HECHO A MANO / OPINIÓN

La culpa la tiene Walt Disney

1/11/2020 - 

MURCIA. Recientemente, en una conversación pusieron de manifiesto que en mis artículos hay cierto espíritu beligerante hacia el género masculino. No voy a hacerme la inocente y decirles que no hay ánimo de enjuiciamiento a veces, pero sinceramente creía que era ecuánime en el reparto de críticas hacia un lado y el otro. Es cierto que he hablado de badajos y a alguno le he deseado una gonorrea por torero, pero también he puesto en evidencia nuestro espíritu criticón, nuestro excesivo gusto por la ropa de Decathlon y nuestros cantaros de juventud convertidos en carreras de caracoles por la edad.

Dicho esto, mi cabeza, que no para de carburar (mal, por cierto), mantuvo la conversación abierta en segundo plano, y ahí quedó la cosa. El otro día, intentando elegir una película en una plataforma infantil, ninguna me valía. En una había muerto la madre; en la otra, el padre; en la otra, le maltrataba la madrastra… y ahí se encendió la bombilla. ¡Eureka! pensé. Esta es la raíz de todos mis males. ¡La culpa de todo la tiene Walt Disney! ¡Claro!

Mire usted, mi capacidad de empatizar es infinita. Si me quedo mirando cinco segundos seguidos una oveja termino balando, con eso se lo digo todo… Así que imagínese qué malos ratos he pasado en el cine, cuando este parricida desalmado nada más empezar ha aniquilado a todos los antecesores del protagonista. Qué obsesión tenía este hombre con dejar huérfana a toda la fauna animada de sus historias. Pues ahí empezaba a llorar sin consuelo alguno hasta el final. Mi psicóloga nunca me supo decir a qué trauma de la infancia se debía esto y mira que se pagó una cocina nueva con mis sesiones. Juntando ese dinero y el de la nutricionista me habría dado para un piso en la Gran Vía. Total, para lo que me sirvió. En fin… ¡nunca he sabido invertir!

"los modelos están cambiando y los extremos se van acercando a una realidad más equilibrada. Ahora las películas tienen heroínas y ¡padres! Y la vida real también"

Así pues, hombres del mundo, discúlpenme pero la que escribe no soy yo, es una posesión de mi yo resentido que se rebela ante estas historias cursis e inverosímiles. Porque, vamos a ver… ¿Cuándo ha estado usted durmiendo y ha venido su marido a darle en los labios un beso de amor verdadero? ¡Nunca! Lo más cariñoso que ha salido de su boca cuando la ve clisada en el sofá es decir:

-¡¿Es que no se cena en esta casa?!

Al igual que en la historia de Bejamin Button recorremos el camino inverso. Nacemos siendo las Princesas de la casa y terminamos siendo Cenicientas. El señor Disney hizo de nosotras unas insatisfechas crónicas y sin paliativo alguno para ello, condenadas a la búsqueda eterna del príncipe azul. Si no fíjese en cómo hace usted su preselección en Tinder… pasa las pantallas más rápido que la barita de Harry Potter. Ninguno parece estar a la altura. Es lo que tienen las expectativas, creces con la convicción de que va a aparecer un buenorro que te dará un morreo que te devolverá a la vida y la realidad es que lo que tienes delante es a Sherk y su ciénaga.

Como pueden imaginar, esto es una hipérbole de la realidad. Quería dejarlo claro para no encontrar un escrache en mi puerta el próximo día. Ni todos los hombres son ogros, ni las mujeres unas pusilánimes esperando que las rescaten. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Gracias a Dios los modelos están cambiando y los extremos se van acercando a una realidad más equilibrada. Ahora las películas tienen heroínas y ¡padres! Y la vida real también. Poco a poco voy reconciliándome con la Trinity que hay dentro de mi… que les recuerdo, es la que besó a Neo y lo devolvió a la vida… Ahí lo dejo.

Gracias por su lectura.

 

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