían del difunto Anguita e impulsarían sin quererlo a Izquierda Española.

Ese es, pues, el panorama. Y que no te la cuelen. Ni el cupo vasco es solidario, sino una extorsión a los demás españoles, ni el cupo catalán lo sería si se aprobase. La cosa es obvia: ¿para qué todo este follón si al final Cataluña siguiese aportando lo mismo que antes del pacto? Está claro que habría una reducción de las transferencias a las otras regiones. Por otra parte, al igual que el cupo vasco, el cupo catalán no sería federal, sino confederal. De hecho, incluye toda una serie de clausulas que harían de Cataluña una nación diferente de España. La explicación, en el Tibio anterior. Ahora solo añadir que, en su discurso de investidura, Illa proclamó que Cataluña es una nación que forma parte de un Estado plurinacional. Eso es justo lo contrario de lo que dice la Constitución, pero lo obvian, pues pretenden reformarla sin seguir los métodos previstos para ello. Según Kelsen, en eso consisten los golpes de Estado.


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